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Inglaterra
Habilidad exclusiva

Museo Británico

Cada Museo arqueológico contiene 6 artefactos en lugar de 3, y puede tener 2 Arqueólogos a la vez. Los Museos arqueológicos pasan a tener un tema automáticamente cuando contienen 6 artefactos .

Contexto histórico
Hasta la llegada de los normandos, cualquier pueblo capaz de navegar (celtas, bretones, anglos, sajones o vikingos entre otros) había invadido la isla. El reino de Britania se remonta a estas "invasiones normandas". Antes, otros habían intentado unificar a la contenciosa nobleza inglesa; el legendario Arturo lo consiguió, presuntamente, y Guillermo el Conquistador (también conocido como Guillermo el Bastardo) lo hizo realmente. Hoy en día, Gran Bretaña (tras conquistar los reinos de Escocia y Gales) es uno de los líderes de la Unión Europea, la sexta economía mundial, uno de los centros culturales del planeta y cuenta con una población de 64 millones de habitantes.

Tras sobrevivir al resto de pretendientes al trono inglés, entre los que se encontraban el anglosajón Haroldo y el noruego Harald Haardrade, Guillermo de Normandía capturó Dover, Canterbury, Kent, Southwark y el erario real en Winchester. El clero y los condes ingleses cedieron y, en diciembre del año 1066, Guillermo fue coronado rey de Inglaterra en la abadía de Westminster. Dedicó su vida a consolidar el reinado, a sofocar revueltas e incursiones vikingas y a conservar sus tierras en Normandía, pero en 1135 su linaje real desapareció y, tras un breve periodo conocido como "la anarquía", la Casa de Anjou se hizo con el trono.

Tras finalizar la guerra civil (no sería la última) con el Tratado de Wallingford en 1153, los cuatro reyes de Anjou, incluidos el famoso Ricardo Corazón de León y su infame hermano Juan Sin Tierra, se convirtieron en los indiscutibles amos de las tierras. Ellos fueron quienes crearon el escudo de armas real con tres leones dorados, aunque en la isla no había leones. Tan deficiente fue el reinado de Juan (también perdió Normandía en favor de Francia) que en 1215 se vio obligado a firmar la Carta Magna, que en esencia era un tratado de paz entre la corona y los barones rebeldes, y a modificarlo durante los años siguientes. Hasta ese momento, los reyes habían gobernado por "fuerza y voluntad", tomando decisiones unilaterales y arbitrarias; a partir entonces, se sentaron las bases de un "gobierno por ley" que garantizaba los derechos del pueblo, al menos de los terratenientes; los campesinos todavía seguirían perteneciendo a los señores durante siglos.

Obviamente, la historia inglesa no solo es la de sus monarcas y nobles, también es la de los miles de siervos, soldados, comerciantes, sacerdotes, mercaderes, escribanos, taberneros, amas de casa, artistas, escritores y personas de a pie. El país se volvió autosuficiente gracias al desarrollo de la agricultura, y el comerció prosperó debido a la demanda de artículos ingleses en toda Europa, sobre todo de lana y madera. La cultura también tuvo un papel destacado en la Edad Media; se tejió el tapiz de Bayeux, Chaucer y Mallory escribieron importantes obras, se construyeron grandes castillos y catedrales góticas, y se forjaron leyendas populares como la de Robin Hood. El pueblo llano empezaba a sentir que podía reclamar sus derechos.

Tras los Anjou, los Plantagenet ocuparon el trono y con ellos empezó la Guerra de los Cien Años (en realidad fueron 116, desde 1337 hasta 1453) en un intento por hacerse con la corona de Francia. Su reinado terminó en septiembre de 1399, cuando Ricardo II fue derrocado (pocos meses después moriría en cautiverio y, al parecer, de hambre). La Casa de Lancaster pasó a ocupar el trono, pero pronto se encontró con la oposición de la Casa de York, que era una rama de los Plantagenet. En 1455 estalló un conflicto entre las dos casas, la sangrienta Guerra de las Dos Rosas, marcado por las intrigas y los cambios de bando de los barones oportunistas. Al final, con los York y los Lancaster tratando de aniquilarse, Enrique Tudor, supuesto pariente de los Beaufort, derrotó a Ricardo III (que murió en el campo de batalla) en Bosworth Field y se convirtió en nuevo rey de Inglaterra.

Enrique Tudor pasó a ser Enrique VII y se casó con Isabel de York para poner fin a las aspiraciones al trono de sus rivales. El nuevo monarca buscó recuperar la estabilidad política y económica a través, principalmente, de un severo sistema fiscal, y creó el consejo del rey para controlar a la nobleza. Aunque los verdaderos cambios llegarían con su hijo, Enrique VIII, (1509-1547) y su nieta, Isabel I (1558-1603). Además de decapitar a varias esposas y aspirantes al trono, Enrique VIII creó la Iglesia de Inglaterra para desafiar al papa, y se convirtió en jefe supremo de la misma, e Isabel se enfrentó a los grandes poderes católicos; fueron cien años de intensa actividad en Inglaterra.

Siglos antes, en 1295, se había creado la Cámara de los Comunes, en la que los representantes elegidos podían exponer las preocupaciones del pueblo y asesorar al monarca; aunque Enrique solía ignorarlos (excepto cuando los ejecutaba), Isabel mantuvo una estrecha relación con ellos y reconocía su valía en el terreno financiero y como patriotas. Con Isabel, y en menor medida con Enrique, las artes florecieron y los bardos escribieron grandes obras teatrales para disfrute del pueblo. Tras apoderarse de las posesiones de la Iglesia católica en Inglaterra, la monarquía contaba con dinero para financiar a compositores ingleses y a pintores y arquitectos extranjeros afincados en la isla. Las ferias y los festivales renacentistas pasaron a formar parte de la vida cotidiana.

Como su nombre indica, la "reina virgen" murió sin descendencia. Tras dos reyes Estuardo, que gobernaron en Escocia e Inglaterra, llegaron la Revolución Puritana, la Mancomunidad de Inglaterra (con la ejecución de Carlos Estuardo), la restauración de la casa de Estuardo, la Revolución Gloriosa y el Acta de Unión de 1707 con la que se formalizó el Reino Unido de Gran Bretaña. Mientras tanto, continuando con la política iniciada por Isabel, el reino financiaba o fletaba expediciones y establecía asentamientos coloniales por todo el mundo, primero en las Américas y posteriormente en otros continentes. También siguiendo la política de Isabel, la Armada británica empezó a convertirse en "la reina de los mares" a costa de la española.

Jorge de Hannover (que no hablaba inglés) sucedió en el trono a su prima segunda, la encantadora reina Ana, que tras diecisiete embarazos no tenía ningún hijo vivo cuando murió en 1714 con 49 años. No sorprende que, dada la tendencia a las distracciones y la locura de los longevos Jorge (hubo cuatro reyes con este nombre desde 1714 hasta 1830), el periodo estuviese marcado por la transición del sistema vigente a un gabinete de gobierno liderado por un primer ministro bajo un monarca "constitucional". Jorge III perdió las colonias americanas, pero fue también durante su mandato que los británicos derrotaron a Napoleón en Waterloo. Quizá había llegado el momento de que el primer ministro tomase las riendas de la nación y el monarca se convirtiese en una figura simbólica. A la Casa de Hannover la sucedió la casa de Sajonia-Coburgo, que en 1917 pasaría a llamarse Casa de Windsor para evitar el sentimiento germanófobo durante la Primera Guerra Mundial.

Tierra de revoluciones, en Gran Bretaña comenzaría otra a mediados del siglo XIX. La Segunda Revolución Industrial estuvo marcada por el estruendo de las fábricas y los astilleros, las cortinas de humo del carbón y la red de ferrocarriles en toda la isla. A medida que los barrios pobres de las nuevas zonas industriales se llenaban de trabajadores, los ingleses empezaron a disfrutar de un nivel de vida sin precedentes en la historia. Prácticamente todos los aspectos de la sociedad se vieron afectados por la prosperidad de la época victoriana (así llamada por la reina) y los ciudadanos con dinero podían disfrutar de nuevos productos y electricidad. En 1901 se inauguró la primera central eléctrica de alto voltaje cerca de Newcastle-upon-Tyne; en 1912, Gran Bretaña contaba con la mayor red eléctrica integrada del mundo. Las fábricas británicas funcionaban siete días de la semana y en ellas se producían suficiente cantidad de todo, excepto de alimentos, para permitir que el país no se implicase en enredos internacionales.

Durante su reinado, Victoria también fue testigo de la creación de un gran imperio, quizá causa o consecuencia de la Revolución Industrial. Aunque el gobierno británico llevaba conquistando otras zonas del mundo desde finales del siglo XVII, con la aparición del barco de vapor, el ferrocarril y los cables telegráficos submarinos (por no hablar del fusil de repetición y los dreadnaughts) resultaba más sencillo administrar las remotas colonias del imperio. La poderosa marina mercante transportaba hasta los puertos ingleses productos agrícolas y materias primas procedentes de Canadá, Australia, Sudáfrica, Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda o la India. Gracias al telégrafo, en la capital se conocían los conflictos de las tierras lejanas en cuanto surgían, y el ejército y la Armada no tardaban en hacer acto de presencia para sofocarlos.

En mitad de todo esto, la costosa Primera Guerra Mundial conmocionaba a los complacientes británicos y más lo haría la Segunda Guerra Mundial dos décadas después. Mientras sus aliados continentales sufrían la invasión de los alemanes, defendiendo desesperadamente sus posesiones desde Malta hasta el canal de Suez, los intrépidos y obstinados ingleses lograban resistir hasta que la Unión Soviética y los Estados Unidos (que habían mantenido a flote al Reino Unido con acuerdos comerciales favorables) participaron en el conflicto gracias a la arrogancia de los dictadores de Alemania y Japón. Al finalizar la guerra, casi 450 000 ciudadanos británicos habían perdido la vida, las deudas y una inflación desenfrenada no dejaban respirar a la economía, el imperio desapareció (las restantes colonias empezaron a formar parte de una mancomunidad de naciones) y el país se vio involucrado en una Guerra Fría que no había buscado.

Gran Bretaña es un estado progresista y democrático, enamorado de sus deportes y tradiciones, con un producto interior bruto de 2 500 000 millones de euros y con un papel destacado en todos los campos, desde las artes a las ciencias y desde la política a las finanzas.
PortraitSquare
icon_civilization_england

Rasgos

Líderes
icon_leader_victoria
Victoria (Era del imperio)
icon_leader_default
Victoria (Era del vapor)
icon_leader_default
Isabel I
Unidades especiales
icon_unit_english_seadog
Lobo de mar
Infraestructura especial
icon_district_royal_navy_dockyard
Astillero de la Marina Real

Geografía y datos sociales

Ubicación
Europa
Tamaño
Aproximadamente 243 458 880 kilómetros cuadrados
Población
Sobre 64 100 000
Capital
Londres (generalmente)
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Líderes
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Victoria (Era del imperio)
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Victoria (Era del vapor)
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Isabel I
Unidades especiales
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Lobo de mar
Infraestructura especial
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Astillero de la Marina Real

Geografía y datos sociales

Ubicación
Europa
Tamaño
Aproximadamente 243 458 880 kilómetros cuadrados
Población
Sobre 64 100 000
Capital
Londres (generalmente)
Habilidad exclusiva

Museo Británico

Cada Museo arqueológico contiene 6 artefactos en lugar de 3, y puede tener 2 Arqueólogos a la vez. Los Museos arqueológicos pasan a tener un tema automáticamente cuando contienen 6 artefactos .

Contexto histórico
Hasta la llegada de los normandos, cualquier pueblo capaz de navegar (celtas, bretones, anglos, sajones o vikingos entre otros) había invadido la isla. El reino de Britania se remonta a estas "invasiones normandas". Antes, otros habían intentado unificar a la contenciosa nobleza inglesa; el legendario Arturo lo consiguió, presuntamente, y Guillermo el Conquistador (también conocido como Guillermo el Bastardo) lo hizo realmente. Hoy en día, Gran Bretaña (tras conquistar los reinos de Escocia y Gales) es uno de los líderes de la Unión Europea, la sexta economía mundial, uno de los centros culturales del planeta y cuenta con una población de 64 millones de habitantes.

Tras sobrevivir al resto de pretendientes al trono inglés, entre los que se encontraban el anglosajón Haroldo y el noruego Harald Haardrade, Guillermo de Normandía capturó Dover, Canterbury, Kent, Southwark y el erario real en Winchester. El clero y los condes ingleses cedieron y, en diciembre del año 1066, Guillermo fue coronado rey de Inglaterra en la abadía de Westminster. Dedicó su vida a consolidar el reinado, a sofocar revueltas e incursiones vikingas y a conservar sus tierras en Normandía, pero en 1135 su linaje real desapareció y, tras un breve periodo conocido como "la anarquía", la Casa de Anjou se hizo con el trono.

Tras finalizar la guerra civil (no sería la última) con el Tratado de Wallingford en 1153, los cuatro reyes de Anjou, incluidos el famoso Ricardo Corazón de León y su infame hermano Juan Sin Tierra, se convirtieron en los indiscutibles amos de las tierras. Ellos fueron quienes crearon el escudo de armas real con tres leones dorados, aunque en la isla no había leones. Tan deficiente fue el reinado de Juan (también perdió Normandía en favor de Francia) que en 1215 se vio obligado a firmar la Carta Magna, que en esencia era un tratado de paz entre la corona y los barones rebeldes, y a modificarlo durante los años siguientes. Hasta ese momento, los reyes habían gobernado por "fuerza y voluntad", tomando decisiones unilaterales y arbitrarias; a partir entonces, se sentaron las bases de un "gobierno por ley" que garantizaba los derechos del pueblo, al menos de los terratenientes; los campesinos todavía seguirían perteneciendo a los señores durante siglos.

Obviamente, la historia inglesa no solo es la de sus monarcas y nobles, también es la de los miles de siervos, soldados, comerciantes, sacerdotes, mercaderes, escribanos, taberneros, amas de casa, artistas, escritores y personas de a pie. El país se volvió autosuficiente gracias al desarrollo de la agricultura, y el comerció prosperó debido a la demanda de artículos ingleses en toda Europa, sobre todo de lana y madera. La cultura también tuvo un papel destacado en la Edad Media; se tejió el tapiz de Bayeux, Chaucer y Mallory escribieron importantes obras, se construyeron grandes castillos y catedrales góticas, y se forjaron leyendas populares como la de Robin Hood. El pueblo llano empezaba a sentir que podía reclamar sus derechos.

Tras los Anjou, los Plantagenet ocuparon el trono y con ellos empezó la Guerra de los Cien Años (en realidad fueron 116, desde 1337 hasta 1453) en un intento por hacerse con la corona de Francia. Su reinado terminó en septiembre de 1399, cuando Ricardo II fue derrocado (pocos meses después moriría en cautiverio y, al parecer, de hambre). La Casa de Lancaster pasó a ocupar el trono, pero pronto se encontró con la oposición de la Casa de York, que era una rama de los Plantagenet. En 1455 estalló un conflicto entre las dos casas, la sangrienta Guerra de las Dos Rosas, marcado por las intrigas y los cambios de bando de los barones oportunistas. Al final, con los York y los Lancaster tratando de aniquilarse, Enrique Tudor, supuesto pariente de los Beaufort, derrotó a Ricardo III (que murió en el campo de batalla) en Bosworth Field y se convirtió en nuevo rey de Inglaterra.

Enrique Tudor pasó a ser Enrique VII y se casó con Isabel de York para poner fin a las aspiraciones al trono de sus rivales. El nuevo monarca buscó recuperar la estabilidad política y económica a través, principalmente, de un severo sistema fiscal, y creó el consejo del rey para controlar a la nobleza. Aunque los verdaderos cambios llegarían con su hijo, Enrique VIII, (1509-1547) y su nieta, Isabel I (1558-1603). Además de decapitar a varias esposas y aspirantes al trono, Enrique VIII creó la Iglesia de Inglaterra para desafiar al papa, y se convirtió en jefe supremo de la misma, e Isabel se enfrentó a los grandes poderes católicos; fueron cien años de intensa actividad en Inglaterra.

Siglos antes, en 1295, se había creado la Cámara de los Comunes, en la que los representantes elegidos podían exponer las preocupaciones del pueblo y asesorar al monarca; aunque Enrique solía ignorarlos (excepto cuando los ejecutaba), Isabel mantuvo una estrecha relación con ellos y reconocía su valía en el terreno financiero y como patriotas. Con Isabel, y en menor medida con Enrique, las artes florecieron y los bardos escribieron grandes obras teatrales para disfrute del pueblo. Tras apoderarse de las posesiones de la Iglesia católica en Inglaterra, la monarquía contaba con dinero para financiar a compositores ingleses y a pintores y arquitectos extranjeros afincados en la isla. Las ferias y los festivales renacentistas pasaron a formar parte de la vida cotidiana.

Como su nombre indica, la "reina virgen" murió sin descendencia. Tras dos reyes Estuardo, que gobernaron en Escocia e Inglaterra, llegaron la Revolución Puritana, la Mancomunidad de Inglaterra (con la ejecución de Carlos Estuardo), la restauración de la casa de Estuardo, la Revolución Gloriosa y el Acta de Unión de 1707 con la que se formalizó el Reino Unido de Gran Bretaña. Mientras tanto, continuando con la política iniciada por Isabel, el reino financiaba o fletaba expediciones y establecía asentamientos coloniales por todo el mundo, primero en las Américas y posteriormente en otros continentes. También siguiendo la política de Isabel, la Armada británica empezó a convertirse en "la reina de los mares" a costa de la española.

Jorge de Hannover (que no hablaba inglés) sucedió en el trono a su prima segunda, la encantadora reina Ana, que tras diecisiete embarazos no tenía ningún hijo vivo cuando murió en 1714 con 49 años. No sorprende que, dada la tendencia a las distracciones y la locura de los longevos Jorge (hubo cuatro reyes con este nombre desde 1714 hasta 1830), el periodo estuviese marcado por la transición del sistema vigente a un gabinete de gobierno liderado por un primer ministro bajo un monarca "constitucional". Jorge III perdió las colonias americanas, pero fue también durante su mandato que los británicos derrotaron a Napoleón en Waterloo. Quizá había llegado el momento de que el primer ministro tomase las riendas de la nación y el monarca se convirtiese en una figura simbólica. A la Casa de Hannover la sucedió la casa de Sajonia-Coburgo, que en 1917 pasaría a llamarse Casa de Windsor para evitar el sentimiento germanófobo durante la Primera Guerra Mundial.

Tierra de revoluciones, en Gran Bretaña comenzaría otra a mediados del siglo XIX. La Segunda Revolución Industrial estuvo marcada por el estruendo de las fábricas y los astilleros, las cortinas de humo del carbón y la red de ferrocarriles en toda la isla. A medida que los barrios pobres de las nuevas zonas industriales se llenaban de trabajadores, los ingleses empezaron a disfrutar de un nivel de vida sin precedentes en la historia. Prácticamente todos los aspectos de la sociedad se vieron afectados por la prosperidad de la época victoriana (así llamada por la reina) y los ciudadanos con dinero podían disfrutar de nuevos productos y electricidad. En 1901 se inauguró la primera central eléctrica de alto voltaje cerca de Newcastle-upon-Tyne; en 1912, Gran Bretaña contaba con la mayor red eléctrica integrada del mundo. Las fábricas británicas funcionaban siete días de la semana y en ellas se producían suficiente cantidad de todo, excepto de alimentos, para permitir que el país no se implicase en enredos internacionales.

Durante su reinado, Victoria también fue testigo de la creación de un gran imperio, quizá causa o consecuencia de la Revolución Industrial. Aunque el gobierno británico llevaba conquistando otras zonas del mundo desde finales del siglo XVII, con la aparición del barco de vapor, el ferrocarril y los cables telegráficos submarinos (por no hablar del fusil de repetición y los dreadnaughts) resultaba más sencillo administrar las remotas colonias del imperio. La poderosa marina mercante transportaba hasta los puertos ingleses productos agrícolas y materias primas procedentes de Canadá, Australia, Sudáfrica, Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda o la India. Gracias al telégrafo, en la capital se conocían los conflictos de las tierras lejanas en cuanto surgían, y el ejército y la Armada no tardaban en hacer acto de presencia para sofocarlos.

En mitad de todo esto, la costosa Primera Guerra Mundial conmocionaba a los complacientes británicos y más lo haría la Segunda Guerra Mundial dos décadas después. Mientras sus aliados continentales sufrían la invasión de los alemanes, defendiendo desesperadamente sus posesiones desde Malta hasta el canal de Suez, los intrépidos y obstinados ingleses lograban resistir hasta que la Unión Soviética y los Estados Unidos (que habían mantenido a flote al Reino Unido con acuerdos comerciales favorables) participaron en el conflicto gracias a la arrogancia de los dictadores de Alemania y Japón. Al finalizar la guerra, casi 450 000 ciudadanos británicos habían perdido la vida, las deudas y una inflación desenfrenada no dejaban respirar a la economía, el imperio desapareció (las restantes colonias empezaron a formar parte de una mancomunidad de naciones) y el país se vio involucrado en una Guerra Fría que no había buscado.

Gran Bretaña es un estado progresista y democrático, enamorado de sus deportes y tradiciones, con un producto interior bruto de 2 500 000 millones de euros y con un papel destacado en todos los campos, desde las artes a las ciencias y desde la política a las finanzas.
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