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Sumeria

Vietnam

Egipto
Habilidad exclusiva

Iteru

+15% a la Producción de distritos y maravillas si se encuentran adyacentes a un Río. Los Terrenos de aluvión no bloquean la colocación de distritos y maravillas.

Contexto histórico
Cuando los griegos todavía estaban matándose a pedradas entre ellos y los romanos aún no habían comenzado su expansión, el Egipto faraónico ya había creado una civilización a orillas del Nilo que perduraría milenios. Unos 170 faraones gobernaron sus fértiles tierras antes de que pasase a ser una provincia de Roma. En sus comienzos, los primeros pobladores de Egipto descubrieron que los terrenos de aluvión del Nilo eran tremendamente fértiles para cultivar grano, lo que impulsó la creación de importantes ciudades como Hieracómpolis y posteriormente Abidos. Casualmente, la cultura Naqada también instauró la primera dinastía egipcia.

Además de establecer rutas comerciales hacia el sur con Nubia y ciudades-estado en Oriente Próximo y el Levante, estos primeros egipcios empezaron a fabricar peines, objetos de cerámica, pequeñas estatuas, productos cosméticos, joyas, muebles y otros artículos necesarios para una sociedad de consumo. Hacia el año 3150 a. C., también empezaron desarrollar complejos cultos mortuorios y a construir elaboradas mastabas para enterramientos. En vista de la gran riqueza generada, los primeros faraones del Imperio antiguo (alrededor de 2686 a. C. - 2181 a. C.) decidieron crear un sistema de recaudación de impuestos para financiar proyectos de riego, el sistema judicial, un ejército permanente y la construcción de grandes tumbas y monumentos (como las pirámides de Gizeh y la esfinge) en honor a su propia divinidad.

Egipto era, no por primera vez, una teocracia politeísta en la que los faraones, aun siendo humanos, eran considerados descendientes de dioses como Osiris, Anubis, Horus e Isis, entre otros. Aunque en teoría todos eran iguales, en distintas épocas predominaba la adoración a un dios concreto (por ejemplo, el dios del sol Ra durante el Imperio medio y Amón durante el Imperio nuevo). De vez en cuando, haciendo uso del poder que en distintas culturas han disfrutado a lo largo de la historia, los sacerdotes unificaban deidades para combinar los aspectos místicos de cada una, como en el caso de Amón-Ra que sintetizaba el poder oculto con el sol. A esto hay que añadir unas complejas tradiciones funerarias derivadas del concepto que los egipcios tenían del más allá. Para garantizar la salud y la felicidad del "ka" (fuerza vital) y el "ba" (espíritu o alma), los rituales de enterramiento incluían la momificación, ajuares funerarios, conjuros y sarcófagos entre otros elementos. Desde entonces, el misticismo egipcio ha quedado reducido a meras leyendas o a películas de terror de Hollywood.

Toda esta paz y prosperidad tenían un coste: apatía, corrupción, deterioro de las infraestructuras y luchas internas y endogamia en las familias reales. Los "nomarcas" (gobernadores regionales) desafiaron al gobierno central para ejercer la autoridad en sus regiones y empezaron a recaudar los impuestos locales; los faraones ya no podían financiar la administración central y el deterioro político se aceleró. Esto, sumado a los cincuenta años de intensas sequías que tuvieron lugar desde el 2200 a. C., produjo el colapso de Imperio antiguo, provocando que los faraones de Heracleópolis y Tebas se enfrentaran por el control del Nilo. Dos siglos después, el clan Intef, formado por los "nomarcas" de Tebas, logró el control del Alto y Bajo Egipto y reunificó el país, marcando el comienzo del Imperio medio (2134 a. C.-1690 a. C.) y un resurgimiento de las artes, el comercio, la riqueza, las campañas militares y los grandes monumentos (para disfrute de los futuros turistas).

No obstante, parece que el antiguo Egipto no podía gozar de estabilidad más de dos siglos seguidos y, durante la dinastía XIV (que finalizó hacia 1650 a. C.), el gobierno se desplomó, como ya había sucedido en el pasado y volvería a suceder en el futuro. Al Imperio medio le siguieron el Segundo Periodo Intermedio, el Imperio nuevo, el Tercer Periodo Intermedio y el Periodo Tardío. Durante todos estos periodos (desde el año 2100 a. C. hasta el 600 a. C. aproximadamente), Egipto alternó épocas de conflictos y luchas internas con otras de paz y prosperidad, expandiendo el imperio durante los tiempos de estabilidad y sufriendo invasiones externas cuando se encontraba debilitado. Con tantos cambios y decadencia, era inevitable que las potencias extranjeras hiciesen acto de presencia. En el año 525 a. C., Persia tomó Egipto y lo mantuvo bajo su control hasta que Alejandro Magno desmanteló el Imperio persa en el año 332 a. C. Tras la muerte de Alejandro, el macedonio Ptolomeo I Sóter, uno de sus generales predilectos, se convirtió en sátrapa e instauró la última dinastía de Egipto, la ptolemaica.

Los apáticos egipcios no tardaron en aceptar a la nueva dinastía y el país prosperó durante doscientos 275 años. En general, los primeros gobernantes Ptolomeos (todos estos faraones se hacían llamar Ptolomeo y las reinas, la mayoría hermanas de sus maridos, Cleopatra o Berenice) fueron competentes, al menos eso recogen los textos de la época. De todas las dinastías del antiguo Egipto, la ptolemaica es la que más documentos escritos dejó. Los faraones macedonios continuaron las tradiciones egipcias y construyeron nuevos monumentos en honor a los dioses, expandieron los dominios del imperio al conceder tierras a veteranos macedonios, arreglaron los diques, bajaron los impuestos y, con todas estas medidas, se ganaron el corazón del pueblo.

Desde la primera a la tercera dinastía ptolemaica, Egipto se convirtió en una gran potencia económica que exportaba desde baratijas hasta tesoros. Su principal fuente de ingresos eran los cereales, y el Nilo pasó a ser el granero de la cuenca mediterránea. Todas las ciudades-estado de la antigüedad compraban a Egipto cebada, trigo, habas, algodón, lino y alheña para teñir prendas. Además, Egipto era el cruce de caminos de las rutas comerciales desde el sur y el este hacia el Mediterráneo, lo cual aportaba aún más riqueza. Pero la avaricia de otras potencias hizo que el imperio volviese a vivir un periodo de decadencia.

En el año 170 a. C., el seléucida Antíoco IV invadió Egipto, derrocó a Ptolomeo VI y nombró corregente a su hermano menor, Evergetes, con el nombre de Ptolomeo VIII, aunque su reinado sería breve. Las luchas internas en la dinastía debilitaron a Egipto, que acabó convertido en un protectorado romano de facto (Roma era el principal comprador de sus productos agrícolas). Además, las frecuentes relaciones intrafamiliares terminarían afectando física y mentalmente a las generaciones futuras. Los historiadores creen que su herencia genética incluía obesidad mórbida, exoftalmia, una enfermedad fibrótica que afectaba a varios órganos y fibroesclerosis. Cuando Cleopatra VII contrajo matrimonio con su hermano menor Ptolomeo XIII en el año 51 a. C., la suerte estaba echada.

Tras observar cómo se enfrentaban los macedonios y los seléucidas por su decadente imperio, los gobernantes egipcios se aliaron con una Roma en expansión, pacto que duraría casi ciento cincuenta años. Sin embargo, los codiciosos romanos cada vez demandaban más tributos e influencia sobre los asuntos internos, como el conflicto familiar entre la última Cleopatra y el último Ptolomeo. La disputa comenzó con la boda y la lucha de poder entre la reina y el faraón por el dominio del reino. Julio César decidió intervenir en la política egipcia, se alojó en el palacio de Alejandría y tomó partido en favor de Cleopatra, que entonces tenía 22 años.

Con el apoyo de las tropas de Julio César y tras varias refriegas en Alejandría (al parecer, en una de ellas ardió la mayor parte de la gran biblioteca), Cleopatra VII derrotó a Ptolomeo XIII en la batalla del Nilo (este moriría ahogado poco después en el río). Cleopatra se casó con el joven Ptolomeo XIV, tuvo un hijo con Julio César, se trasladó a Roma y se alió con Marco Antonio tras el asesinato de Julio César. Octavio declaró la guerra a la "reina extranjera" y a su amante Marco Antonio. El nuevo emperador realizó su entrada triunfal en Alejandría en agosto del año 30 a. C. y tanto Cleopatra como Marco Antonio se suicidaron.

Con la muerte de Cleopatra, Egipto pasó a ser oficialmente provincia romana. Los romanos, viendo el éxito cosechado por los primeros Ptolomeos, prácticamente no intervinieron en la religión, la cultura y el comercio, y se limitaron a obtener los beneficios económicos. El Egipto faraónico pasó a la historia y distintos gobernantes (bizantinos, sasánidas, árabes, fatimíes o ayubíes entre otros) controlarían sus tierras durante los dos milenios siguientes, todo lo contrario al dominio ejercido sobre el mundo antiguo en los cuatro milenios anteriores.
PortraitSquare
icon_civilization_egypt

Rasgos

Líderes
icon_leader_cleopatra
Cleopatra (egipcia)
icon_leader_default
Ramsés II
icon_leader_default
Cleopatra (ptolemaica)
Unidades especiales
icon_unit_egyptian_chariot_archer
Arquero en carro maryannu
Infraestructura especial
icon_improvement_sphinx
Esfinge

Geografía y datos sociales

Ubicación
África
Tamaño
Sobre 1 000 000 de kilómetros cuadrados
Población
Sobre 7 500 000 (Dinastía tolemaica)
Capital
Varias (Menfis, Tebas, Alejandría y en la actualidad El Cairo)
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Líderes
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Cleopatra (egipcia)
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Ramsés II
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Cleopatra (ptolemaica)
Unidades especiales
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Arquero en carro maryannu
Infraestructura especial
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Esfinge

Geografía y datos sociales

Ubicación
África
Tamaño
Sobre 1 000 000 de kilómetros cuadrados
Población
Sobre 7 500 000 (Dinastía tolemaica)
Capital
Varias (Menfis, Tebas, Alejandría y en la actualidad El Cairo)
Habilidad exclusiva

Iteru

+15% a la Producción de distritos y maravillas si se encuentran adyacentes a un Río. Los Terrenos de aluvión no bloquean la colocación de distritos y maravillas.

Contexto histórico
Cuando los griegos todavía estaban matándose a pedradas entre ellos y los romanos aún no habían comenzado su expansión, el Egipto faraónico ya había creado una civilización a orillas del Nilo que perduraría milenios. Unos 170 faraones gobernaron sus fértiles tierras antes de que pasase a ser una provincia de Roma. En sus comienzos, los primeros pobladores de Egipto descubrieron que los terrenos de aluvión del Nilo eran tremendamente fértiles para cultivar grano, lo que impulsó la creación de importantes ciudades como Hieracómpolis y posteriormente Abidos. Casualmente, la cultura Naqada también instauró la primera dinastía egipcia.

Además de establecer rutas comerciales hacia el sur con Nubia y ciudades-estado en Oriente Próximo y el Levante, estos primeros egipcios empezaron a fabricar peines, objetos de cerámica, pequeñas estatuas, productos cosméticos, joyas, muebles y otros artículos necesarios para una sociedad de consumo. Hacia el año 3150 a. C., también empezaron desarrollar complejos cultos mortuorios y a construir elaboradas mastabas para enterramientos. En vista de la gran riqueza generada, los primeros faraones del Imperio antiguo (alrededor de 2686 a. C. - 2181 a. C.) decidieron crear un sistema de recaudación de impuestos para financiar proyectos de riego, el sistema judicial, un ejército permanente y la construcción de grandes tumbas y monumentos (como las pirámides de Gizeh y la esfinge) en honor a su propia divinidad.

Egipto era, no por primera vez, una teocracia politeísta en la que los faraones, aun siendo humanos, eran considerados descendientes de dioses como Osiris, Anubis, Horus e Isis, entre otros. Aunque en teoría todos eran iguales, en distintas épocas predominaba la adoración a un dios concreto (por ejemplo, el dios del sol Ra durante el Imperio medio y Amón durante el Imperio nuevo). De vez en cuando, haciendo uso del poder que en distintas culturas han disfrutado a lo largo de la historia, los sacerdotes unificaban deidades para combinar los aspectos místicos de cada una, como en el caso de Amón-Ra que sintetizaba el poder oculto con el sol. A esto hay que añadir unas complejas tradiciones funerarias derivadas del concepto que los egipcios tenían del más allá. Para garantizar la salud y la felicidad del "ka" (fuerza vital) y el "ba" (espíritu o alma), los rituales de enterramiento incluían la momificación, ajuares funerarios, conjuros y sarcófagos entre otros elementos. Desde entonces, el misticismo egipcio ha quedado reducido a meras leyendas o a películas de terror de Hollywood.

Toda esta paz y prosperidad tenían un coste: apatía, corrupción, deterioro de las infraestructuras y luchas internas y endogamia en las familias reales. Los "nomarcas" (gobernadores regionales) desafiaron al gobierno central para ejercer la autoridad en sus regiones y empezaron a recaudar los impuestos locales; los faraones ya no podían financiar la administración central y el deterioro político se aceleró. Esto, sumado a los cincuenta años de intensas sequías que tuvieron lugar desde el 2200 a. C., produjo el colapso de Imperio antiguo, provocando que los faraones de Heracleópolis y Tebas se enfrentaran por el control del Nilo. Dos siglos después, el clan Intef, formado por los "nomarcas" de Tebas, logró el control del Alto y Bajo Egipto y reunificó el país, marcando el comienzo del Imperio medio (2134 a. C.-1690 a. C.) y un resurgimiento de las artes, el comercio, la riqueza, las campañas militares y los grandes monumentos (para disfrute de los futuros turistas).

No obstante, parece que el antiguo Egipto no podía gozar de estabilidad más de dos siglos seguidos y, durante la dinastía XIV (que finalizó hacia 1650 a. C.), el gobierno se desplomó, como ya había sucedido en el pasado y volvería a suceder en el futuro. Al Imperio medio le siguieron el Segundo Periodo Intermedio, el Imperio nuevo, el Tercer Periodo Intermedio y el Periodo Tardío. Durante todos estos periodos (desde el año 2100 a. C. hasta el 600 a. C. aproximadamente), Egipto alternó épocas de conflictos y luchas internas con otras de paz y prosperidad, expandiendo el imperio durante los tiempos de estabilidad y sufriendo invasiones externas cuando se encontraba debilitado. Con tantos cambios y decadencia, era inevitable que las potencias extranjeras hiciesen acto de presencia. En el año 525 a. C., Persia tomó Egipto y lo mantuvo bajo su control hasta que Alejandro Magno desmanteló el Imperio persa en el año 332 a. C. Tras la muerte de Alejandro, el macedonio Ptolomeo I Sóter, uno de sus generales predilectos, se convirtió en sátrapa e instauró la última dinastía de Egipto, la ptolemaica.

Los apáticos egipcios no tardaron en aceptar a la nueva dinastía y el país prosperó durante doscientos 275 años. En general, los primeros gobernantes Ptolomeos (todos estos faraones se hacían llamar Ptolomeo y las reinas, la mayoría hermanas de sus maridos, Cleopatra o Berenice) fueron competentes, al menos eso recogen los textos de la época. De todas las dinastías del antiguo Egipto, la ptolemaica es la que más documentos escritos dejó. Los faraones macedonios continuaron las tradiciones egipcias y construyeron nuevos monumentos en honor a los dioses, expandieron los dominios del imperio al conceder tierras a veteranos macedonios, arreglaron los diques, bajaron los impuestos y, con todas estas medidas, se ganaron el corazón del pueblo.

Desde la primera a la tercera dinastía ptolemaica, Egipto se convirtió en una gran potencia económica que exportaba desde baratijas hasta tesoros. Su principal fuente de ingresos eran los cereales, y el Nilo pasó a ser el granero de la cuenca mediterránea. Todas las ciudades-estado de la antigüedad compraban a Egipto cebada, trigo, habas, algodón, lino y alheña para teñir prendas. Además, Egipto era el cruce de caminos de las rutas comerciales desde el sur y el este hacia el Mediterráneo, lo cual aportaba aún más riqueza. Pero la avaricia de otras potencias hizo que el imperio volviese a vivir un periodo de decadencia.

En el año 170 a. C., el seléucida Antíoco IV invadió Egipto, derrocó a Ptolomeo VI y nombró corregente a su hermano menor, Evergetes, con el nombre de Ptolomeo VIII, aunque su reinado sería breve. Las luchas internas en la dinastía debilitaron a Egipto, que acabó convertido en un protectorado romano de facto (Roma era el principal comprador de sus productos agrícolas). Además, las frecuentes relaciones intrafamiliares terminarían afectando física y mentalmente a las generaciones futuras. Los historiadores creen que su herencia genética incluía obesidad mórbida, exoftalmia, una enfermedad fibrótica que afectaba a varios órganos y fibroesclerosis. Cuando Cleopatra VII contrajo matrimonio con su hermano menor Ptolomeo XIII en el año 51 a. C., la suerte estaba echada.

Tras observar cómo se enfrentaban los macedonios y los seléucidas por su decadente imperio, los gobernantes egipcios se aliaron con una Roma en expansión, pacto que duraría casi ciento cincuenta años. Sin embargo, los codiciosos romanos cada vez demandaban más tributos e influencia sobre los asuntos internos, como el conflicto familiar entre la última Cleopatra y el último Ptolomeo. La disputa comenzó con la boda y la lucha de poder entre la reina y el faraón por el dominio del reino. Julio César decidió intervenir en la política egipcia, se alojó en el palacio de Alejandría y tomó partido en favor de Cleopatra, que entonces tenía 22 años.

Con el apoyo de las tropas de Julio César y tras varias refriegas en Alejandría (al parecer, en una de ellas ardió la mayor parte de la gran biblioteca), Cleopatra VII derrotó a Ptolomeo XIII en la batalla del Nilo (este moriría ahogado poco después en el río). Cleopatra se casó con el joven Ptolomeo XIV, tuvo un hijo con Julio César, se trasladó a Roma y se alió con Marco Antonio tras el asesinato de Julio César. Octavio declaró la guerra a la "reina extranjera" y a su amante Marco Antonio. El nuevo emperador realizó su entrada triunfal en Alejandría en agosto del año 30 a. C. y tanto Cleopatra como Marco Antonio se suicidaron.

Con la muerte de Cleopatra, Egipto pasó a ser oficialmente provincia romana. Los romanos, viendo el éxito cosechado por los primeros Ptolomeos, prácticamente no intervinieron en la religión, la cultura y el comercio, y se limitaron a obtener los beneficios económicos. El Egipto faraónico pasó a la historia y distintos gobernantes (bizantinos, sasánidas, árabes, fatimíes o ayubíes entre otros) controlarían sus tierras durante los dos milenios siguientes, todo lo contrario al dominio ejercido sobre el mundo antiguo en los cuatro milenios anteriores.
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