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Tierra Cri

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Zululandia

Líderes

Brasil
Habilidad exclusiva

Amazonia

Las casillas de Selva tropical proporcionan +1 de bonificación por adyacencia por los distritos de Campus, Centro comercial, Lugar sagrado y Teatro, y otorgan +1 de Atractivo a las casillas adyacentes en lugar del habitual -1.

Contexto histórico
Paulo Coelho, el novelista brasileño más prestigioso, escribió sobre sus paisanos: "Buscaban el tesoro de su leyenda personal, sin desear vivir su propia leyenda". Aunque los brasileños disfrutan de la séptima mayor economía del mundo (y en crecimiento), una rica diversidad cultural, el mejor nivel de vida del continente y uno de los principales ecosistemas del planeta, son conocidos sobre todo por su carácter festivo y alegre. Sin entrar a valorar si dicha idea preconcebida está justificada, el pasado de Brasil no ha sido ni mucho menos un carnaval. De hecho, ha sido bastante duro en su mayoría.

Cuando en 1494 el papa decidió repartir el Nuevo Mundo mediante el Tratado de Tordesillas, Portugal recibió la parte oriental del pastel. Pedro Cabral tomó posesión de las tierras en abril del 1500, cuando la flota que comandaba por las costas africanas y tras bordear el cabo de Buena Esperanza fue arrastrada tan al oeste que acabó en Sudamérica por error. En el momento de su llegada, había unas dos mil tribus indígenas seminómadas en la costa y la cuenca del Amazonas que subsistían gracias a la caza, la pesca, la agricultura migratoria, la guerra de tribus y el canibalismo. Como estaba claro que los indígenas no eran "buenos cristianos" y no iban a hacer nada con unas tierras tan fértiles, los primeros inmigrantes portugueses empezaron a apropiarse de ellas en 1532.

El descubrimiento del palo de Pernambuco (o palo de Brasil) –una madera densa y dura de color anaranjado muy preciada como tinte y para la elaboración de muebles e instrumentos musicales– suscitó el interés de la corona. En el año 1534, el rey Juan III fomentó más empresas coloniales privadas. En 1549, el rey nombró a un gobernador general y Brasil se convirtió oficialmente en una colonia portuguesa. En las guerras contra los franceses, los portugueses extendieron lentamente sus tierras hacia norte y sur, y tomaron Río de Janeiro en 1567 y São Luís en 1615. En el año 1680, se apoderaron de las tierras aledañas al Río de la Plata, que se convirtieron en su territorio más meridional. Mientras tanto, tomaron los bastiones británicos y holandeses del Amazonas y, como sucedía en todas las Américas, las tribus indígenas se vieron asimiladas, esclavizadas o exterminadas.

La colonización de Brasil estuvo repleta de peligros. Cientos de miles de indígenas murieron debido a las enfermedades traídas por los europeos, y las fiebres indígenas mataron a miles de europeos. El interior era cálido y húmedo, estaba formado en su mayoría por selvas, zonas pantanosas y ríos, y el más mínimo rasguño podía suponer una muerte lenta. A esto hay que añadir las balas de los colonizadores, el apetito de los indígenas, las plantas venenosas, los animales hambrientos o las picaduras de los mosquitos. Las leyendas hablaban de serpientes gigantes capaces de devorar a un hombre y de peces con dientes afilados. Aun así, los tenaces portugueses siguieron avanzando tierra adentro y se asentaron en las márgenes de los ríos, donde montaron puestos y crearon plantaciones.

A finales del siglo XVII, Brasil era la colonia más grande e importante de las diseminadas colonias de Portugal. Además del palo de Pernambuco, había otros productos importantes que también se exportaban, como el azúcar, los tintes y las especias. Los portugueses empezaron a importar esclavos de África para satisfacer la creciente demanda internacional de estos bienes y, finalmente, Portugal acabaría por convertirse en una de las naciones esclavistas más importantes, contándose los esclavos de Brasil por cientos de miles. ¿Por qué iba un colonizador a arriesgar su vida trabajando en la selva cuando podía hacerlo un esclavo? Al mismo tiempo, los buscadores de minerales preciosos habían buscado en vano oro en las selvas y colinas de Brasil hasta que se descubrieron grandes yacimientos en Minas Gerais. La consiguiente fiebre del oro arrojó sumas tan grandes que la capital colonial pasó de Salvador, al sur, a Río de Janeiro en 1763 para poder administrar mejor la nueva riqueza.

A lo largo de la costa, ciudades portuarias como Río, Recife, Maceio o Fortaleza prosperaron y se convirtieron en los núcleos culturales de la colonia. Contaban con iglesias, escuelas, teatros, tabernas, casas de dudosa reputación, sociedades de socorro femeninas y otras comodidades de la civilización para disfrute de los miles de emigrantes de la metrópoli. En 1808, la familia real portuguesa, encabezada por María la Loca, y sus ministros llegaron a Río de Janeiro huyendo de la invasión napoleónica. El príncipe regente Juan, que gobernaba en lugar de su madre, incapacitada debido a una enfermedad mental, estableció su nueva capital en Río y gobernó el imperio desde allí.

Mientras estuvo afincado en Brasil, instauró todos los ministerios de una capital soberana, además de fundar una biblioteca real, una academia militar, una ceca real, una imprenta y una facultad de medicina y otra de derecho. En 1815, Juan otorgó a Brasil la categoría de reino, con la misma consideración que Portugal en el imperio. Tras la derrota de Francia, prefirió quedarse en Brasil hasta que se le reclamó en Portugal para encargarse de las revueltas de unos radicales. En abril de 1821, Juan nombró a su hijo Pedro regente. Los ministros de Pedro, muchos nacidos brasileños, le instaron a declarar la independencia de Brasil tras la partida del ejército portugués, y el joven regente la proclamó en septiembre de 1822. A los tres meses fue coronado emperador Pedro I. En 1825, el gobierno portugués reconoció oficialmente la soberanía de Brasil y, en menos de un año, la mayoría de monarcas europeos hicieron lo propio.

Pedro I quiso asegurarse de que Brasil no sufriera las disensiones y revoluciones que estaban azotando a los vecinos sudamericanos de Brasil. Para ello, fue el arquitecto principal de una nueva constitución, una bastante liberal y avanzada para la época. Pero Pedro se vio cada vez más involucrado en los asuntos de Portugal y, en 1831, abdicó en favor de su hijo de cinco años para regresar a Europa a recuperar el trono. Para llenar el vacío que había dejado su repentina partida, declararon mayor de edad al hijo de Pedro a los 14 años y lo coronaron emperador Pedro II en menos de un año. El reinado de cinco décadas del nuevo emperador fue ilustrado y progresista, con una actitud y sofisticación de marcado carácter europeo, y Brasil disfrutó de una "edad de oro" en todos los aspectos: político, económico, industrial, social y cultural. Con Pedro II, Brasil ganó tres guerras, aumentó su reputación internacional, modernizó y reformó su sistema legal y monetario, impulsó su diversidad agrícola y abolió la esclavitud, aunque esto último había erosionado sus simpatías entre la aristocracia de terratenientes. Además, a medida que se hacía mayor, Pedro II fue perdiendo el contacto con la nueva clase media urbana y los movimientos liberales de estudiantes que sus ideales y políticas habían auspiciado. Aunque su pueblo aún lo amaba, en noviembre de 1889, un golpe militar incruento depuso a Pedro e instauró una república de corta duración. Patriota hasta el fin, cuando partió a su exilio, Pedro II expresó sus "ardientes deseos de grandeza y prosperidad para Brasil".

Durante el siglo siguiente, entre algunos breves periodos de democracia, una serie de dictadores o juntas militares gobernaron Brasil. En 1894, en un ambiente de paz generalizado, el general Peixoto cedió a regañadientes la presidencia al primer civil en detentar el cargo, Prudente de Morais. Había sido gobernador del riquísimo estado cafetero de São Paulo y fue considerado el primero de los "presidentes del café". Estos presidentes, básicamente acaudalados terratenientes de São Paulo y de Minas Gerais, ayudaron a reformar la economía, a modernizar las infraestructuras de la nación, a conservar la paz y a dirigir el país en una época atribulada en el resto de países mediante una política prácticamente aislacionista. Al obrar de este modo, ofrecieron poca democracia real, puesto que solo se permitía votar a la minoría de latifundistas, las elecciones fraudulentas eran habituales y los caciques políticos maniobraban con casi total impunidad mientras apoyaran al presidente en el poder.

Dos hechos terminaron al fin con el periodo de los "presidentes del café". Primero, los precios del café se desplomaron durante la depresión mundial de los años 30, y sin dinero era complicado ser elegido. Segundo, un movimiento compuesto de jóvenes oficiales (los "tenentes") ganó influencia. Partidarios del populismo, los tenentes no propugnaban la democracia, sino la reforma y el progreso; creían fervientemente que solo el ejército podría llevar al país a la edad moderna. Para ello, los jóvenes oficiales pensaban desbancar a los políticos civiles, ampliar el alcance del gobierno federal, modernizar el ejército y erradicar el regionalismo mediante un gobierno fuerte y centralizado. La depresión y el malestar general llevaron a Getulio Vargas, un candidato a la presidencia derrotado, a hacerse con el control con el apoyo de los tenentes.

Se suponía que Vargas solo tenía que asumir el poder temporalmente, mientras durase la crisis económica; pero, en vez de ello, cerró el Congreso, anuló la constitución y sustituyó a los gobernadores estatales brasileños por sus partidarios, en su mayor parte oficiales del ejército. Tras un fallido golpe de estado comunista en 1935 y otro fascista en 1938, también fallido, el régimen de Vargas se convirtió en una dictadura completa, famosa por su brutalidad y censura de prensa. En 1964, otro golpe militar más depuso al gobierno civil. Aunque sus métodos fueron duros, la nueva junta fue menos brutal que las de otras partes del continente. Además, propició el capitalismo, la modernización y los tratados internacionales, siendo extremadamente popular entre las clases bajas y medias incluso durante los años de arrestos, torturas y ejecuciones sin juicio previo. El general Ernesto Geisel asumió la presidencia en 1974 y, sorprendentemente, comenzó una política "lenta, gradual y segura" de devolverle el poder al gobierno democrático. Con los años, puso fin a la tortura de los prisioneros políticos, la censura de prensa y, por último, a la propia junta. Su sucesor continuó el proceso y, en 1985, las primeras elecciones libres convirtieron a José Sarney en presidente, después de que unos problemas de salud que acabarían con su vida no permitieran a Tancredo Neves asumir el cargo.
PortraitSquare
icon_civilization_brazil

Rasgos

Líderes
icon_leader_pedro
Pedro II
Unidades especiales
icon_unit_brazilian_minas_geraes
Acorazado Minas Gerais
Infraestructura especial
icon_district_street_carnival
Carnaval callejero
icon_civilization_unknown
Copacabana

Geografía y datos sociales

Ubicación
América del Sur
Tamaño
Sobre 8 500 000 kilómetros cuadrados
Población
Sobre 193 000 000
Capital
Varias (El Salvador, Río de Janeiro, actualmente Brasilia)
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Líderes
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Pedro II
Unidades especiales
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Acorazado Minas Gerais
Infraestructura especial
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Carnaval callejero
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Copacabana

Geografía y datos sociales

Ubicación
América del Sur
Tamaño
Sobre 8 500 000 kilómetros cuadrados
Población
Sobre 193 000 000
Capital
Varias (El Salvador, Río de Janeiro, actualmente Brasilia)
Habilidad exclusiva

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Las casillas de Selva tropical proporcionan +1 de bonificación por adyacencia por los distritos de Campus, Centro comercial, Lugar sagrado y Teatro, y otorgan +1 de Atractivo a las casillas adyacentes en lugar del habitual -1.

Contexto histórico
Paulo Coelho, el novelista brasileño más prestigioso, escribió sobre sus paisanos: "Buscaban el tesoro de su leyenda personal, sin desear vivir su propia leyenda". Aunque los brasileños disfrutan de la séptima mayor economía del mundo (y en crecimiento), una rica diversidad cultural, el mejor nivel de vida del continente y uno de los principales ecosistemas del planeta, son conocidos sobre todo por su carácter festivo y alegre. Sin entrar a valorar si dicha idea preconcebida está justificada, el pasado de Brasil no ha sido ni mucho menos un carnaval. De hecho, ha sido bastante duro en su mayoría.

Cuando en 1494 el papa decidió repartir el Nuevo Mundo mediante el Tratado de Tordesillas, Portugal recibió la parte oriental del pastel. Pedro Cabral tomó posesión de las tierras en abril del 1500, cuando la flota que comandaba por las costas africanas y tras bordear el cabo de Buena Esperanza fue arrastrada tan al oeste que acabó en Sudamérica por error. En el momento de su llegada, había unas dos mil tribus indígenas seminómadas en la costa y la cuenca del Amazonas que subsistían gracias a la caza, la pesca, la agricultura migratoria, la guerra de tribus y el canibalismo. Como estaba claro que los indígenas no eran "buenos cristianos" y no iban a hacer nada con unas tierras tan fértiles, los primeros inmigrantes portugueses empezaron a apropiarse de ellas en 1532.

El descubrimiento del palo de Pernambuco (o palo de Brasil) –una madera densa y dura de color anaranjado muy preciada como tinte y para la elaboración de muebles e instrumentos musicales– suscitó el interés de la corona. En el año 1534, el rey Juan III fomentó más empresas coloniales privadas. En 1549, el rey nombró a un gobernador general y Brasil se convirtió oficialmente en una colonia portuguesa. En las guerras contra los franceses, los portugueses extendieron lentamente sus tierras hacia norte y sur, y tomaron Río de Janeiro en 1567 y São Luís en 1615. En el año 1680, se apoderaron de las tierras aledañas al Río de la Plata, que se convirtieron en su territorio más meridional. Mientras tanto, tomaron los bastiones británicos y holandeses del Amazonas y, como sucedía en todas las Américas, las tribus indígenas se vieron asimiladas, esclavizadas o exterminadas.

La colonización de Brasil estuvo repleta de peligros. Cientos de miles de indígenas murieron debido a las enfermedades traídas por los europeos, y las fiebres indígenas mataron a miles de europeos. El interior era cálido y húmedo, estaba formado en su mayoría por selvas, zonas pantanosas y ríos, y el más mínimo rasguño podía suponer una muerte lenta. A esto hay que añadir las balas de los colonizadores, el apetito de los indígenas, las plantas venenosas, los animales hambrientos o las picaduras de los mosquitos. Las leyendas hablaban de serpientes gigantes capaces de devorar a un hombre y de peces con dientes afilados. Aun así, los tenaces portugueses siguieron avanzando tierra adentro y se asentaron en las márgenes de los ríos, donde montaron puestos y crearon plantaciones.

A finales del siglo XVII, Brasil era la colonia más grande e importante de las diseminadas colonias de Portugal. Además del palo de Pernambuco, había otros productos importantes que también se exportaban, como el azúcar, los tintes y las especias. Los portugueses empezaron a importar esclavos de África para satisfacer la creciente demanda internacional de estos bienes y, finalmente, Portugal acabaría por convertirse en una de las naciones esclavistas más importantes, contándose los esclavos de Brasil por cientos de miles. ¿Por qué iba un colonizador a arriesgar su vida trabajando en la selva cuando podía hacerlo un esclavo? Al mismo tiempo, los buscadores de minerales preciosos habían buscado en vano oro en las selvas y colinas de Brasil hasta que se descubrieron grandes yacimientos en Minas Gerais. La consiguiente fiebre del oro arrojó sumas tan grandes que la capital colonial pasó de Salvador, al sur, a Río de Janeiro en 1763 para poder administrar mejor la nueva riqueza.

A lo largo de la costa, ciudades portuarias como Río, Recife, Maceio o Fortaleza prosperaron y se convirtieron en los núcleos culturales de la colonia. Contaban con iglesias, escuelas, teatros, tabernas, casas de dudosa reputación, sociedades de socorro femeninas y otras comodidades de la civilización para disfrute de los miles de emigrantes de la metrópoli. En 1808, la familia real portuguesa, encabezada por María la Loca, y sus ministros llegaron a Río de Janeiro huyendo de la invasión napoleónica. El príncipe regente Juan, que gobernaba en lugar de su madre, incapacitada debido a una enfermedad mental, estableció su nueva capital en Río y gobernó el imperio desde allí.

Mientras estuvo afincado en Brasil, instauró todos los ministerios de una capital soberana, además de fundar una biblioteca real, una academia militar, una ceca real, una imprenta y una facultad de medicina y otra de derecho. En 1815, Juan otorgó a Brasil la categoría de reino, con la misma consideración que Portugal en el imperio. Tras la derrota de Francia, prefirió quedarse en Brasil hasta que se le reclamó en Portugal para encargarse de las revueltas de unos radicales. En abril de 1821, Juan nombró a su hijo Pedro regente. Los ministros de Pedro, muchos nacidos brasileños, le instaron a declarar la independencia de Brasil tras la partida del ejército portugués, y el joven regente la proclamó en septiembre de 1822. A los tres meses fue coronado emperador Pedro I. En 1825, el gobierno portugués reconoció oficialmente la soberanía de Brasil y, en menos de un año, la mayoría de monarcas europeos hicieron lo propio.

Pedro I quiso asegurarse de que Brasil no sufriera las disensiones y revoluciones que estaban azotando a los vecinos sudamericanos de Brasil. Para ello, fue el arquitecto principal de una nueva constitución, una bastante liberal y avanzada para la época. Pero Pedro se vio cada vez más involucrado en los asuntos de Portugal y, en 1831, abdicó en favor de su hijo de cinco años para regresar a Europa a recuperar el trono. Para llenar el vacío que había dejado su repentina partida, declararon mayor de edad al hijo de Pedro a los 14 años y lo coronaron emperador Pedro II en menos de un año. El reinado de cinco décadas del nuevo emperador fue ilustrado y progresista, con una actitud y sofisticación de marcado carácter europeo, y Brasil disfrutó de una "edad de oro" en todos los aspectos: político, económico, industrial, social y cultural. Con Pedro II, Brasil ganó tres guerras, aumentó su reputación internacional, modernizó y reformó su sistema legal y monetario, impulsó su diversidad agrícola y abolió la esclavitud, aunque esto último había erosionado sus simpatías entre la aristocracia de terratenientes. Además, a medida que se hacía mayor, Pedro II fue perdiendo el contacto con la nueva clase media urbana y los movimientos liberales de estudiantes que sus ideales y políticas habían auspiciado. Aunque su pueblo aún lo amaba, en noviembre de 1889, un golpe militar incruento depuso a Pedro e instauró una república de corta duración. Patriota hasta el fin, cuando partió a su exilio, Pedro II expresó sus "ardientes deseos de grandeza y prosperidad para Brasil".

Durante el siglo siguiente, entre algunos breves periodos de democracia, una serie de dictadores o juntas militares gobernaron Brasil. En 1894, en un ambiente de paz generalizado, el general Peixoto cedió a regañadientes la presidencia al primer civil en detentar el cargo, Prudente de Morais. Había sido gobernador del riquísimo estado cafetero de São Paulo y fue considerado el primero de los "presidentes del café". Estos presidentes, básicamente acaudalados terratenientes de São Paulo y de Minas Gerais, ayudaron a reformar la economía, a modernizar las infraestructuras de la nación, a conservar la paz y a dirigir el país en una época atribulada en el resto de países mediante una política prácticamente aislacionista. Al obrar de este modo, ofrecieron poca democracia real, puesto que solo se permitía votar a la minoría de latifundistas, las elecciones fraudulentas eran habituales y los caciques políticos maniobraban con casi total impunidad mientras apoyaran al presidente en el poder.

Dos hechos terminaron al fin con el periodo de los "presidentes del café". Primero, los precios del café se desplomaron durante la depresión mundial de los años 30, y sin dinero era complicado ser elegido. Segundo, un movimiento compuesto de jóvenes oficiales (los "tenentes") ganó influencia. Partidarios del populismo, los tenentes no propugnaban la democracia, sino la reforma y el progreso; creían fervientemente que solo el ejército podría llevar al país a la edad moderna. Para ello, los jóvenes oficiales pensaban desbancar a los políticos civiles, ampliar el alcance del gobierno federal, modernizar el ejército y erradicar el regionalismo mediante un gobierno fuerte y centralizado. La depresión y el malestar general llevaron a Getulio Vargas, un candidato a la presidencia derrotado, a hacerse con el control con el apoyo de los tenentes.

Se suponía que Vargas solo tenía que asumir el poder temporalmente, mientras durase la crisis económica; pero, en vez de ello, cerró el Congreso, anuló la constitución y sustituyó a los gobernadores estatales brasileños por sus partidarios, en su mayor parte oficiales del ejército. Tras un fallido golpe de estado comunista en 1935 y otro fascista en 1938, también fallido, el régimen de Vargas se convirtió en una dictadura completa, famosa por su brutalidad y censura de prensa. En 1964, otro golpe militar más depuso al gobierno civil. Aunque sus métodos fueron duros, la nueva junta fue menos brutal que las de otras partes del continente. Además, propició el capitalismo, la modernización y los tratados internacionales, siendo extremadamente popular entre las clases bajas y medias incluso durante los años de arrestos, torturas y ejecuciones sin juicio previo. El general Ernesto Geisel asumió la presidencia en 1974 y, sorprendentemente, comenzó una política "lenta, gradual y segura" de devolverle el poder al gobierno democrático. Con los años, puso fin a la tortura de los prisioneros políticos, la censura de prensa y, por último, a la propia junta. Su sucesor continuó el proceso y, en 1985, las primeras elecciones libres convirtieron a José Sarney en presidente, después de que unos problemas de salud que acabarían con su vida no permitieran a Tancredo Neves asumir el cargo.
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