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Civilizaciones

Líderes

Introducción

Abraham Lincoln

Alejandro

Amanitore

Ambiórix

Basilio II

Bà Triệu

Catalina de Médici (de la magnificencia)

Catalina de Médici (Reina negra)

Chandragupta

Ciro

Cleopatra (egipcia)

Cleopatra (ptolemaica)

Eduviges

Federico Barbarroja

Felipe II

Gandhi

Gengis Kan

Gilgamesh

Gitarja

Gorgo

Guillermina

Hammurabi

Harald Haardrade (konge)

Harald Haardrade (varego)

Hōjō Tokimune

Isabel I

Jayavarman

John Curtin

Juan III

Julio César

Kublai Kan (China)

Kublai Kan (Mongolia)

Lautaro

Luis II

Menelik II

Moctezuma

Nader Shah

Nzinga Mbande

Nzinga Mvemba

Pedro

Pedro II

Pericles

Poundmaker

Qin (Mandato del cielo)

Qin (unificador)

Ramsés II

Roberto I de Escocia

Saladino (sultán)

Saladino (visir)

Sejong

Señora Seis Cielo

Seondeok

Shaka

Simón Bolívar

Tamara

Teddy Roosevelt (Alce)

Teddy Roosevelt (Jinete duro)

Teodora

Tokugawa

Tomiris

Trajano

Victoria (Era del imperio)

Victoria (Era del vapor)

Wu Zetian

Yongle

Catalina de Médici
Habilidad exclusiva

Escuadrón volante de Catalina

Tiene 1 nivel más de visibilidad diplomática de lo normal con cada civilización que se encuentre. Recibe un Espía gratis y capacidad extra de espía con la tecnología Castillos. Todos los espías comienzan como agentes con un ascenso gratis.

Resumen
Aunque nominalmente juega la baza de la cultura, Francia es un adversario peligroso. Catalina sabrá lo que tramas y podrá usar espías y su poderoso ejército de la Revolución Industrial para proteger sus intereses.
Visión detallada
Al igual que Cleopatra y Qin Shi Huang, Francia quiere tener un papel importante en el juego de las maravillas. Si triunfa en él, se convertirá en uno de los principales aspirantes a una victoria cultural. Con Catalina al mando, tendrá información sobre todos sus rivales, lo que le permitirá concentrarse en las maravillas que puede construir antes que nadie con certeza. Después de las maravillas, la otra prioridad son los castillos, muy útiles también para las victorias culturales. Toda esta Cultura ayudará a avanzar rápidamente por el árbol de principios, así que llegará a los Corps y a los Ejércitos antes que muchos de sus rivales. Si los consiguen a la vez que a la Garde Impériale, ¡ten mucho cuidado!
Contexto histórico
Catalina de Médici tiene muy mala prensa entre los historiadores, debido en parte a sus lazos familiares con los Médici, y en parte a su propia crueldad por mantener a los Valois (una rama lejana del linaje de los Capeto) en el trono a toda costa. A pesar de lo que se haya dicho sobre ella, sin Catalina es poco probable que la casa de Valois hubiera sobrevivido a los retos que tenía por delante ni que Francia hubiera resistido las pruebas y tribulaciones que atravesó en esa época.

Catalina nació en la rica y poderosa familia de los Médici, gobernantes de facto de Florencia, banqueros de los reyes y creadores de papas (su tío abuelo era en aquel momento el papa León X). Según cuentan, su padre Lorenzo, convertido en duque de Urbino por León, "se puso tan contento como si hubiera tenido un niño". Además de brillante y con talento ("para ser una chica"), el ducado le permitía alegar que era de noble cuna, lo que le abriría la puerta a todo tipo de oportunidades. Y a no pocos pretendientes reales: después de haber rechazado a Jaime V de Escocia y a varios más, en octubre de 1533 –a la tierna edad de 14 años– se casó con el segundo hijo del rey de Francia en un matrimonio concertado por el papa Clemente VII, otro Médici.

La joven esposa vio poco a su marido, el príncipe Enrique, ya que estaba ocupado con sus diversas amantes. Pero, en 1536, el hermano mayor de Enrique –Francisco– murió de un catarro mal curado, por lo que Enrique se convirtió en el delfín... y Catalina en la delfina de Francia. Por si fuera poco, de repente Catalina demostró ser extraordinariamente fértil, y fuerte. Después de ocho años sin tener hijos, a pesar de intentarlo por todos los medios, dio a luz a un hijo en 1544. Siguiendo los consejos del famoso médico Jean Fernel, que había notado ciertas "irregularidades" anatómicas en la pareja, al año siguiente dio a luz a una hija de Enrique. Fuera cual fuera el consejo que Fernel le diera, está claro funcionó, porque Catalina dio a Enrique ocho hijos más (una hazaña increíble, si se tiene en cuenta el índice de mortalidad de los niños en los partos de aquel entonces).

Cuando el padre de Enrique murió en marzo de 1547, Catalina se convirtió en reina de Francia. Aunque Enrique – que estaba muy enamorado de su amante Diana de Poitiers– trataba a Catalina con un respeto protocolario, no le permitió tener ninguna influencia política y hasta le regaló a Diana un château que ella había deseado mucho. En 1556, Catalina casi murió al dar a luz a gemelos y decidió no volver a quedarse embarazada. Se entregó a su prole y usó la riqueza de su familia, así como su condición de reina consorte, para asegurarse de que recibían la mejor educación, no les faltara de nada y quedaran protegidos de su padre, que tenía poco interés en sus hijos, salvo por el primogénito. Catalina, que tenía algo de reputación como aficionada a las "artes negras", incluso hizo traer a la corte al famoso Nostradamus en agosto de 1556 para que les hiciera las cartas astrales a sus siete hijos.

En junio de 1559, como parte de la boda por poderes de su hija Isabel, de trece años, con el rey Felipe II de España, Enrique insistió en participar en un torneo de justas. No fue la mejor de las decisiones, ya que resultó gravemente herido y murió dos semanas más tarde. Francisco II, el primogénito, que ya era rey de Escocia por su matrimonio con María (reina de los escoceses), se convirtió en rey de Francia a los 15 años. En lo que equivaldría a un golpe de estado, los hermanos Guisa y el cardenal de Lorena se trasladaron al palacio del Louvre y se hicieron con el poder fáctico. Catalina, utilizando la perspicacia política y la capacidad para el engaño que había heredado de los Médici, decidió ponerse de parte de los Guisa.

Como regente de facto, aunque Catalina no tenía ningún derecho a ese cargo, se dedicó a consolidar su poder e influencia. Usando su "autoridad recién descubierta", obligó a Diana de Poitiers a devolver las joyas de la corona (que el encandilado Enrique le había regalado) junto con el château que tanto había deseado antaño; con lo que dejó a la amante del anterior rey completamente fuera de juego. La reina madre logró mantenerse al margen de la persecución sangrienta de protestantes por parte de los Guisa, así como del fallido complot de los Borbones para derrocarlos. También hizo frente común con el nuevo canciller Michel de L'Hospital en defensa de la ley contra los intentos de eludirla por parte de los Guisa, en particular respecto a su fijación por ver muertos a los protestantes. Pero también podría ser implacable defendiendo la posición de su hijo como rey: cuando el príncipe de Condé reunió un ejército y atacó poblaciones católicas, le ordenó ir a la corte y lo encarceló tan pronto como llegó. Lo único que lo salvó de la ejecución fue la repentina muerte de Francisco.

Pero no todo fueron diversión y juegos para Catalina; también celebraba fiestas suntuosas en la corte –las llamadas "joyeuse magnificences"– con la menor excusa: bodas, aniversarios, bautizos, fiestas y casi cualquier otra ocasión imaginable. Era en este tipo de fiestas que el famoso Escadron Volant ("escuadrón volante") de Catalina hacía de las suyas, con damas como lady Isabelle de la Tour y la baronesa Charlotte de Beaune Semblançay. El "escuadrón" era un grupo de nobles jóvenes y seductoras que Catalina utilizó para que se convirtieran en amantes de los hombres poderosos de la corte y sonsacarles así información "privilegiada", que sería de gran utilidad para los planes de Catalina. Junto a los asesinatos y la extorsión, esta idea la ayudó a defender Francia de cualquier peligro y a mantener su posición dentro de ella.

Catalina apenas perdió el compás cuando se convirtió en regente de su hijo de diez años, Carlos IX. En todo caso, se volvió aún más poderosa. El muchacho, de mal humor y enfermizo, lloró en su coronación. Catalina lo vigiló de cerca, llegando incluso a dormir con él. En efecto, Catalina gobernaba Francia, pero la nación se enfrentaba a algunos problemas graves. Y se ocupó de ellos a la manera de los Médici. Hizo llamar a los líderes religiosos de Francia, tanto católicos como hugonotes, para resolver las diferencias doctrinales; y, cuando esto falló, promulgó el edicto de Saint-Germain para promover la tolerancia religiosa (por desgracia, el duque de Guisa atacó y masacró a los asistentes a un servicio religioso hugonote, desencadenando así 30 años de guerras de religión en Francia).

En 1562, los nobles protestantes reunieron un ejército en respuesta a la masacre, Catalina intentó negociar con ellos, infructuosamente, y lanzó el ejército real contra ellos. Cuando el protestante Antonio de Borbón, rey de Navarra, murió a causa de las heridas y asesinaron al volátil duque católico de Guisa, promulgó el edicto de Amboise (el "Edicto de Pacificación") en 1563 para poner fin a los disturbios. Luego reunió a los nobles católicos y hugonotes para recuperar Le Havre de los ingleses, que se estaban inmiscuyendo de nuevo en los asuntos franceses. A excepción de la matanza del día de san Bartolomé, que ordenó el rey Carlos IX, la "reina italiana" gozó de bastante estabilidad. Pero Carlos murió a los 23 años. Otro de sus hijos, su favorito, fue coronado rey de Polonia en 1573 (cargo en el que no duraría mucho) y como Enrique III de Francia en 1574.

Pero Enrique, ya mayor de edad y en buen estado de salud física y mental, no resultó ser tan maleable como sus hermanos. Pese a que dependió de Catalina para supervisar la mayor parte de las minucias de una década de gobierno, en 1588, en Blois, despidió de repente a todos los ministros que ella había designado para la corona y puso fin a su influencia en el gobierno. También maniobró contra la familia de Guisa, todavía poderosos aliados de su madre, e hizo asesinar al duque y a otros ocho miembros. Catalina, postrada en la cama a los 69 años, encajó la noticia con estoicismo. En el mes siguiente, enero de 1589, murió.
icon_leader_catherine_de_medici
Si está bien labrado, debes sembrar.

Rasgos

Civilizaciones
icon_civilization_france
Francia

Preferencias

Agendas
Reina negra
Consigue todos los Espías y todo el acceso diplomático que le sea posible. No le gustan las civilizaciones que hacen caso omiso de estos actos de espionaje.
Religión
icon_religion_catholicism
Catolicismo
icon_leader_catherine_de_medici
Si está bien labrado, debes sembrar.

Rasgos

Civilizaciones
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Francia

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Reina negra
Consigue todos los Espías y todo el acceso diplomático que le sea posible. No le gustan las civilizaciones que hacen caso omiso de estos actos de espionaje.
Religión
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Catolicismo
Habilidad exclusiva

Escuadrón volante de Catalina

Tiene 1 nivel más de visibilidad diplomática de lo normal con cada civilización que se encuentre. Recibe un Espía gratis y capacidad extra de espía con la tecnología Castillos. Todos los espías comienzan como agentes con un ascenso gratis.

Resumen
Aunque nominalmente juega la baza de la cultura, Francia es un adversario peligroso. Catalina sabrá lo que tramas y podrá usar espías y su poderoso ejército de la Revolución Industrial para proteger sus intereses.
Visión detallada
Al igual que Cleopatra y Qin Shi Huang, Francia quiere tener un papel importante en el juego de las maravillas. Si triunfa en él, se convertirá en uno de los principales aspirantes a una victoria cultural. Con Catalina al mando, tendrá información sobre todos sus rivales, lo que le permitirá concentrarse en las maravillas que puede construir antes que nadie con certeza. Después de las maravillas, la otra prioridad son los castillos, muy útiles también para las victorias culturales. Toda esta Cultura ayudará a avanzar rápidamente por el árbol de principios, así que llegará a los Corps y a los Ejércitos antes que muchos de sus rivales. Si los consiguen a la vez que a la Garde Impériale, ¡ten mucho cuidado!
Contexto histórico
Catalina de Médici tiene muy mala prensa entre los historiadores, debido en parte a sus lazos familiares con los Médici, y en parte a su propia crueldad por mantener a los Valois (una rama lejana del linaje de los Capeto) en el trono a toda costa. A pesar de lo que se haya dicho sobre ella, sin Catalina es poco probable que la casa de Valois hubiera sobrevivido a los retos que tenía por delante ni que Francia hubiera resistido las pruebas y tribulaciones que atravesó en esa época.

Catalina nació en la rica y poderosa familia de los Médici, gobernantes de facto de Florencia, banqueros de los reyes y creadores de papas (su tío abuelo era en aquel momento el papa León X). Según cuentan, su padre Lorenzo, convertido en duque de Urbino por León, "se puso tan contento como si hubiera tenido un niño". Además de brillante y con talento ("para ser una chica"), el ducado le permitía alegar que era de noble cuna, lo que le abriría la puerta a todo tipo de oportunidades. Y a no pocos pretendientes reales: después de haber rechazado a Jaime V de Escocia y a varios más, en octubre de 1533 –a la tierna edad de 14 años– se casó con el segundo hijo del rey de Francia en un matrimonio concertado por el papa Clemente VII, otro Médici.

La joven esposa vio poco a su marido, el príncipe Enrique, ya que estaba ocupado con sus diversas amantes. Pero, en 1536, el hermano mayor de Enrique –Francisco– murió de un catarro mal curado, por lo que Enrique se convirtió en el delfín... y Catalina en la delfina de Francia. Por si fuera poco, de repente Catalina demostró ser extraordinariamente fértil, y fuerte. Después de ocho años sin tener hijos, a pesar de intentarlo por todos los medios, dio a luz a un hijo en 1544. Siguiendo los consejos del famoso médico Jean Fernel, que había notado ciertas "irregularidades" anatómicas en la pareja, al año siguiente dio a luz a una hija de Enrique. Fuera cual fuera el consejo que Fernel le diera, está claro funcionó, porque Catalina dio a Enrique ocho hijos más (una hazaña increíble, si se tiene en cuenta el índice de mortalidad de los niños en los partos de aquel entonces).

Cuando el padre de Enrique murió en marzo de 1547, Catalina se convirtió en reina de Francia. Aunque Enrique – que estaba muy enamorado de su amante Diana de Poitiers– trataba a Catalina con un respeto protocolario, no le permitió tener ninguna influencia política y hasta le regaló a Diana un château que ella había deseado mucho. En 1556, Catalina casi murió al dar a luz a gemelos y decidió no volver a quedarse embarazada. Se entregó a su prole y usó la riqueza de su familia, así como su condición de reina consorte, para asegurarse de que recibían la mejor educación, no les faltara de nada y quedaran protegidos de su padre, que tenía poco interés en sus hijos, salvo por el primogénito. Catalina, que tenía algo de reputación como aficionada a las "artes negras", incluso hizo traer a la corte al famoso Nostradamus en agosto de 1556 para que les hiciera las cartas astrales a sus siete hijos.

En junio de 1559, como parte de la boda por poderes de su hija Isabel, de trece años, con el rey Felipe II de España, Enrique insistió en participar en un torneo de justas. No fue la mejor de las decisiones, ya que resultó gravemente herido y murió dos semanas más tarde. Francisco II, el primogénito, que ya era rey de Escocia por su matrimonio con María (reina de los escoceses), se convirtió en rey de Francia a los 15 años. En lo que equivaldría a un golpe de estado, los hermanos Guisa y el cardenal de Lorena se trasladaron al palacio del Louvre y se hicieron con el poder fáctico. Catalina, utilizando la perspicacia política y la capacidad para el engaño que había heredado de los Médici, decidió ponerse de parte de los Guisa.

Como regente de facto, aunque Catalina no tenía ningún derecho a ese cargo, se dedicó a consolidar su poder e influencia. Usando su "autoridad recién descubierta", obligó a Diana de Poitiers a devolver las joyas de la corona (que el encandilado Enrique le había regalado) junto con el château que tanto había deseado antaño; con lo que dejó a la amante del anterior rey completamente fuera de juego. La reina madre logró mantenerse al margen de la persecución sangrienta de protestantes por parte de los Guisa, así como del fallido complot de los Borbones para derrocarlos. También hizo frente común con el nuevo canciller Michel de L'Hospital en defensa de la ley contra los intentos de eludirla por parte de los Guisa, en particular respecto a su fijación por ver muertos a los protestantes. Pero también podría ser implacable defendiendo la posición de su hijo como rey: cuando el príncipe de Condé reunió un ejército y atacó poblaciones católicas, le ordenó ir a la corte y lo encarceló tan pronto como llegó. Lo único que lo salvó de la ejecución fue la repentina muerte de Francisco.

Pero no todo fueron diversión y juegos para Catalina; también celebraba fiestas suntuosas en la corte –las llamadas "joyeuse magnificences"– con la menor excusa: bodas, aniversarios, bautizos, fiestas y casi cualquier otra ocasión imaginable. Era en este tipo de fiestas que el famoso Escadron Volant ("escuadrón volante") de Catalina hacía de las suyas, con damas como lady Isabelle de la Tour y la baronesa Charlotte de Beaune Semblançay. El "escuadrón" era un grupo de nobles jóvenes y seductoras que Catalina utilizó para que se convirtieran en amantes de los hombres poderosos de la corte y sonsacarles así información "privilegiada", que sería de gran utilidad para los planes de Catalina. Junto a los asesinatos y la extorsión, esta idea la ayudó a defender Francia de cualquier peligro y a mantener su posición dentro de ella.

Catalina apenas perdió el compás cuando se convirtió en regente de su hijo de diez años, Carlos IX. En todo caso, se volvió aún más poderosa. El muchacho, de mal humor y enfermizo, lloró en su coronación. Catalina lo vigiló de cerca, llegando incluso a dormir con él. En efecto, Catalina gobernaba Francia, pero la nación se enfrentaba a algunos problemas graves. Y se ocupó de ellos a la manera de los Médici. Hizo llamar a los líderes religiosos de Francia, tanto católicos como hugonotes, para resolver las diferencias doctrinales; y, cuando esto falló, promulgó el edicto de Saint-Germain para promover la tolerancia religiosa (por desgracia, el duque de Guisa atacó y masacró a los asistentes a un servicio religioso hugonote, desencadenando así 30 años de guerras de religión en Francia).

En 1562, los nobles protestantes reunieron un ejército en respuesta a la masacre, Catalina intentó negociar con ellos, infructuosamente, y lanzó el ejército real contra ellos. Cuando el protestante Antonio de Borbón, rey de Navarra, murió a causa de las heridas y asesinaron al volátil duque católico de Guisa, promulgó el edicto de Amboise (el "Edicto de Pacificación") en 1563 para poner fin a los disturbios. Luego reunió a los nobles católicos y hugonotes para recuperar Le Havre de los ingleses, que se estaban inmiscuyendo de nuevo en los asuntos franceses. A excepción de la matanza del día de san Bartolomé, que ordenó el rey Carlos IX, la "reina italiana" gozó de bastante estabilidad. Pero Carlos murió a los 23 años. Otro de sus hijos, su favorito, fue coronado rey de Polonia en 1573 (cargo en el que no duraría mucho) y como Enrique III de Francia en 1574.

Pero Enrique, ya mayor de edad y en buen estado de salud física y mental, no resultó ser tan maleable como sus hermanos. Pese a que dependió de Catalina para supervisar la mayor parte de las minucias de una década de gobierno, en 1588, en Blois, despidió de repente a todos los ministros que ella había designado para la corona y puso fin a su influencia en el gobierno. También maniobró contra la familia de Guisa, todavía poderosos aliados de su madre, e hizo asesinar al duque y a otros ocho miembros. Catalina, postrada en la cama a los 69 años, encajó la noticia con estoicismo. En el mes siguiente, enero de 1589, murió.
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