Lucha contra las civilizaciones rivales con la bonificación al combate de Nader Shah contra unidades que tengan la salud al máximo y disfruta de la riqueza de las Rutas comerciales internas de Persia.

Nader Shah debe ir a por la Forja del hierro y la Filosofía política desde el principio. La Forja del hierro le da acceso a los poderosos Inmortales. Estos son capaces de aplastar a los oponentes con su ataque a distancia y su +5 a la Fuerza de combate contra oponentes al máximo de salud. En el camino hacia la Filosofía política, desbloquearás el Comercio exterior y el Imperio inicial. El primero de ellos, Comercio exterior, te dará acceso a Rutas comerciales que se benefician tanto de las habilidades de Nader Shah como las de Persia. Después de ello, desbloquearás la mejora Pairi-Daeza, que va de fábula para conseguir Oro y Cultura . Una vez desbloquees la Filosofía política, se te recompensará con una Ruta comercial más. Las dos victorias que a Persia se le dan mejor son la cultural, con sus Pairi-Daeza, o la de Dominación, con sus Inmortales.

Nader Shah, el rey de reyes, el shah de shahs, surgió en el siglo XVIII para restablecer Persia (como se llama en griego; los nacidos ahí siempre han llamado a su estado "Irán"), en Asia Central. Su ascenso fue brutal pero decisivo, y forjó la independencia de Irán lejos de la dominación otomana. En una cadena que va desde Gengis Kan hasta Timur, Nader Shah es el último eslabón.

El Irán safávida fue un estado poderoso que surgió en el siglo XVI para gobernar durante 200 años como un reducto chiita en medio de una zona controlada por los sunitas pero que también contaba con influencias cristianas fuertes y duraderas. Si bien los safávidas fueron capaces de contener las antiguas amenazas que representaban los señores de la guerra de Asia Central, no pudieron con el ascenso de los otomanos y el auge de Rusia a la vez presionando por ambos lados. Además, el crecimiento de las redes comerciales marítimas europeas cortó una fuente vital de ingresos para los estados de Asia Central; tal era el objetivo del colonialismo temprano, acabar con los intermediarios del comercio con China. La caída de los safávidas, para entonces arruinados, provino de todos los frentes: de Rusia, de Turquía y, por último, de una potencia afgana en ascenso.

Nader era un esclavo, un nómada de habla turca que logró la fama gracias a su habilidad militar. Cuando cayeron los safávidas, Nader cogió su mosquete y se rebeló. Primero derrotó a los afganos y luego se encargó de los otomanos y los rusos. Después de matar al general otomano y firmar un tratado de paz con Rusia, Nader se autoproclamó shah. Con ello, se hizo eco de Timur y Gengis Kan, ambos ídolos personales de él.

Mientras que los safávidas fueron un grupo exclusivamente chiita, con Nader Irán se volvió multirreligioso y más tolerante. Eso les gustó a los otomanos (sunitas), con quienes Nader Shah quiso estrechar lazos después de luchar hasta llegar a un punto muerto. Esta tolerancia en términos religiosos se debía en parte a su propia historia: como antiguo esclavo y luego mando militar, le importaba bien poco la religión y, en su propia vida, se movía entre sunitas y chiitas según le convenía. Era mejor invertir en el ejército que en sacerdotes, ya que el primero aseguraba la paz. En otras partes del imperio, Nader Shah creó una moneda estandarizada que vinculó a la rupia mogola y reasentó tribus nómadas en la zona.

Nader inició un imperio del terror en Asia Central después de consolidar su reinado. Invadió la India y se apoderó de Deli, ya que los mogoles se habían debilitado (y en las décadas siguientes se debilitarían todavía más cuando los británicos los invadieran por Bengala). Se apoderó del Trono del Pavo Real y, aunque no pudo mantenerlo, aprovechó la ocupación para saquear las riquezas de ese reino. La campaña estuvo marcada por la perspicacia militar propia de Nader, que obligó a sus soldados a flanquear al enemigo tanto estratégicamente en el reino como tácticamente en el campo de batalla. Las campañas posteriores contra las tierras árabes otomanas, aunque no tan audaces, también se vieron coronadas por el éxito.

Hacia el final de su vida, Nader Shah fue perdiendo el juicio. Ordenó cegar a su propio hijo y luego se arrepintió de ello. Construyó torres con los cráneos de sus enemigos. Al final de tantas conquistas, era el hombre más rico del mundo, pero se había ganado enemigos: lo asesinaron entre varios conspiradores, incluido su sobrino, y el imperio cayó.