Un espacio de política comodín adicional en cualquier gobierno.
Contexto histórico
El periodo conocido como "Grecia clásica" comienza con la muerte del último tirano ateniense en el año 510 a. C. y finalizada con el asesinato de Filipo II de Macedonia en el año 336 a. C. Resulta apropiado que las muertes de dos grandes personajes señalen el principio y el fin de una época sangrienta marcada por dos largas guerras, la decadencia de las ciudades- estado y el ascenso de la hegemonía macedonia. Durante esos 174 años, Grecia sentó las bases de la civilización occidental: el comienzo del empirismo, la estética artística, las estructuras políticas, las formas literarias y la mayor parte de lo que entendemos por cultura. Fue una época de contrastes que ocupa un lugar emblemático en la historia del mundo.
Los griegos acuñaron el término "polis" (que se ha empleado mal desde entonces) para referirse a sus ciudades-estado. Tradicionalmente, este término denominaba a la unidad política clásica de estilo ateniense: una ciudad central que dominaba a las ciudades y pueblos cercanos. Pero también describía a un grupo de pueblos más pequeños cercanos entre sí sin ninguna ciudad totalmente dominante, lo que se acerca más a la organización de Esparta. Esa diferencia explica muchos aspectos de la historia de la Grecia clásica. Entre todas las ciudades-estado destacaron cuatro: Corinto, Tebas, Atenas y Esparta. Cada polis era un ente político soberano que solo respondía ante sus ciudadanos. Aunque los habitantes de las ciudades-estado compartían idioma, historia y cultura, eso no les impedía pelear entre ellos y entrar en guerra según sus veleidosos caprichos. Los griegos podían aliarse frente a un enemigo común, pero tales alianzas finalizaban en cuanto terminaba la crisis y podían volver a matarse entre ellos.
Todo empezó en el año 512 a. C. Tras la muerte de Pisístrato, el tirano de Atenas, y cansada del gobierno de los tiranos (el término no tenía el sentido negativo actual), la nobleza ateniense solicitó ayuda a Esparta para derrocar a su hijo, Hipias. Cleómenes, rey espartano, intentó instaurar una oligarquía al estilo de la de su ciudad-estado, pero el ateniense Clístenes llevó a cabo una serie de reformas para establecer una isonomía, por la que todos los ciudadanos (excepto los esclavos y las mujeres) gozaban de los mismos derechos, dando lugar a la primera democracia de la historia. Los espartanos atacaron Atenas para reinstaurar a sus títeres, pero los atenienses defendieron la ciudad con gran tenacidad y los invasores se retiraron. Así comenzó una gran rivalidad que duraría siglos.
La enemistad entre espartanos y atenienses quedó aparcada momentáneamente ante la amenaza persa. Desde el siglo VIII a. C., Grecia había fundado ciudades en la región de Jonia, en la costa de Asia Menor, pero en el siglo VI a. C. el Imperio persa controlaba esas ciudades. Sus habitantes se rebelaron contra los opresores en la llamada "revuelta jónica" y Atenas envió apoyo militar, junto a otras ciudades-estado del Egeo, para ayudar a sus ciudadanos, pero fueron derrotados en la batalla de Lade en el 494 a. C. En represalia, la flota persa hundió embarcaciones griegas en el Egeo y sus tropas invadieron y saquearon Macedonia y Tracia. En el año 490 a. C., Darío el Grande envió una hueste persa de entre 20 000 y 100 000 soldados a Ática con la intención de avanzar hasta Atenas. A su encuentro salieron unos 9000 atenienses y 1000 plateos, que fueron suficientes para derrotar al ejército persa en Maratón. El siguiente enfrentamiento tendría lugar una década después.
Lo único que hicieron en ese tiempo fue luchar entre ellos. En el 480 a. C., el rey persa Jerjes I atacó de nuevo la península con 300 000 efectivos liderados por él mismo. Este enorme contingente se impuso a varias ciudades griegas e inició una inexorable marcha hacia Atenas, con el apoyo marítimo de la gran flota persa. Tras enfrentarse a un pequeño grupo de tenaces espartanos (dicen que unos 300) y a 1100 tespios y tebanos (de los que nadie se acuerda) en el paso de las Termópilas, Jerjes avanzó hasta Ática y capturó y quemó Atenas, que había sido evacuada.
Mientras tanto, la flota de la coalición liderada por Atenas, compuesta de 271 galeras y trirremes, se enfrentaba a 800 barcos persas en Artemisio. Tras un día de combates parejos, los griegos se retiraron al estrecho de Salamina al conocer los enfrentamientos de las Termópilas. Jerjes envió sus barcos al estrecho con la intención de forzar la rendición del enemigo, pero las angostas aguas dificultaban los movimientos de la amplia flota persa y los griegos salieron victoriosos. Según Heródoto, la gran diferencia de bajas entre ambos bandos se debió a que la mayoría de persas no sabían nadar y los griegos fueron capaces de llegar a la orilla.
Los alimentos y suministros persas comenzaron a escasear y, por miedo a quedar aislado, Jerjes inició una retirada por fases hacia el Helesponto. En el año 479 a. C., una fuerza aliada comandada por el espartano Pausanias derrotó a la fuerza persa que se había quedado rezagada para "acabar con los griegos". La flota liderada por Atenas se impuso a la persa en Mícala y, un año después, capturó la ciudad griega jónica de Bizancio. Tras incorporar las ciudades-estado de la isla a la Liga de Delos (así llamada porque sus arcas estaban en la isla de Delos), los atenienses expulsaron a los persas del Egeo. La guerra había terminado y los hoplitas de Esparta regresaron a su ciudad.
Con la paz, la cultura griega floreció. Los autores teatrales escribieron grandes dramas y comedias; Pericles saqueó las arcas de la Liga de Delos para construir el Partenón y otras maravillas; el mármol, la piedra y el bronce cobraron vida gracias a escultores como Fidias, Mirón y Policleto; filósofos y sofistas como Sócrates y Aristóteles reflexionaron sobre el sentido de la vida en el Liceo, las bibliotecas y, a veces, en plena calle; Heródoto y Tucídides empezaron a documentar la historia; Pitágoras y Eudoxo sentaron las bases de las matemáticas en Occidente; Hipócrates practicó la medicina en Atenas; Esopo escribió sus fábulas; la religión se formalizó y se crearon códigos legales. Quién sabe qué otros logros habrían alcanzado los griegos de no haber empezado a matarse entre ellos una vez más.
Gracias a Tucídides y su obra Historia de la guerra del Peloponeso, sabemos muy bien qué paso en el gran conflicto que enfrentó a la Liga de Delos (liderada por Atenas) y a la Liga del Peloponeso (liderada por Esparta). Incluso algunas ciudades-estado que en un principio decidieron no involucrarse terminaron en el campo de batalla. Es el caso de Milo, que rechazó la oferta de Atenas para unirse a la Liga de Delos y tuvo que elegir entre pagar impuestos a los atenienses o su destrucción. La Primera Guerra del Peloponeso comenzó en el año 460 a. C. y finalizó en el 445 a. C. con la Paz de los Treinta Años, un tratado por el que Esparta y Atenas acordaron sus esferas de "influencia".
Pero cada liga tendía a inmiscuirse en los asuntos de la otra y, en el año 431 a. C., volvieron a las armas. Tras una década de sangrientos enfrentamientos, firmaron la Paz de Nicias, que tampoco duraría mucho y, por último, en el año 415 a. C., Atenas invadía la colonia corintia de Siracusa, en Sicilia. La operación fue un fracaso y en el 413 a. C. toda la fuerza invasora había sido eliminada. Mientras tanto, los persas apoyaban las rebeliones contra Atenas por su actitud arrogante en las islas del Egeo. El golpe de gracia llegó en el año 405 a. C., cuando el almirante espartano y ciento ochenta barcos de la Liga del Peloponeso destruyeron la flota ateniense en la batalla de Egospótamos. Atenas presentó su rendición un año después y Esparta obtuvo el control absoluto de Grecia.
El periodo de hegemonía de Esparta no resultó como sus reyes habían imaginado. De hecho, durante los cincuenta años siguientes se produjeron una serie de enfrentamientos que no solucionaron nada (entre Esparta y Tebas, Esparta y Atenas, Esparta y Tebas una vez más, y entre Esparta y una resurgida confederación de Beocia). Nadie era capaz de unificar o dominar Grecia. Fue un periodo de engaños, traiciones y masacres; las ciudades-estado del sur de Grecia quedaron muy debilitadas tras décadas de guerras brutales y el equilibrio del poder se trasladó hacia el norte, a Macedonia.
Hacia el año 359 a. C., el ambicioso Filipo II asumió el liderazgo de Macedonia, hasta entonces un territorio bárbaro del mundo griego, e invadió las regiones cercanas de Peonia, Iliria y Tracia, tomando el mayor puerto de esta última, Anfípolis, en el 357 a. C. Un año después, conquistó el puerto de Pidna, bajo protectorado ateniense. El gran orador Demóstenes empezó a alentar a los atenienses para que se opusiesen a la expansión macedonia, pero sus intentos fueron en vano. En el año 338 a. C., Filipo II lideró un ejército hacia el sur acompañado de su hijo Alejandro, de 16 años, que ya había demostrado su valía en combate al sofocar una rebelión tracia. Tras acabar con varias fuerzas menores, Filipo derrotó en la batalla de Queronea a un ejército conjunto de Atenas, Corinto, Megara, Calcis, Acaya, Epidauro y Trecén. Algunos historiadores defienden que fue la batalla más decisiva de la antigüedad.
Después, Filipo centró su atención en Esparta y sus aliados, que no habían participado en la campaña. Durante el año siguiente, los macedonios asolaron las tierras espartanas y firmaron la paz con los aliados de Esparta que se oponían a Filipo. En la segunda mitad del año 337 a. C., Filipo creó la Liga de Corinto (así llamada porque su ejército había acampado ahí), que garantizaba la paz en todas las tierras que la formaban y el apoyo militar a Macedonia contra los persas. Filipo fue elegido estratego (general) de la fuerza invasora y todos los estados se unieron a la liga excepto Esparta.
Con Grecia bajo el control de Macedonia, en el año 336 a. C. una avanzada partió hacia Asia Menor para iniciar la guerra, a la que seguirían Filipo y sus aliados griegos con un ejército capaz de alcanzar el centro de Persia. Pero en lugar de conquistar el mundo (de eso se encargaría su hijo), Filipo fue asesinado por uno de sus guardaespaldas durante los festejos de la boda de su hija. Con 20 años, Alejandro se convirtió en rey de Macedonia y gobernador de facto de toda Grecia. Como se suele decir, el resto es historia.
Todas las ciudades, pero principalmente Esparta y Atenas. En la actualidad Atenas
Habilidad exclusiva
La República de Platón
Un espacio de política comodín adicional en cualquier gobierno.
Contexto histórico
El periodo conocido como "Grecia clásica" comienza con la muerte del último tirano ateniense en el año 510 a. C. y finalizada con el asesinato de Filipo II de Macedonia en el año 336 a. C. Resulta apropiado que las muertes de dos grandes personajes señalen el principio y el fin de una época sangrienta marcada por dos largas guerras, la decadencia de las ciudades- estado y el ascenso de la hegemonía macedonia. Durante esos 174 años, Grecia sentó las bases de la civilización occidental: el comienzo del empirismo, la estética artística, las estructuras políticas, las formas literarias y la mayor parte de lo que entendemos por cultura. Fue una época de contrastes que ocupa un lugar emblemático en la historia del mundo.
Los griegos acuñaron el término "polis" (que se ha empleado mal desde entonces) para referirse a sus ciudades-estado. Tradicionalmente, este término denominaba a la unidad política clásica de estilo ateniense: una ciudad central que dominaba a las ciudades y pueblos cercanos. Pero también describía a un grupo de pueblos más pequeños cercanos entre sí sin ninguna ciudad totalmente dominante, lo que se acerca más a la organización de Esparta. Esa diferencia explica muchos aspectos de la historia de la Grecia clásica. Entre todas las ciudades-estado destacaron cuatro: Corinto, Tebas, Atenas y Esparta. Cada polis era un ente político soberano que solo respondía ante sus ciudadanos. Aunque los habitantes de las ciudades-estado compartían idioma, historia y cultura, eso no les impedía pelear entre ellos y entrar en guerra según sus veleidosos caprichos. Los griegos podían aliarse frente a un enemigo común, pero tales alianzas finalizaban en cuanto terminaba la crisis y podían volver a matarse entre ellos.
Todo empezó en el año 512 a. C. Tras la muerte de Pisístrato, el tirano de Atenas, y cansada del gobierno de los tiranos (el término no tenía el sentido negativo actual), la nobleza ateniense solicitó ayuda a Esparta para derrocar a su hijo, Hipias. Cleómenes, rey espartano, intentó instaurar una oligarquía al estilo de la de su ciudad-estado, pero el ateniense Clístenes llevó a cabo una serie de reformas para establecer una isonomía, por la que todos los ciudadanos (excepto los esclavos y las mujeres) gozaban de los mismos derechos, dando lugar a la primera democracia de la historia. Los espartanos atacaron Atenas para reinstaurar a sus títeres, pero los atenienses defendieron la ciudad con gran tenacidad y los invasores se retiraron. Así comenzó una gran rivalidad que duraría siglos.
La enemistad entre espartanos y atenienses quedó aparcada momentáneamente ante la amenaza persa. Desde el siglo VIII a. C., Grecia había fundado ciudades en la región de Jonia, en la costa de Asia Menor, pero en el siglo VI a. C. el Imperio persa controlaba esas ciudades. Sus habitantes se rebelaron contra los opresores en la llamada "revuelta jónica" y Atenas envió apoyo militar, junto a otras ciudades-estado del Egeo, para ayudar a sus ciudadanos, pero fueron derrotados en la batalla de Lade en el 494 a. C. En represalia, la flota persa hundió embarcaciones griegas en el Egeo y sus tropas invadieron y saquearon Macedonia y Tracia. En el año 490 a. C., Darío el Grande envió una hueste persa de entre 20 000 y 100 000 soldados a Ática con la intención de avanzar hasta Atenas. A su encuentro salieron unos 9000 atenienses y 1000 plateos, que fueron suficientes para derrotar al ejército persa en Maratón. El siguiente enfrentamiento tendría lugar una década después.
Lo único que hicieron en ese tiempo fue luchar entre ellos. En el 480 a. C., el rey persa Jerjes I atacó de nuevo la península con 300 000 efectivos liderados por él mismo. Este enorme contingente se impuso a varias ciudades griegas e inició una inexorable marcha hacia Atenas, con el apoyo marítimo de la gran flota persa. Tras enfrentarse a un pequeño grupo de tenaces espartanos (dicen que unos 300) y a 1100 tespios y tebanos (de los que nadie se acuerda) en el paso de las Termópilas, Jerjes avanzó hasta Ática y capturó y quemó Atenas, que había sido evacuada.
Mientras tanto, la flota de la coalición liderada por Atenas, compuesta de 271 galeras y trirremes, se enfrentaba a 800 barcos persas en Artemisio. Tras un día de combates parejos, los griegos se retiraron al estrecho de Salamina al conocer los enfrentamientos de las Termópilas. Jerjes envió sus barcos al estrecho con la intención de forzar la rendición del enemigo, pero las angostas aguas dificultaban los movimientos de la amplia flota persa y los griegos salieron victoriosos. Según Heródoto, la gran diferencia de bajas entre ambos bandos se debió a que la mayoría de persas no sabían nadar y los griegos fueron capaces de llegar a la orilla.
Los alimentos y suministros persas comenzaron a escasear y, por miedo a quedar aislado, Jerjes inició una retirada por fases hacia el Helesponto. En el año 479 a. C., una fuerza aliada comandada por el espartano Pausanias derrotó a la fuerza persa que se había quedado rezagada para "acabar con los griegos". La flota liderada por Atenas se impuso a la persa en Mícala y, un año después, capturó la ciudad griega jónica de Bizancio. Tras incorporar las ciudades-estado de la isla a la Liga de Delos (así llamada porque sus arcas estaban en la isla de Delos), los atenienses expulsaron a los persas del Egeo. La guerra había terminado y los hoplitas de Esparta regresaron a su ciudad.
Con la paz, la cultura griega floreció. Los autores teatrales escribieron grandes dramas y comedias; Pericles saqueó las arcas de la Liga de Delos para construir el Partenón y otras maravillas; el mármol, la piedra y el bronce cobraron vida gracias a escultores como Fidias, Mirón y Policleto; filósofos y sofistas como Sócrates y Aristóteles reflexionaron sobre el sentido de la vida en el Liceo, las bibliotecas y, a veces, en plena calle; Heródoto y Tucídides empezaron a documentar la historia; Pitágoras y Eudoxo sentaron las bases de las matemáticas en Occidente; Hipócrates practicó la medicina en Atenas; Esopo escribió sus fábulas; la religión se formalizó y se crearon códigos legales. Quién sabe qué otros logros habrían alcanzado los griegos de no haber empezado a matarse entre ellos una vez más.
Gracias a Tucídides y su obra Historia de la guerra del Peloponeso, sabemos muy bien qué paso en el gran conflicto que enfrentó a la Liga de Delos (liderada por Atenas) y a la Liga del Peloponeso (liderada por Esparta). Incluso algunas ciudades-estado que en un principio decidieron no involucrarse terminaron en el campo de batalla. Es el caso de Milo, que rechazó la oferta de Atenas para unirse a la Liga de Delos y tuvo que elegir entre pagar impuestos a los atenienses o su destrucción. La Primera Guerra del Peloponeso comenzó en el año 460 a. C. y finalizó en el 445 a. C. con la Paz de los Treinta Años, un tratado por el que Esparta y Atenas acordaron sus esferas de "influencia".
Pero cada liga tendía a inmiscuirse en los asuntos de la otra y, en el año 431 a. C., volvieron a las armas. Tras una década de sangrientos enfrentamientos, firmaron la Paz de Nicias, que tampoco duraría mucho y, por último, en el año 415 a. C., Atenas invadía la colonia corintia de Siracusa, en Sicilia. La operación fue un fracaso y en el 413 a. C. toda la fuerza invasora había sido eliminada. Mientras tanto, los persas apoyaban las rebeliones contra Atenas por su actitud arrogante en las islas del Egeo. El golpe de gracia llegó en el año 405 a. C., cuando el almirante espartano y ciento ochenta barcos de la Liga del Peloponeso destruyeron la flota ateniense en la batalla de Egospótamos. Atenas presentó su rendición un año después y Esparta obtuvo el control absoluto de Grecia.
El periodo de hegemonía de Esparta no resultó como sus reyes habían imaginado. De hecho, durante los cincuenta años siguientes se produjeron una serie de enfrentamientos que no solucionaron nada (entre Esparta y Tebas, Esparta y Atenas, Esparta y Tebas una vez más, y entre Esparta y una resurgida confederación de Beocia). Nadie era capaz de unificar o dominar Grecia. Fue un periodo de engaños, traiciones y masacres; las ciudades-estado del sur de Grecia quedaron muy debilitadas tras décadas de guerras brutales y el equilibrio del poder se trasladó hacia el norte, a Macedonia.
Hacia el año 359 a. C., el ambicioso Filipo II asumió el liderazgo de Macedonia, hasta entonces un territorio bárbaro del mundo griego, e invadió las regiones cercanas de Peonia, Iliria y Tracia, tomando el mayor puerto de esta última, Anfípolis, en el 357 a. C. Un año después, conquistó el puerto de Pidna, bajo protectorado ateniense. El gran orador Demóstenes empezó a alentar a los atenienses para que se opusiesen a la expansión macedonia, pero sus intentos fueron en vano. En el año 338 a. C., Filipo II lideró un ejército hacia el sur acompañado de su hijo Alejandro, de 16 años, que ya había demostrado su valía en combate al sofocar una rebelión tracia. Tras acabar con varias fuerzas menores, Filipo derrotó en la batalla de Queronea a un ejército conjunto de Atenas, Corinto, Megara, Calcis, Acaya, Epidauro y Trecén. Algunos historiadores defienden que fue la batalla más decisiva de la antigüedad.
Después, Filipo centró su atención en Esparta y sus aliados, que no habían participado en la campaña. Durante el año siguiente, los macedonios asolaron las tierras espartanas y firmaron la paz con los aliados de Esparta que se oponían a Filipo. En la segunda mitad del año 337 a. C., Filipo creó la Liga de Corinto (así llamada porque su ejército había acampado ahí), que garantizaba la paz en todas las tierras que la formaban y el apoyo militar a Macedonia contra los persas. Filipo fue elegido estratego (general) de la fuerza invasora y todos los estados se unieron a la liga excepto Esparta.
Con Grecia bajo el control de Macedonia, en el año 336 a. C. una avanzada partió hacia Asia Menor para iniciar la guerra, a la que seguirían Filipo y sus aliados griegos con un ejército capaz de alcanzar el centro de Persia. Pero en lugar de conquistar el mundo (de eso se encargaría su hijo), Filipo fue asesinado por uno de sus guardaespaldas durante los festejos de la boda de su hija. Con 20 años, Alejandro se convirtió en rey de Macedonia y gobernador de facto de toda Grecia. Como se suele decir, el resto es historia.