Alfred Nobel, que dio nombre a los famosos premios, registró más de 350 patentes (muchas relacionadas con explosiones), fundó varias empresas (casi todas dedicadas a la fabricación de armas) y abrió laboratorios en más de 20 países (la mayoría para desarrollar dispositivos explosivos). Alfred simplemente continuó la explosiva tradición familiar, pues su padre, Immanuel Nobel, era fabricante de armas.

Nació en 1833 en Estocolmo y, con 9 años, se trasladó con su familia a San Petersburgo, donde su padre estaba construyendo una fábrica de torpedos. Desde muy joven Alfred mostró un talento especial para la química. A los 18 años se fue a estudiar a Estados Unidos, pero fue en París donde tuvo su primer contacto con la nitroglicerina, un líquido volátil y explosivo inventado en 1847. Fue amor a primera vista. Alfred se dedicó de lleno a desarrollar un método para hacer explotar la nitroglicerina de forma remota y segura; en 1865 patentó el detonador de fulminato de mercurio, gracias al cual amasó su fortuna.

Por desgracia, en sus fábricas solían producirse explosiones, y buscando cómo minimizarlas para reducir los gastos, al mezclar nitroglicerina con un material poroso inventó la dinamita. Poco después desarrolló otro explosivo todavía más estable al que llamó "gelignita" (gelatina explosiva).

Aunque continuó con su pasión por los explosivos, parece ser que los intereses de Alfred cambiaron en la última fase de su vida. En noviembre de 1895, un año antes de morir, dejó escrito en su testamento que la mayor parte de su fortuna debía emplearse para crear una fundación que concediese premios a personas que realizasen contribuciones notables a la civilización.