El ámbar ha sido apreciado por su valor decorativo desde el Neolítico y también ha ocupado un lugar prominente en las prácticas religiosas. Su brillo y su fragancia lo convierten en un gran producto de intercambio, y durante el periodo de la Reforma los católicos europeos lo consideraron una bendición de Dios.
El ámbar ha sido apreciado por su valor decorativo desde el Neolítico y también ha ocupado un lugar prominente en las prácticas religiosas. Su brillo y su fragancia lo convierten en un gran producto de intercambio, y durante el periodo de la Reforma los católicos europeos lo consideraron una bendición de Dios.