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Tierra Cri

Vietnam

Zululandia

Líderes

Francia
Habilidad exclusiva

Grand Tour

+20% a la Producción para las maravillas de la Edad Media, el Renacimiento y la Revolución Industrial. +100% al Turismo por las maravillas de cualquier época.

Contexto histórico
Los franceses han aportado a la civilización la alta cocina, la alta costura y otras cosas "altas", como la Torre Eiffel. La cultura no es la única aportación de los franceses, y a lo largo de la historia han deleitado a la humanidad con la Guerra de los Cien Años, el periodo del "Terror" o las invasiones napoleónicas.

Cuando los romanos cesaron en su empeño de gobernar a los galos, a principios de la época oscura de la Edad Media surgieron varios reinos francos en su mayoría de corta duración. Por fin, de la parte occidental del imperio de Carlomagno emergió el reino de Francia occidental. Tras la muerte del último rey carolingio, y con el fin de evitar el derramamiento de sangre de una guerra civil dinástica, el arzobispo de Reims convocó a los grandes señores de Francia para que eligiesen a un nuevo gobernante. El duque Hugo Capeto de Ile-de-France fue nombrado rey y coronado por el prelado de Reims en julio de 987. Así nació la Francia moderna y se instauró la dinastía que ocupó el trono durante más tiempo (desde ese año hasta 1848, con algunas desafortunadas interrupciones).

El largo reinado de los Capeto tiene varios fundamentos. Los reyes Capeto eran católicos, aunque no todos igual de devotos, y su alianza con la Iglesia favorecía un fuerte gobierno central en Francia. Con el tiempo, otros monarcas (excepto los ingleses) llegaron a reconocer que su linaje era ilustre, antiguo y superior al resto. Los Capeto también gozaban de unas relaciones familiares cordiales que facilitaban las sucesiones. Según la tradición, los hermanos menores del rey recibían infantados (ducados, condados, pueblos) para mitigar los rencores sobre el reinado del primogénito (las hermanas no los recibían y solían contraer matrimonio lo antes posible tras una sucesión). A diferencia de la mayoría de países europeos, y exceptuando los conflictos internos religiosos entre católicos y hugonotes, Francia evitó las guerras civiles. Durante su reinado, prosperaron las artes, el comercio, la religión (al menos el catolicismo) y la educación (la Universidad de París o "Sorbona" fue fundada hacia el año 1150), por lo que, en términos generales, contaban con el apoyo del pueblo.

Durante los dos siglos siguientes, el poder y la influencia de los Capeto aumentaron, aunque no siempre por sus buenas acciones: participaron en las cruzadas para liberar la Tierra Santa, se involucraron en las disputas de las ciudades-estado italianas, persiguieron los movimientos heréticos en Francia (normalmente derramando mucha sangre), mataron a los caballeros templarios en 1312 para apoderarse de su riqueza e intervinieron en la Guerra de los Cien Años (en realidad fueron 116).

A principios del siglo XIV, Francia era el país más poderoso de Europa. Los Plantagenet, reyes de Inglaterra, poseían Aquitania y podían aspirar al trono francés, pero no presentaron oposición cuando Felipe VI fue nombrado rey en 1328. Sin embargo, en 1337 Felipe VI confiscó Aquitania y Eduardo III de Inglaterra reclamó su derecho al trono, provocando el estallido de la guerra entre las dos dinastías. En julio de 1346, Eduardo invadió Francia, imponiéndose en la famosa batalla de Crecy (una masacre de caballeros franceses) y capturando el puerto de Calais. Luego, la peste negra causaría estragos en la población y retrasaría las campañas de la guerra, para disgusto de una nueva generación de nobles.

En 1356 la peste llegó a su fin y se retomó el derramamiento de sangre. En septiembre de ese año, Eduardo, el Príncipe Negro, capturó al rey francés y mató a gran parte de la nobleza en Poitiers; Francia se negó a pagar el rescate y el rey Juan II moriría en cautiverio. La guerra prosiguió hasta que, tras la sangrienta batalla de Azincourt, el Tratado de Troyes de 1420 declaró la unión de las coronas de Francia e Inglaterra con el rey Enrique VI, acuerdo que no contentó a todo el mundo. El delfín Carlos VII fue declarado ilegítimo y no subió al trono, pero muchos patriotas franceses preferían a cualquier monarca francés antes que a uno inglés. Entre estos patriotas se encontraba una extraña joven (oía voces y tenía visiones divinas) llamada Juana. En pocos años, Juana de Arco se convirtió en la heroína del triunfo francés que hizo retroceder a los ingleses en todos los frentes. Carlos fue coronado rey en 1429 y, en 1431, Juana fue acusada de herejía y condenada a morir en la hoguera.

Como consecuencia de todo esto, el trono de Francia ahora estaba ocupado por la casa de Valois, una rama de los Capeto con más poder e influencia que sus antepasados. Aunque Felipe I (el Amoroso, 1060-1108) apenas fue capaz de controlar a los barones parisinos, el Borbón Enrique IV (1589-1610) podía desafiar al papa y al emperador del Sacro Imperio romano germánico. En general, los mandatos de estos monarcas fueron breves, pero su impacto en el curso de la historia fue superior al de sus predecesores.

Durante los reinados de Luis XIII el Justo, Luis XIV el Rey Sol, Luis XV el Bienamado y el desafortunado Luis XVI (el guillotinado), Francia se convirtió en una de las grandes potencias del continente y en el centro de la cultura y la sofisticación europeas. Los exploradores de Luis XIII establecieron colonias francesas en el norte de África, las Américas y Asia. Durante el largo reinado del Rey Sol desaparecieron los últimos vestigios del feudalismo y se terminó casi en su totalidad el palacio de Versalles; surgieron destacados generales, como Turenne y Vauban, escritores de la talla de Moliere y Racine, y grandes artistas en todas las disciplinas. Con el mecenazgo de Luis XV, Madame de Pompadour, una de las amantes más famosas de la historia, tuvo una gran influencia en las artes, sobre todo en la arquitectura y en el diseño de interiores (esos muebles que llevan el nombre del monarca). En pocos años, Francia pasó del sombrío gótico al refinado rococó, pero el Antiguo Régimen llegaría a su fin en 1789.

En julio de ese año, cansados de las diferencias entre ricos y pobres, los habitantes de París tomaron la Bastilla, rompieron las cadenas de la monarquía, dando lugar al republicanismo, y la revolución comenzó a extenderse por todo el país. Motivados por los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad y las ideas de jóvenes como Robespierre, Danton y Marat, instauraron "El Terror" y guillotinaron a miles de ciudadanos pudientes y a cualquiera que se opusiese al Comité de Salvación Pública. La constitución de junio de 1793 estableció la Primera República Francesa; posteriormente, casi todos sus autores fueron encarcelados o guillotinados. El resto de monarquías europeas no podían consentir estas ideas liberales y la Primera Coalición (formada por Austria, Prusia, Gran Bretaña y España entre otras naciones) atacó Francia.

En 1795, un Directorio formado por cinco miembros electos comienza a gobernar, pero su etapa sería breve. Tras los éxitos cosechados para la República en el campo de batalla, en noviembre de 1799, el corso Napoleón Bonaparte derrocó el Directorio mediante un golpe de estado e instauro el Primer Imperio francés. Durante los quince años siguientes, Francia se enfrentaría a seis coaliciones, aplastando a casi todas. Pero las fuerzas que tenía en su contra eran abrumadoras; Francia perdió miles de hombres en la Península Ibérica y Rusia; la Armada británica tenía el control de los mares. Napoleón tuvo que vender Luisiana a Estados Unidos para financiar el ejército. Finalmente, tras la histórica retirada de Rusia, la Sexta Coalición derrotó a la Grande Armée en Leipzig, entró en París en marzo de 1814, exilió a Napoleón a la isla de Elba y reinstauró la monarquía de los Borbones.

Pero la paz no duraría mucho tiempo. Bonaparte regresó a Francia y volvió a reunir un ejército. Luis XVIII, que sufría de gota y tenía algo de sentido común, huyó de París y se refugió en los Países Bajos. Las monarquías europeas formaron otra coalición y, tras cien días, derrotaron a los franceses en la batalla de Waterloo. Napoleón fue desterrado y encarcelado definitivamente en la isla de Santa Elena, donde fallecería en 1821 a los 51 años. Francia volvería a ser una monarquía hasta que la revolución de 1848 acabó con los Capeto e instauró la Segunda República. Tres años después, siguiendo los pasos de su tío, Luis Napoleón Bonaparte da un golpe de estado y funda el segundo Imperio francés.

Este imperio llegaría a su fin en 1870, cuando los prusianos capturaron a Napoleón III en la batalla de Sedán durante la guerra franco-prusiana. Una turba parisina que exigía cambios invadió la Asamblea Nacional; los delegados instauraron entonces la Tercera República y la emperatriz huyó a Inglaterra, dejando a Francia de nuevo en manos del republicanismo. En el proceso, los prusianos obtuvieron Alsacia y Lorena y unificaron Alemania, pero esa es otra historia.

En conjunto, la Tercera República desempeñó un buen papel. Mejoró las relaciones con Inglaterra, Rusia y Estados Unidos y afianzó su dominio sobre las colonias restantes. La decadente París se convirtió en la capital mundial del libertinaje y los placeres pecaminosos; miles de turistas visitaban el Moulin Rouge, Le Crazy Horse Saloon, el Bal Bullier y la margen izquierda del Sena en plena época de la "belle époque" y los movimientos vanguardistas; además, los franceses eran el referente de la moda y la gastronomía. Francia logró superar la Primera Guerra Mundial sin sufrir un cambio de gobierno, aunque las consecuencias del conflicto resultaron devastadoras para su economía.

La Tercera República perduraría hasta 1940, cuando fue instaurado el régimen de Vichy en la Francia no ocupada por los alemanes. Tras cuatro años brutales, los ingleses y los estadounidenses liberaron el país durante el verano y el otoño de 1944, concluyendo el gobierno en el exilio de la Francia Libre de Charles de Gaulle. En 1945, la Alemania nazi fue derrotada y finalizó la Segunda Guerra Mundial. La Cuarta República vio la luz con la aprobación de la nueva constitución en 1946.

La crisis de Argelia de 1958 propició la caída de esta Cuarta República. Tras quedar asolado el país durante la Guerra Mundial, los líderes franceses derramaron más sangre en su intento de aferrarse a un imperio colonial en decadencia, sobre todo en Indochina y Argelia. La Guerra del Sinaí en 1956 supuso un nuevo desastre para Francia. En mayo de 1958, Charles de Gaulle vuelve a asumir el poder con el apoyo de la Asamblea Nacional, instaura la Quinta República y proclama una "política de grandeza", pues la grandeza forma parte de la idiosincrasia de Francia y así ha sido desde entonces.
PortraitSquare
icon_civilization_france

Rasgos

Líderes
icon_leader_catherine_de_medici
Catalina de Médici (Reina negra)
icon_leader_eleanor_france
Leonor de Aquitania (Francia)
icon_leader_default
Catalina de Médici (de la magnificencia)
Unidades especiales
icon_unit_french_garde_imperiale
Garde Impériale
Infraestructura especial
icon_improvement_chateau
Château

Geografía y datos sociales

Ubicación
Europa
Tamaño
Sobre 640 600 kilómetros cuadrados
Población
Sobre 66 600 000
Capital
Varias (Orleans, Tours, Versalles, Vichy, principalmente París)
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Catalina de Médici (Reina negra)
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Población
Sobre 66 600 000
Capital
Varias (Orleans, Tours, Versalles, Vichy, principalmente París)
Habilidad exclusiva

Grand Tour

+20% a la Producción para las maravillas de la Edad Media, el Renacimiento y la Revolución Industrial. +100% al Turismo por las maravillas de cualquier época.

Contexto histórico
Los franceses han aportado a la civilización la alta cocina, la alta costura y otras cosas "altas", como la Torre Eiffel. La cultura no es la única aportación de los franceses, y a lo largo de la historia han deleitado a la humanidad con la Guerra de los Cien Años, el periodo del "Terror" o las invasiones napoleónicas.

Cuando los romanos cesaron en su empeño de gobernar a los galos, a principios de la época oscura de la Edad Media surgieron varios reinos francos en su mayoría de corta duración. Por fin, de la parte occidental del imperio de Carlomagno emergió el reino de Francia occidental. Tras la muerte del último rey carolingio, y con el fin de evitar el derramamiento de sangre de una guerra civil dinástica, el arzobispo de Reims convocó a los grandes señores de Francia para que eligiesen a un nuevo gobernante. El duque Hugo Capeto de Ile-de-France fue nombrado rey y coronado por el prelado de Reims en julio de 987. Así nació la Francia moderna y se instauró la dinastía que ocupó el trono durante más tiempo (desde ese año hasta 1848, con algunas desafortunadas interrupciones).

El largo reinado de los Capeto tiene varios fundamentos. Los reyes Capeto eran católicos, aunque no todos igual de devotos, y su alianza con la Iglesia favorecía un fuerte gobierno central en Francia. Con el tiempo, otros monarcas (excepto los ingleses) llegaron a reconocer que su linaje era ilustre, antiguo y superior al resto. Los Capeto también gozaban de unas relaciones familiares cordiales que facilitaban las sucesiones. Según la tradición, los hermanos menores del rey recibían infantados (ducados, condados, pueblos) para mitigar los rencores sobre el reinado del primogénito (las hermanas no los recibían y solían contraer matrimonio lo antes posible tras una sucesión). A diferencia de la mayoría de países europeos, y exceptuando los conflictos internos religiosos entre católicos y hugonotes, Francia evitó las guerras civiles. Durante su reinado, prosperaron las artes, el comercio, la religión (al menos el catolicismo) y la educación (la Universidad de París o "Sorbona" fue fundada hacia el año 1150), por lo que, en términos generales, contaban con el apoyo del pueblo.

Durante los dos siglos siguientes, el poder y la influencia de los Capeto aumentaron, aunque no siempre por sus buenas acciones: participaron en las cruzadas para liberar la Tierra Santa, se involucraron en las disputas de las ciudades-estado italianas, persiguieron los movimientos heréticos en Francia (normalmente derramando mucha sangre), mataron a los caballeros templarios en 1312 para apoderarse de su riqueza e intervinieron en la Guerra de los Cien Años (en realidad fueron 116).

A principios del siglo XIV, Francia era el país más poderoso de Europa. Los Plantagenet, reyes de Inglaterra, poseían Aquitania y podían aspirar al trono francés, pero no presentaron oposición cuando Felipe VI fue nombrado rey en 1328. Sin embargo, en 1337 Felipe VI confiscó Aquitania y Eduardo III de Inglaterra reclamó su derecho al trono, provocando el estallido de la guerra entre las dos dinastías. En julio de 1346, Eduardo invadió Francia, imponiéndose en la famosa batalla de Crecy (una masacre de caballeros franceses) y capturando el puerto de Calais. Luego, la peste negra causaría estragos en la población y retrasaría las campañas de la guerra, para disgusto de una nueva generación de nobles.

En 1356 la peste llegó a su fin y se retomó el derramamiento de sangre. En septiembre de ese año, Eduardo, el Príncipe Negro, capturó al rey francés y mató a gran parte de la nobleza en Poitiers; Francia se negó a pagar el rescate y el rey Juan II moriría en cautiverio. La guerra prosiguió hasta que, tras la sangrienta batalla de Azincourt, el Tratado de Troyes de 1420 declaró la unión de las coronas de Francia e Inglaterra con el rey Enrique VI, acuerdo que no contentó a todo el mundo. El delfín Carlos VII fue declarado ilegítimo y no subió al trono, pero muchos patriotas franceses preferían a cualquier monarca francés antes que a uno inglés. Entre estos patriotas se encontraba una extraña joven (oía voces y tenía visiones divinas) llamada Juana. En pocos años, Juana de Arco se convirtió en la heroína del triunfo francés que hizo retroceder a los ingleses en todos los frentes. Carlos fue coronado rey en 1429 y, en 1431, Juana fue acusada de herejía y condenada a morir en la hoguera.

Como consecuencia de todo esto, el trono de Francia ahora estaba ocupado por la casa de Valois, una rama de los Capeto con más poder e influencia que sus antepasados. Aunque Felipe I (el Amoroso, 1060-1108) apenas fue capaz de controlar a los barones parisinos, el Borbón Enrique IV (1589-1610) podía desafiar al papa y al emperador del Sacro Imperio romano germánico. En general, los mandatos de estos monarcas fueron breves, pero su impacto en el curso de la historia fue superior al de sus predecesores.

Durante los reinados de Luis XIII el Justo, Luis XIV el Rey Sol, Luis XV el Bienamado y el desafortunado Luis XVI (el guillotinado), Francia se convirtió en una de las grandes potencias del continente y en el centro de la cultura y la sofisticación europeas. Los exploradores de Luis XIII establecieron colonias francesas en el norte de África, las Américas y Asia. Durante el largo reinado del Rey Sol desaparecieron los últimos vestigios del feudalismo y se terminó casi en su totalidad el palacio de Versalles; surgieron destacados generales, como Turenne y Vauban, escritores de la talla de Moliere y Racine, y grandes artistas en todas las disciplinas. Con el mecenazgo de Luis XV, Madame de Pompadour, una de las amantes más famosas de la historia, tuvo una gran influencia en las artes, sobre todo en la arquitectura y en el diseño de interiores (esos muebles que llevan el nombre del monarca). En pocos años, Francia pasó del sombrío gótico al refinado rococó, pero el Antiguo Régimen llegaría a su fin en 1789.

En julio de ese año, cansados de las diferencias entre ricos y pobres, los habitantes de París tomaron la Bastilla, rompieron las cadenas de la monarquía, dando lugar al republicanismo, y la revolución comenzó a extenderse por todo el país. Motivados por los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad y las ideas de jóvenes como Robespierre, Danton y Marat, instauraron "El Terror" y guillotinaron a miles de ciudadanos pudientes y a cualquiera que se opusiese al Comité de Salvación Pública. La constitución de junio de 1793 estableció la Primera República Francesa; posteriormente, casi todos sus autores fueron encarcelados o guillotinados. El resto de monarquías europeas no podían consentir estas ideas liberales y la Primera Coalición (formada por Austria, Prusia, Gran Bretaña y España entre otras naciones) atacó Francia.

En 1795, un Directorio formado por cinco miembros electos comienza a gobernar, pero su etapa sería breve. Tras los éxitos cosechados para la República en el campo de batalla, en noviembre de 1799, el corso Napoleón Bonaparte derrocó el Directorio mediante un golpe de estado e instauro el Primer Imperio francés. Durante los quince años siguientes, Francia se enfrentaría a seis coaliciones, aplastando a casi todas. Pero las fuerzas que tenía en su contra eran abrumadoras; Francia perdió miles de hombres en la Península Ibérica y Rusia; la Armada británica tenía el control de los mares. Napoleón tuvo que vender Luisiana a Estados Unidos para financiar el ejército. Finalmente, tras la histórica retirada de Rusia, la Sexta Coalición derrotó a la Grande Armée en Leipzig, entró en París en marzo de 1814, exilió a Napoleón a la isla de Elba y reinstauró la monarquía de los Borbones.

Pero la paz no duraría mucho tiempo. Bonaparte regresó a Francia y volvió a reunir un ejército. Luis XVIII, que sufría de gota y tenía algo de sentido común, huyó de París y se refugió en los Países Bajos. Las monarquías europeas formaron otra coalición y, tras cien días, derrotaron a los franceses en la batalla de Waterloo. Napoleón fue desterrado y encarcelado definitivamente en la isla de Santa Elena, donde fallecería en 1821 a los 51 años. Francia volvería a ser una monarquía hasta que la revolución de 1848 acabó con los Capeto e instauró la Segunda República. Tres años después, siguiendo los pasos de su tío, Luis Napoleón Bonaparte da un golpe de estado y funda el segundo Imperio francés.

Este imperio llegaría a su fin en 1870, cuando los prusianos capturaron a Napoleón III en la batalla de Sedán durante la guerra franco-prusiana. Una turba parisina que exigía cambios invadió la Asamblea Nacional; los delegados instauraron entonces la Tercera República y la emperatriz huyó a Inglaterra, dejando a Francia de nuevo en manos del republicanismo. En el proceso, los prusianos obtuvieron Alsacia y Lorena y unificaron Alemania, pero esa es otra historia.

En conjunto, la Tercera República desempeñó un buen papel. Mejoró las relaciones con Inglaterra, Rusia y Estados Unidos y afianzó su dominio sobre las colonias restantes. La decadente París se convirtió en la capital mundial del libertinaje y los placeres pecaminosos; miles de turistas visitaban el Moulin Rouge, Le Crazy Horse Saloon, el Bal Bullier y la margen izquierda del Sena en plena época de la "belle époque" y los movimientos vanguardistas; además, los franceses eran el referente de la moda y la gastronomía. Francia logró superar la Primera Guerra Mundial sin sufrir un cambio de gobierno, aunque las consecuencias del conflicto resultaron devastadoras para su economía.

La Tercera República perduraría hasta 1940, cuando fue instaurado el régimen de Vichy en la Francia no ocupada por los alemanes. Tras cuatro años brutales, los ingleses y los estadounidenses liberaron el país durante el verano y el otoño de 1944, concluyendo el gobierno en el exilio de la Francia Libre de Charles de Gaulle. En 1945, la Alemania nazi fue derrotada y finalizó la Segunda Guerra Mundial. La Cuarta República vio la luz con la aprobación de la nueva constitución en 1946.

La crisis de Argelia de 1958 propició la caída de esta Cuarta República. Tras quedar asolado el país durante la Guerra Mundial, los líderes franceses derramaron más sangre en su intento de aferrarse a un imperio colonial en decadencia, sobre todo en Indochina y Argelia. La Guerra del Sinaí en 1956 supuso un nuevo desastre para Francia. En mayo de 1958, Charles de Gaulle vuelve a asumir el poder con el apoyo de la Asamblea Nacional, instaura la Quinta República y proclama una "política de grandeza", pues la grandeza forma parte de la idiosincrasia de Francia y así ha sido desde entonces.
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