Territorio adicional al fundar ciudades. +1 a Fe y +1 a la Producción en la Tundra.
Contexto histórico
Boyardos, cosacos, cúpulas bulbosas, paisajes nevados, la estepa siberiana, emotivas composiciones, inviernos eternos y el vodka. El romanticismo de Rusia puede resultar muy atractivo, pero su verdadera historia no es precisamente romántica. Con un pie en Europa y otro en Asia, pocas naciones han tenido tanta influencia como Rusia en el curso de la civilización. Sus orígenes se remontan al asentamiento nórdico de Nóvgorod y a la instauración del reino de la Rus de Kiev en el año 882 por parte del príncipe Oleg, tras conquistar a los eslavos de Nóvgorod, los finoúgrios, los vepsios y los votios que habitaban en la región; aunque estas historias se mezclan con mitos y leyendas. Pero comencemos hablando del Gran Ducado de Moscovia.
Todo empezó con Daniel Aleksandrovich, hijo menor de Alejandro Nevsky. Tras la muerte de este último en el año 1263, Daniel, que en ese momento tenía dos años, recibió la posesión menos valiosa: un pequeño principado llamado Moscú. Durante las siguientes décadas, Daniel se dedicó a combatir la codicia de sus hermanos y las incursiones mongolas pero, a diferencia de lo que sucedía en el resto de la región, en su ducado no corrieron ríos de sangre (de hecho, fue canonizado en 1652 por la Iglesia ortodoxa debido a su "mansedumbre, humildad y sosiego"). Entre otras cosas, lo consiguió gracias a la acertada decisión de pagar un tributo a la Horda de Oro. A medida que sus parientes cercanos y lejanos iban muriendo, el príncipe incorporaba "pacíficamente" nuevas posesiones a sus territorios y, al final, cuando San Daniel falleció en 1303, Moscú se convirtió en un "Gran Ducado".
Una serie de grandes duques sucedieron a Daniel, aunque no fueron tan pacíficos como él. El gran duque Iván III cambiaría la historia de Moscovia: durante sus 43 años de reinado (1462-1505), triplicó el tamaño de Moscovia al incorporar la República de Nóvgorod, el Gran Ducado de Tver y otros territorios; dejó de pagar el tributo a la Horda; creó una administración central básica; limitó la independencia de los boyardos y reformó el Kremlin (ciudadela y sede de la dinastía Rúrik). Tras consolidar gran parte de Rusia, Iván se convirtió en zar y "gran príncipe de toda Rusia". Aunque Iván IV, conocido como "el Terrible", fue el primero en ser coronado zar de manera oficial, fue Iván III quien comenzó la unificación de las tierras rusas.
Iván IV tuvo una infancia complicada. Su padre falleció cuando tenía tres años y el pequeño Iván sufrió las intrigas políticas derivadas de una regencia prolongada. Cuando alcanzó la madurez, la situación era incluso más complicada, por no decir "terrible". Es poco lo que se sabe de Iván como persona, excepto que estaba enfermo y que se casó seis veces. Cuando por fin fue coronado, tomó una serie de medidas para obtener más poder a costa de todos los que le rodeaban. En la corte imperial, realizó purgas entre la nobleza de parecer independiente para llenarla de bravucones y aduladores. Los escalafones superiores de la jerarquía militar sufrieron el mismo destino. Convirtió millones de hectáreas de las mejores tierras en "oprichnina" (o tierras de la corona), sujetas solo a su control directo. Fue tan humanitario como buen líder militar, y prácticamente destrozó el ejército y arruinó el país con la desastrosa guerra de Livonia, que duró 25 años. Iván IV murió en 1584.
Unos años después, la dinastía Romanov sustituyó a la Rúrik. Tras la muerte de Feodor I (hijo de Iván IV), Rusia vivió una crisis sucesoria, conocida como el "Periodo Tumultuoso", al no tener Feodor ningún heredero varón. El Parlamento ruso eligió como zar a Boris Godunov; los siete años que duró su mandato estuvieron marcados por la presencia de una serie de impostores, los "falsos Dimitri", que aseguraban ser hermanos de Feodor, y de algunos extranjeros que también reclamaban el trono. Todo esto acabó cuando, en 1613, los boyardos eligieron a Miguel Romanov para ocupar el trono. La dinastía Romanov gobernaría el país durante 300 años, hasta que los bolcheviques asesinaron a Nicolás II en Ekaterimburgo.
Para ser déspotas y tiranos, los Romanov no fueron tan malos. De hecho, varios se ganaron el sobrenombre de "el Grande" y otros tantos lo merecieron, pero alguno con el mismo nombre ya se lo había quitado. Los primeros Romanov llegaron a acuerdos con Suecia, la Mancomunidad de Polonia-Lituania y los cosacos ucranianos, que accedieron a servir bajo la dirección del zar. Por desgracia, debido a las rigurosas restricciones impuestas a los siervos, sufrieron múltiples revueltas populares, como los disturbios de la sal y del cobre y el alzamiento moscovita, que sofocaron con los métodos propios de la época y el lugar. Rusia siguió expandiéndose gracias a la conquista y colonización del este siberiano.
Luego llegaron "los Grandes". Tras una serie de victorias en guerras contra los otomanos y los suecos, Pedro el Grande abrió nuevas rutas hacia Europa, gracias a la obtención de puertos en aguas cálidas, que permitieron la llegada del Renacimiento a Rusia. Cuarenta años después de la muerte de Pedro, comenzó la "edad de oro" del imperio con Catalina la Grande que, aunque no había nacido en Rusia, convirtió al país en una de las grandes potencias europeas e inició la colonización de Alaska. Conocido como "el Bendito", el zar Alejandro I derrotó a las tropas napoleónicas durante la invasión (principalmente porque evitó enfrentamientos directos y quemó todo lo que ocupaban los franceses) e involucró al país en el conflicto de los Balcanes tras la "Revolución Griega" de 1821. Su sucesor fue Nicolás I, al que seguiría el zar Alejandro II el Libertador que, a pesar de sus múltiples logros (entre los que destaca la "liberación" de los siervos) fue asesinado.
A lo largo de todos estos años, Rusia desarrolló una cultura única y extraordinaria en el ámbito de la literatura, la música, la danza y la arquitectura. Antes de que Pedro el Grande abriera las puertas de par en par a las influencias europeas, el folclore ruso era marcadamente eslavo y tenía grandes tintes ortodoxos. La primera y gran medida de expansión proselitista de Constantinopla fue el envío de misioneros a la Rus de Kiev; a mediados del siglo X, la Iglesia ortodoxa griega había engatusado a gran parte del pueblo ruso (y sigue haciéndolo hoy en día). Durante la dinastía Rúrik y con los primeros Romanov, a la cultura y las tradiciones existentes se unieron otras procedentes de Escandinavia y Asia en su mayoría. Desde entonces, los emigrantes han llevado la cultura rusa a todos los continentes y pocos pueblos han contribuido tanto para que el mundo aprecie las cosas sofisticadas.
En literatura, las "bylinas" eslavas dieron lugar a las épicas y extensas obras de Gógol, Dostoievski y Tolstói (el gran Chéjov no necesitaba tantas páginas). Las sencillas armonías de la música folclórica para balalaica, "garmon" y "zhaleika" fueron evolucionando hasta convertirse en las complejas composiciones de Glinka, Músorgski, Rimski-Kórsakov y Chaikovski (quizá el principal compositor del Romanticismo). Danzas populares como la "khorovod" y la "barynya", que hoy en día se siguen bailando en Rusia, empezaron a convivir con el ballet, siendo Pedro el Grande el primero en llevarlo a San Petersburgo.
Quizá la arquitectura sea uno de los aspectos más reconocibles de la cultura rusa. Con la ortodoxia, las dos únicas construcciones de piedra existentes, las fortificaciones y las iglesias, adoptaron el estilo bizantino. Cuando Pedro el Grande abrió el país a Occidente y promovió el renacimiento de las artes, los arquitectos rusos comenzaron a trabajar el estilo rococó. Con Catalina y los distintos Alejandro, San Petersburgo se convirtió en un museo al aire libre de edificios neoclásicos (antes de que se impusiese el monótono estilo soviético de los bloques de viviendas).
Aunque no existen muchos pintores y escultores rusos conocidos por el gran público, algunos elementos de su artesanía popular son famosos en todo el mundo. La "matrioska", más conocida como "muñeca rusa", es un conjunto de figuras de distintos tamaños con colores vivos y cada una, excepto la más pequeña, alberga otra en su interior. Los elaborados y venerados iconos rusos (imágenes religiosas pintadas sobre madera) pasaron a formar parte de la cultura eslava con la llegada del cristianismo ortodoxo y los grandes maestros de la antigua Rusia los convirtieron en obras de arte. Aunque el término "Gzhel" no es muy conocido, sí lo es el tipo de cerámica al que se refiere (fondo blanco con dibujos azules).
Tras el hijo de "el Libertador", llamado Alejandro el Pacificador, subió al trono Nicolás II, que sería el último zar ruso. Nicolás II heredó una Rusia plagada de problemas internos y externos. Creía firmemente en un gobierno autocrático y "benevolente" en el que el zar era el padre del pueblo, mantuvo la política conservadora de su padre y se casó con una impopular princesa alemana.
A principios del siglo XX, Rusia necesitaba modernizarse y llevar a cabo una serie de reformas, pero vivió una época de opresión en la que corrieron ríos de sangre. Aislado de la realidad por culpa de aduladores como Rasputín, Nicolás II fue incapaz de tomar medidas para modernizar la industria y la agricultura y Rusia se convirtió en el país menos desarrollado de Europa. Además, aunque sentía cierta admiración por la democracia británica, no realizó reformas políticas durante unos años en los que el descontento del pueblo fue en aumento y alienó a la Duma, una asamblea consultiva que él mismo había creado.
Cuando Nicolás II quiso enmendar la situación, lo único que hizo fue empeorarla. Episodios como la tragedia de Jodynka, el "domingo rojo", los pogromos antisemitas y la represión de la frustrada revolución de 1905, unidos a su tendencia a ejecutar a aquellos que se oponían abiertamente a él, hicieron que no contase con el apoyo de la mayoría de sus súbditos. Además, involucró al país en desastrosas campañas militares y sufrió una humillante derrota frente al Japón imperialista en 1905. Aunque esto fue un claro indicador de que el ejército ruso necesitaba reformas y modernizar sus tácticas, su instrucción, sus equipos y prácticamente todos sus elementos, nada de esto sucedió y se produjeron incidentes como el motín del Potemkin. A todo lo anterior hay que añadir la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial.
En febrero de 1917, cuando la policía de San Petersburgo empezó a disparar contra personas que se morían de hambre (debido a la escasez de alimentos en las ciudades) y de frío (un invierno con temperaturas muy bajas unido a la falta de carbón y madera), estallaron una serie de disturbios para exigir el fin de la guerra y la abdicación del zar. A pesar de los esfuerzos iniciales por contener las revueltas, la situación en la capital se volvió incontrolable cuando el regimiento Volinsky y otras unidades se amotinaron y se negaron a cumplir órdenes. La Duma formó un gobierno democrático provisional y Nicolás II abdicó (su hermano Miguel rechazó el trono cuando la Duma se lo ofreció). La democracia que sustituyó al imperio no tardaría en ser reemplazada por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Europa y Asia (y, durante un tiempo, una parte de América del Norte)
Tamaño
Sobre 21 800 000 kilómetros cuadrados
Población
Sobre 181 500 000
Capital
Moscú, después San Petersburgo
Habilidad exclusiva
Madre Rusia
Territorio adicional al fundar ciudades. +1 a Fe y +1 a la Producción en la Tundra.
Contexto histórico
Boyardos, cosacos, cúpulas bulbosas, paisajes nevados, la estepa siberiana, emotivas composiciones, inviernos eternos y el vodka. El romanticismo de Rusia puede resultar muy atractivo, pero su verdadera historia no es precisamente romántica. Con un pie en Europa y otro en Asia, pocas naciones han tenido tanta influencia como Rusia en el curso de la civilización. Sus orígenes se remontan al asentamiento nórdico de Nóvgorod y a la instauración del reino de la Rus de Kiev en el año 882 por parte del príncipe Oleg, tras conquistar a los eslavos de Nóvgorod, los finoúgrios, los vepsios y los votios que habitaban en la región; aunque estas historias se mezclan con mitos y leyendas. Pero comencemos hablando del Gran Ducado de Moscovia.
Todo empezó con Daniel Aleksandrovich, hijo menor de Alejandro Nevsky. Tras la muerte de este último en el año 1263, Daniel, que en ese momento tenía dos años, recibió la posesión menos valiosa: un pequeño principado llamado Moscú. Durante las siguientes décadas, Daniel se dedicó a combatir la codicia de sus hermanos y las incursiones mongolas pero, a diferencia de lo que sucedía en el resto de la región, en su ducado no corrieron ríos de sangre (de hecho, fue canonizado en 1652 por la Iglesia ortodoxa debido a su "mansedumbre, humildad y sosiego"). Entre otras cosas, lo consiguió gracias a la acertada decisión de pagar un tributo a la Horda de Oro. A medida que sus parientes cercanos y lejanos iban muriendo, el príncipe incorporaba "pacíficamente" nuevas posesiones a sus territorios y, al final, cuando San Daniel falleció en 1303, Moscú se convirtió en un "Gran Ducado".
Una serie de grandes duques sucedieron a Daniel, aunque no fueron tan pacíficos como él. El gran duque Iván III cambiaría la historia de Moscovia: durante sus 43 años de reinado (1462-1505), triplicó el tamaño de Moscovia al incorporar la República de Nóvgorod, el Gran Ducado de Tver y otros territorios; dejó de pagar el tributo a la Horda; creó una administración central básica; limitó la independencia de los boyardos y reformó el Kremlin (ciudadela y sede de la dinastía Rúrik). Tras consolidar gran parte de Rusia, Iván se convirtió en zar y "gran príncipe de toda Rusia". Aunque Iván IV, conocido como "el Terrible", fue el primero en ser coronado zar de manera oficial, fue Iván III quien comenzó la unificación de las tierras rusas.
Iván IV tuvo una infancia complicada. Su padre falleció cuando tenía tres años y el pequeño Iván sufrió las intrigas políticas derivadas de una regencia prolongada. Cuando alcanzó la madurez, la situación era incluso más complicada, por no decir "terrible". Es poco lo que se sabe de Iván como persona, excepto que estaba enfermo y que se casó seis veces. Cuando por fin fue coronado, tomó una serie de medidas para obtener más poder a costa de todos los que le rodeaban. En la corte imperial, realizó purgas entre la nobleza de parecer independiente para llenarla de bravucones y aduladores. Los escalafones superiores de la jerarquía militar sufrieron el mismo destino. Convirtió millones de hectáreas de las mejores tierras en "oprichnina" (o tierras de la corona), sujetas solo a su control directo. Fue tan humanitario como buen líder militar, y prácticamente destrozó el ejército y arruinó el país con la desastrosa guerra de Livonia, que duró 25 años. Iván IV murió en 1584.
Unos años después, la dinastía Romanov sustituyó a la Rúrik. Tras la muerte de Feodor I (hijo de Iván IV), Rusia vivió una crisis sucesoria, conocida como el "Periodo Tumultuoso", al no tener Feodor ningún heredero varón. El Parlamento ruso eligió como zar a Boris Godunov; los siete años que duró su mandato estuvieron marcados por la presencia de una serie de impostores, los "falsos Dimitri", que aseguraban ser hermanos de Feodor, y de algunos extranjeros que también reclamaban el trono. Todo esto acabó cuando, en 1613, los boyardos eligieron a Miguel Romanov para ocupar el trono. La dinastía Romanov gobernaría el país durante 300 años, hasta que los bolcheviques asesinaron a Nicolás II en Ekaterimburgo.
Para ser déspotas y tiranos, los Romanov no fueron tan malos. De hecho, varios se ganaron el sobrenombre de "el Grande" y otros tantos lo merecieron, pero alguno con el mismo nombre ya se lo había quitado. Los primeros Romanov llegaron a acuerdos con Suecia, la Mancomunidad de Polonia-Lituania y los cosacos ucranianos, que accedieron a servir bajo la dirección del zar. Por desgracia, debido a las rigurosas restricciones impuestas a los siervos, sufrieron múltiples revueltas populares, como los disturbios de la sal y del cobre y el alzamiento moscovita, que sofocaron con los métodos propios de la época y el lugar. Rusia siguió expandiéndose gracias a la conquista y colonización del este siberiano.
Luego llegaron "los Grandes". Tras una serie de victorias en guerras contra los otomanos y los suecos, Pedro el Grande abrió nuevas rutas hacia Europa, gracias a la obtención de puertos en aguas cálidas, que permitieron la llegada del Renacimiento a Rusia. Cuarenta años después de la muerte de Pedro, comenzó la "edad de oro" del imperio con Catalina la Grande que, aunque no había nacido en Rusia, convirtió al país en una de las grandes potencias europeas e inició la colonización de Alaska. Conocido como "el Bendito", el zar Alejandro I derrotó a las tropas napoleónicas durante la invasión (principalmente porque evitó enfrentamientos directos y quemó todo lo que ocupaban los franceses) e involucró al país en el conflicto de los Balcanes tras la "Revolución Griega" de 1821. Su sucesor fue Nicolás I, al que seguiría el zar Alejandro II el Libertador que, a pesar de sus múltiples logros (entre los que destaca la "liberación" de los siervos) fue asesinado.
A lo largo de todos estos años, Rusia desarrolló una cultura única y extraordinaria en el ámbito de la literatura, la música, la danza y la arquitectura. Antes de que Pedro el Grande abriera las puertas de par en par a las influencias europeas, el folclore ruso era marcadamente eslavo y tenía grandes tintes ortodoxos. La primera y gran medida de expansión proselitista de Constantinopla fue el envío de misioneros a la Rus de Kiev; a mediados del siglo X, la Iglesia ortodoxa griega había engatusado a gran parte del pueblo ruso (y sigue haciéndolo hoy en día). Durante la dinastía Rúrik y con los primeros Romanov, a la cultura y las tradiciones existentes se unieron otras procedentes de Escandinavia y Asia en su mayoría. Desde entonces, los emigrantes han llevado la cultura rusa a todos los continentes y pocos pueblos han contribuido tanto para que el mundo aprecie las cosas sofisticadas.
En literatura, las "bylinas" eslavas dieron lugar a las épicas y extensas obras de Gógol, Dostoievski y Tolstói (el gran Chéjov no necesitaba tantas páginas). Las sencillas armonías de la música folclórica para balalaica, "garmon" y "zhaleika" fueron evolucionando hasta convertirse en las complejas composiciones de Glinka, Músorgski, Rimski-Kórsakov y Chaikovski (quizá el principal compositor del Romanticismo). Danzas populares como la "khorovod" y la "barynya", que hoy en día se siguen bailando en Rusia, empezaron a convivir con el ballet, siendo Pedro el Grande el primero en llevarlo a San Petersburgo.
Quizá la arquitectura sea uno de los aspectos más reconocibles de la cultura rusa. Con la ortodoxia, las dos únicas construcciones de piedra existentes, las fortificaciones y las iglesias, adoptaron el estilo bizantino. Cuando Pedro el Grande abrió el país a Occidente y promovió el renacimiento de las artes, los arquitectos rusos comenzaron a trabajar el estilo rococó. Con Catalina y los distintos Alejandro, San Petersburgo se convirtió en un museo al aire libre de edificios neoclásicos (antes de que se impusiese el monótono estilo soviético de los bloques de viviendas).
Aunque no existen muchos pintores y escultores rusos conocidos por el gran público, algunos elementos de su artesanía popular son famosos en todo el mundo. La "matrioska", más conocida como "muñeca rusa", es un conjunto de figuras de distintos tamaños con colores vivos y cada una, excepto la más pequeña, alberga otra en su interior. Los elaborados y venerados iconos rusos (imágenes religiosas pintadas sobre madera) pasaron a formar parte de la cultura eslava con la llegada del cristianismo ortodoxo y los grandes maestros de la antigua Rusia los convirtieron en obras de arte. Aunque el término "Gzhel" no es muy conocido, sí lo es el tipo de cerámica al que se refiere (fondo blanco con dibujos azules).
Tras el hijo de "el Libertador", llamado Alejandro el Pacificador, subió al trono Nicolás II, que sería el último zar ruso. Nicolás II heredó una Rusia plagada de problemas internos y externos. Creía firmemente en un gobierno autocrático y "benevolente" en el que el zar era el padre del pueblo, mantuvo la política conservadora de su padre y se casó con una impopular princesa alemana.
A principios del siglo XX, Rusia necesitaba modernizarse y llevar a cabo una serie de reformas, pero vivió una época de opresión en la que corrieron ríos de sangre. Aislado de la realidad por culpa de aduladores como Rasputín, Nicolás II fue incapaz de tomar medidas para modernizar la industria y la agricultura y Rusia se convirtió en el país menos desarrollado de Europa. Además, aunque sentía cierta admiración por la democracia británica, no realizó reformas políticas durante unos años en los que el descontento del pueblo fue en aumento y alienó a la Duma, una asamblea consultiva que él mismo había creado.
Cuando Nicolás II quiso enmendar la situación, lo único que hizo fue empeorarla. Episodios como la tragedia de Jodynka, el "domingo rojo", los pogromos antisemitas y la represión de la frustrada revolución de 1905, unidos a su tendencia a ejecutar a aquellos que se oponían abiertamente a él, hicieron que no contase con el apoyo de la mayoría de sus súbditos. Además, involucró al país en desastrosas campañas militares y sufrió una humillante derrota frente al Japón imperialista en 1905. Aunque esto fue un claro indicador de que el ejército ruso necesitaba reformas y modernizar sus tácticas, su instrucción, sus equipos y prácticamente todos sus elementos, nada de esto sucedió y se produjeron incidentes como el motín del Potemkin. A todo lo anterior hay que añadir la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial.
En febrero de 1917, cuando la policía de San Petersburgo empezó a disparar contra personas que se morían de hambre (debido a la escasez de alimentos en las ciudades) y de frío (un invierno con temperaturas muy bajas unido a la falta de carbón y madera), estallaron una serie de disturbios para exigir el fin de la guerra y la abdicación del zar. A pesar de los esfuerzos iniciales por contener las revueltas, la situación en la capital se volvió incontrolable cuando el regimiento Volinsky y otras unidades se amotinaron y se negaron a cumplir órdenes. La Duma formó un gobierno democrático provisional y Nicolás II abdicó (su hermano Miguel rechazó el trono cuando la Duma se lo ofreció). La democracia que sustituyó al imperio no tardaría en ser reemplazada por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.