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Momentos históricos

Civilizaciones

Líderes

Introducción

Abraham Lincoln

Alejandro

Amanitore

Ambiórix

Basilio II

Bà Triệu

Catalina de Médici (de la magnificencia)

Catalina de Médici (Reina negra)

Chandragupta

Ciro

Cleopatra (egipcia)

Cleopatra (ptolemaica)

Eduviges

Federico Barbarroja

Felipe II

Gandhi

Gengis Kan

Gilgamesh

Gitarja

Gorgo

Guillermina

Hammurabi

Harald Haardrade (konge)

Harald Haardrade (varego)

Hōjō Tokimune

Isabel I

Jayavarman

John Curtin

Juan III

Julio César

Kublai Kan (China)

Kublai Kan (Mongolia)

Lautaro

Luis II

Menelik II

Moctezuma

Nader Shah

Nzinga Mbande

Nzinga Mvemba

Pedro

Pedro II

Pericles

Poundmaker

Qin (Mandato del cielo)

Qin (unificador)

Ramsés II

Roberto I de Escocia

Saladino (sultán)

Saladino (visir)

Sejong

Señora Seis Cielo

Seondeok

Shaka

Simón Bolívar

Tamara

Teddy Roosevelt (Alce)

Teddy Roosevelt (Jinete duro)

Teodora

Tokugawa

Tomiris

Trajano

Victoria (Era del imperio)

Victoria (Era del vapor)

Wu Zetian

Yongle

Basilio II
Habilidad exclusiva

Porphyrogénnētos

Las unidades de caballería pesada y ligera hacen daño completo contra las ciudades que sigan la misma religión que Bizancio. Gana la unidad exclusiva del Tagma cuando se descubre el principio del derecho divino.

Resumen
Bizancio combina tácticas religiosas y militares para conseguir una victoria religiosa o por dominación.
Visión detallada
La máxima prioridad para los bizantinos es fundar una religión y difundirla, ya que las victorias en el ámbito religioso dan una fuerza militar mayor (y viceversa). Su rasgo único de Taxis les da más Fuerza religiosa y de combate por cada Ciudad santa convertida, y la religión que funden se extiende al derrotar a las unidades enemigas. Además, si logras convertir las ciudades rivales a tu religión, la habilidad única de Basilio permite que los ataques cuerpo a cuerpo causen todo el daño contra estas. Además, la unidad exclusiva del Tagma da fuerza adicional a cualquier unidad religiosa o militar adyacente. Impulsan a estos ejércitos una bonificación a la caballería pesada (por ejemplo, los tagmata) por el distrito exclusivo de Bizancio –el Hipódromo– y una unidad naval temprana, la Drómona, que hace más daño contra unidades y tiene mayor alcance. Con esta sinergia entre religión y ejército, los bizantinos están listos para obtener una victoria religiosa o por dominación.
Contexto histórico
Los primeros años de Basilio II fueron como una obra de Shakespeare. Nació en el año 958 d. C., hijo del emperador Romano II y la segunda esposa de este, Teófano. Para asegurarse de que sus dos hijos recibieran igual trato, Romano coronó a Basilio y a su hermano Constantino VIII coemperadores de Bizancio. Poco después, Romano murió de manera inesperada. Algunos cronistas culparon a Teófano y a algo de cicuta de esa muerte prematura, pero en aquel momento fue proclamada regente, ya que sus hijos pequeños todavía no estaban en condiciones de gobernar, lógicamente. El parakoimōmenos de la corte –un primer ministro, a menudo un eunuco, cuyo título significaba literalmente "el que duerme junto al emperador"–, José Bringas, cuestionó la autoridad de Teófano, cosa que esta no se tomó nada bien. En una posición tan precaria, Bringas no duró mucho: huyó después de menos de medio año en el cargo, y el general Nicéforo Focas pasó a ocuparse de la corona abandonada y de la viuda de Romano. Pero en lo que ya se estaba convirtiendo en una costumbre inquietante, el segundo matrimonio de Teófano terminó con rapidez, y ella enviudó de nuevo. Esta vez fue el propio sobrino de Nicéforo –el general Juan Tzimisces, del que se rumoreaba que era el nuevo amante de la mujer–, quien se coló en el palacio y mató a su tío. Aunque todo parecía listo para un tercer matrimonio, la iglesia decidió que ya era bastante, y se exilió a Teófano. Tras la muerte de Tzimisces y la subida de Basilio al trono en el año 976 d. C., este trajo a su madre de vuelta a la corte.

Basilio era raro para los estándares de sus predecesores. No le atraían los placeres de la vida. No vestía túnicas elegantes ni hacía grandes fiestas. No era tampoco estoico –su temperamento no lo permitía– pero no le gustaba el lujoso estilo de vida que la mayoría de los emperadores ansiaban. El pueblo, y de igual modo la corte, no le tenían en gran estima. No era la alegría de la huerta, que digamos.

Basilio luchó contra varios generales y aristócratas durante la primera parte de su reinado. Cuando no era una rebelión, era un golpe de estado. Y, si no, un pariente ávido de poder de su propia dinastía. Basilio no se contuvo a la hora de sofocar estas rebeliones. Espada en mano, salió al campo de batalla y mató a sus enemigos él mismo, aunque fueran generales con mucha más experiencia que él. No hay duda de que estas rebeliones afectaron a lo que pensaba el emperador sobre el gobierno y le dieron un punto de vista despiadado de la vida imperial. Aunque fue cauteloso formando alianzas, buscó ayuda más allá de las fronteras de Bizancio y aceptó la colaboración del príncipe Vladimir de Kiev para apuntalar este apoyo desde el exterior. A cambio de la ayuda del príncipe y sus fuerzas, Basilio le concedió la mano de su hermana Anna en matrimonio. A diferencia de los matrimonios de su madre, el de Anna duraría sin muerte alguna de por medio. La de Kiev fue una de las pocas alianzas que Basilio aprobó. Nunca se casó, y mantuvo a su familia a distancia para protegerse de más distracciones.

Basilio sabía que debía asegurarse de que ningún otro aristócrata se sintiera lo bastante poderoso para desafiarlo. Con este fin, castigó a los que se habían rebelado contra él. Luego, minó el poder de la aristocracia mediante un nuevo plan impositivo que gravaba a los ricos cuando los pobres no podían pagar sus impuestos. Además, tuvo que reducir el tamaño de los ejércitos permanentes de los nobles (por si a alguno de ellos se le ocurría la idea de hacerse con el poder). Por tradición, el servicio militar era la principal forma de pago de tributo dentro de sus territorios. Basilio permitió que la gente pagara en dinero contante y sonante. Las personas que tenían más dinero que tiempo aceptaron con entusiasmo esta nueva propuesta.

Además de recuperar los territorios que los bizantinos habían perdido a lo largo de los años, Basilio quería vengarse de Bulgaria, un reino al norte de Bizancio que no había parado de acumular poder. En los primeros años de su reinado, había desafiado a Samuel de Bulgaria y había sufrido una derrota sonada. Las continuas incursiones y la expansión de Bulgaria en el territorio bizantino hirieron todavía más el orgullo de Basilio. El conflicto entre ambos países duró años, sin que ninguno de los dos ganara suficiente terreno para que ello tuviera un efecto duradero. Sin embargo, Basilio aprendió de cada batalla y, finalmente, en 1014, logró una victoria decisiva. Derrotó a su némesis Samuel, que evitó por poco la captura, e hizo prisioneros a más de 15.000 hombres de este. La crueldad creativa de Basilio entró en juego después de esta victoria. Cegó a 99 de cada 100 hombres de Samuel. El afortunado de esos 100 que solo quedó tuerto tuvo que guiar al resto de su cohorte de regreso a Bulgaria. Fue por estas contiendas por las que Basilio ganó el epíteto de Bulgaróctono, "el matabúlgaros".

Basilio se convirtió en un general efectivo con los años gracias a su crueldad y astucia. Conquistó gran parte de las regiones al norte del Egeo y el Mediterráneo, con lo que prácticamente duplicó su territorio. Estas conquistas llevaron orgullo al imperio y le ganaron la confianza de su ejército y el pueblo. Se quedó con las zonas recién incorporadas, incluida Bulgaria, gracias a los bajos impuestos y, en algunos casos, permitiendo que las provincias siguieran bajo el gobierno local.

Basilio II murió en diciembre de 1025 d. C. Como era de esperar en él, pidió que lo enterraran en una pequeña tumba en las afueras de Constantinopla. Por desgracia, el imperio de Basilio no duraría mucho. Los gobernantes posteriores no lograron conservar la riqueza y la tierra que este emperador ganó durante su mandato de cincuenta años.
icon_leader_default
Soy Basilio, el matabúlgaros.

Rasgos

Civilizaciones
icon_civilization_unknown
Bizancio
Unidades especiales
Tagma

Preferencias

Agendas
Guardián divino
Le gustan las civilizaciones que siguen su misma religión. No le gustan las civilizaciones que no siguen de manera predominante su religión.
Religión
icon_religion_orthodoxy
Cristianismo ortodoxo
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Soy Basilio, el matabúlgaros.

Rasgos

Civilizaciones
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Bizancio
Unidades especiales
Tagma

Preferencias

Agendas
Guardián divino
Le gustan las civilizaciones que siguen su misma religión. No le gustan las civilizaciones que no siguen de manera predominante su religión.
Religión
icon_religion_orthodoxy
Cristianismo ortodoxo
Habilidad exclusiva

Porphyrogénnētos

Las unidades de caballería pesada y ligera hacen daño completo contra las ciudades que sigan la misma religión que Bizancio. Gana la unidad exclusiva del Tagma cuando se descubre el principio del derecho divino.

Resumen
Bizancio combina tácticas religiosas y militares para conseguir una victoria religiosa o por dominación.
Visión detallada
La máxima prioridad para los bizantinos es fundar una religión y difundirla, ya que las victorias en el ámbito religioso dan una fuerza militar mayor (y viceversa). Su rasgo único de Taxis les da más Fuerza religiosa y de combate por cada Ciudad santa convertida, y la religión que funden se extiende al derrotar a las unidades enemigas. Además, si logras convertir las ciudades rivales a tu religión, la habilidad única de Basilio permite que los ataques cuerpo a cuerpo causen todo el daño contra estas. Además, la unidad exclusiva del Tagma da fuerza adicional a cualquier unidad religiosa o militar adyacente. Impulsan a estos ejércitos una bonificación a la caballería pesada (por ejemplo, los tagmata) por el distrito exclusivo de Bizancio –el Hipódromo– y una unidad naval temprana, la Drómona, que hace más daño contra unidades y tiene mayor alcance. Con esta sinergia entre religión y ejército, los bizantinos están listos para obtener una victoria religiosa o por dominación.
Contexto histórico
Los primeros años de Basilio II fueron como una obra de Shakespeare. Nació en el año 958 d. C., hijo del emperador Romano II y la segunda esposa de este, Teófano. Para asegurarse de que sus dos hijos recibieran igual trato, Romano coronó a Basilio y a su hermano Constantino VIII coemperadores de Bizancio. Poco después, Romano murió de manera inesperada. Algunos cronistas culparon a Teófano y a algo de cicuta de esa muerte prematura, pero en aquel momento fue proclamada regente, ya que sus hijos pequeños todavía no estaban en condiciones de gobernar, lógicamente. El parakoimōmenos de la corte –un primer ministro, a menudo un eunuco, cuyo título significaba literalmente "el que duerme junto al emperador"–, José Bringas, cuestionó la autoridad de Teófano, cosa que esta no se tomó nada bien. En una posición tan precaria, Bringas no duró mucho: huyó después de menos de medio año en el cargo, y el general Nicéforo Focas pasó a ocuparse de la corona abandonada y de la viuda de Romano. Pero en lo que ya se estaba convirtiendo en una costumbre inquietante, el segundo matrimonio de Teófano terminó con rapidez, y ella enviudó de nuevo. Esta vez fue el propio sobrino de Nicéforo –el general Juan Tzimisces, del que se rumoreaba que era el nuevo amante de la mujer–, quien se coló en el palacio y mató a su tío. Aunque todo parecía listo para un tercer matrimonio, la iglesia decidió que ya era bastante, y se exilió a Teófano. Tras la muerte de Tzimisces y la subida de Basilio al trono en el año 976 d. C., este trajo a su madre de vuelta a la corte.

Basilio era raro para los estándares de sus predecesores. No le atraían los placeres de la vida. No vestía túnicas elegantes ni hacía grandes fiestas. No era tampoco estoico –su temperamento no lo permitía– pero no le gustaba el lujoso estilo de vida que la mayoría de los emperadores ansiaban. El pueblo, y de igual modo la corte, no le tenían en gran estima. No era la alegría de la huerta, que digamos.

Basilio luchó contra varios generales y aristócratas durante la primera parte de su reinado. Cuando no era una rebelión, era un golpe de estado. Y, si no, un pariente ávido de poder de su propia dinastía. Basilio no se contuvo a la hora de sofocar estas rebeliones. Espada en mano, salió al campo de batalla y mató a sus enemigos él mismo, aunque fueran generales con mucha más experiencia que él. No hay duda de que estas rebeliones afectaron a lo que pensaba el emperador sobre el gobierno y le dieron un punto de vista despiadado de la vida imperial. Aunque fue cauteloso formando alianzas, buscó ayuda más allá de las fronteras de Bizancio y aceptó la colaboración del príncipe Vladimir de Kiev para apuntalar este apoyo desde el exterior. A cambio de la ayuda del príncipe y sus fuerzas, Basilio le concedió la mano de su hermana Anna en matrimonio. A diferencia de los matrimonios de su madre, el de Anna duraría sin muerte alguna de por medio. La de Kiev fue una de las pocas alianzas que Basilio aprobó. Nunca se casó, y mantuvo a su familia a distancia para protegerse de más distracciones.

Basilio sabía que debía asegurarse de que ningún otro aristócrata se sintiera lo bastante poderoso para desafiarlo. Con este fin, castigó a los que se habían rebelado contra él. Luego, minó el poder de la aristocracia mediante un nuevo plan impositivo que gravaba a los ricos cuando los pobres no podían pagar sus impuestos. Además, tuvo que reducir el tamaño de los ejércitos permanentes de los nobles (por si a alguno de ellos se le ocurría la idea de hacerse con el poder). Por tradición, el servicio militar era la principal forma de pago de tributo dentro de sus territorios. Basilio permitió que la gente pagara en dinero contante y sonante. Las personas que tenían más dinero que tiempo aceptaron con entusiasmo esta nueva propuesta.

Además de recuperar los territorios que los bizantinos habían perdido a lo largo de los años, Basilio quería vengarse de Bulgaria, un reino al norte de Bizancio que no había parado de acumular poder. En los primeros años de su reinado, había desafiado a Samuel de Bulgaria y había sufrido una derrota sonada. Las continuas incursiones y la expansión de Bulgaria en el territorio bizantino hirieron todavía más el orgullo de Basilio. El conflicto entre ambos países duró años, sin que ninguno de los dos ganara suficiente terreno para que ello tuviera un efecto duradero. Sin embargo, Basilio aprendió de cada batalla y, finalmente, en 1014, logró una victoria decisiva. Derrotó a su némesis Samuel, que evitó por poco la captura, e hizo prisioneros a más de 15.000 hombres de este. La crueldad creativa de Basilio entró en juego después de esta victoria. Cegó a 99 de cada 100 hombres de Samuel. El afortunado de esos 100 que solo quedó tuerto tuvo que guiar al resto de su cohorte de regreso a Bulgaria. Fue por estas contiendas por las que Basilio ganó el epíteto de Bulgaróctono, "el matabúlgaros".

Basilio se convirtió en un general efectivo con los años gracias a su crueldad y astucia. Conquistó gran parte de las regiones al norte del Egeo y el Mediterráneo, con lo que prácticamente duplicó su territorio. Estas conquistas llevaron orgullo al imperio y le ganaron la confianza de su ejército y el pueblo. Se quedó con las zonas recién incorporadas, incluida Bulgaria, gracias a los bajos impuestos y, en algunos casos, permitiendo que las provincias siguieran bajo el gobierno local.

Basilio II murió en diciembre de 1025 d. C. Como era de esperar en él, pidió que lo enterraran en una pequeña tumba en las afueras de Constantinopla. Por desgracia, el imperio de Basilio no duraría mucho. Los gobernantes posteriores no lograron conservar la riqueza y la tierra que este emperador ganó durante su mandato de cincuenta años.
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