Conceptos
Grandes civilizaciones
Líderes
Ciudades-estado
Distritos
Edificios
Maravillas y proyectos
Unidades
Ascensos de unidades
Grandes personajes
Tecnologías
Principios
Gobiernos y políticas
Religiones
Terrenos y accidentes
Recursos
Mejoras y rutas

Introducción

Alemania

Arabia

Australia

Babilonia

Bizancio

Brasil

China

Congo

Egipto

Escitia

España

Estados Unidos

Etiopía

Francia

Galia

Gran Colombia

Grecia

Imp. Azteca

India

Indonesia

Inglaterra

Japón

Jémer

Macedonia

Maya

Noruega

Nubia

Persia

Polonia

Portugal

Roma

Rusia

Sumeria

Vietnam

Portugal
Habilidad exclusiva

Casa da Índia

Las Rutas comerciales internacionales deben salir de una ciudad costera y solo pueden llegar a las ciudades que estén en la costa o tengan Puerto, pero reciben +50% para todos los rendimientos. Los Comerciantes tienen un +50% al alcance por agua y pueden embarcarse en cuanto se desbloquean.

Contexto histórico
Portugal pasó de ser un pequeño reino medieval en la costa atlántica de la península ibérica a un enorme imperio marítimo. En su apogeo en el siglo XVI, controlaba partes de América del Sur, África, Asia y Oceanía. Como uno de los primeros países europeos en emprender aventuras coloniales, Portugal es responsable de la gran ola inicial de globalización: el movimiento de personas, ideas y especias por todo el mundo en una medida jamás vista hasta entonces.

Como la mayor parte de Europa, la tierra que algún día se convertiría en Portugal se vio sacudida por disputas y conquistas locales. Fue en origen parte de la Lusitania romana y, tras la caída del Imperio romano, se integró en el Al-Andalus del califato omeya. La vida en Al-Andalus durante el cambio de milenio fue un punto de luz en comparación con muchas partes de Europa Occidental, ya que –mientras Europa atravesaba el oscurantismo medieval– las artes y el aprendizaje florecieron en la península gracias a centros como Córdoba.

El gobierno omeya se alargó hasta el siglo XII, cuando Alfonso Henríquez lideró una rebelión y consiguió proclamar un reino. Por ello, a Alfonso I se le da el apelativo de "el Fundador", en reconocimiento por haber fundado el primer estado portugués independiente. Este, junto con otros reyes cristianos vecinos, continuó la llamada "Reconquista", la campaña para acabar con el dominio "moro" (musulmán) en la península. Alfonso tomó Lisboa en 1147, ayudado (sin querer) por una fuerza de cruzados ingleses que se refugiaron en Portugal para evitar el tormentoso Atlántico. Al darse cuenta de que podían luchar en una versión de las Cruzadas más cercana a su patria, se quedaron y ayudaron a expulsar a los omeyas de ahí (también se les permitió, como pago, saquear las ciudades capturadas y pedir rescate por los prisioneros). En 1249, Alfonso III capturó la ciudad septentrional de Faro, con lo que consolidó el dominio portugués en la zona. Para el siglo XIII, las fronteras de Portugal eran comparables a las actuales, y ya habían formado una alianza con los ingleses que duraría siglos.

Con la consolidación recién conseguida del país llegó una era de exploración marítima. Los portugueses pasaron a controlar poderosas ciudades portuarias, lo cual –junto a los beneficios que les daban la astronomía y las matemáticas omeyas– les permitió aprovechar sus costas para recorrer el océano conocido (e incluso el desconocido). Estos dos rasgos permitieron a Portugal embarcarse en la empresa de comerciar con Asia desafiando las peligrosas aguas, en lugar de depender de todos los intermediarios que componían la Ruta de la Seda, muchos de los cuales seguían resentidos por la derrota de los omeyas. Con este objetivo, Juan I y sus tres hijos –los príncipes Duarte, Pedro y Enrique "el Navegante"– iniciaron la Era de los Descubrimientos ("descubrimientos" para los portugueses, claro; los nativos de Malaca, Goa y Angola habrían empleado otra palabra para describir aquello). Su primera colonia real de ultramar fue la conquista de Ceuta, en el norte de África, muy cerca de la costa portuguesa. Los lusos siguieron con la exploración marítima y la fundación de asentamientos, comenzando por la costa de África y llegando hasta la India y Asia oriental. A principios del siglo XVI, ya había una serie de colonias portuguesas que se extendían casi por todo el mundo, incluidos Angola, Mozambique, Somalia, Goa (en la India), Malaca (en la actual Malasia), Timor y un puesto comercial en Japón. La institución de estas colonias y rutas comerciales hizo a Portugal muy poderosa y muy rica en un corto periodo de tiempo, puesto que los comerciantes lusos controlaban la importación y exportación de oro y especias, pero también el tráfico de esclavos, lo que condujo a un aumento de la riqueza y de la sed de nuevas conquistas, de más mercancías y más conversos al catolicismo, un empeño que supondría la perdición de las colonias portuguesas en muchos lugares: a los sultanes malayos y los daimios japoneses no les importaba comerciar, pero la conversión amenazaba con subvertir el orden político (algo de lo que los astutos holandeses tomaron debida nota).

Hasta ese momento, Portugal había mantenido una rivalidad cordial con su vecina, España, en lo relativo a esta exploración. Después de que Cristóbal Colón "descubriera" América en 1492 y solidificara sus pretensiones sobre ese territorio, Portugal supo que debía encontrar una manera de superar a sus vecinos. Los exploradores portugueses se habían topado con la costa de Brasil y, tras una disputa encarnizada con España, el papa tuvo que mediar para resolverla con el tratado de Tordesillas, que dividió los "descubrimientos" del Nuevo Mundo: los que estaban al este de una línea imaginaria serían para los portugueses; y los españoles se quedarían con los del hemisferio occidental. Ambos se mostraron bastante conformes (tampoco es que fueran a discutir con el papa) y continuaron con sus conquistas, pero –cuando los exploradores europeos comenzaron a completar el mapa– se hizo evidente que España había recibido México y Perú (ricos en oro) y la mayor parte de América del Norte, mientras que Portugal se quedaba solo con la costa de Brasil (al parecer, nadie consultó primero con los pueblos indígenas).

Sin embargo, la paz con su vecina no duraría y, tras una serie de sucesos desafortunados en Portugal que condujeron a un trono sin heredero, se encontraron con un rey español. Felipe II de España reclamó el trono por línea materna y marchó sobre Portugal. Tras varias victorias decisivas, fue coronado Felipe I de Portugal (ahí no podía ser Felipe II, ya que no había habido ningún Felipe antes). Portugal no volvería a ser independiente hasta 1640, después de la Guerra de la Restauración portuguesa, y aun así tuvo que esperar otros 28 años para que España reconociera esa independencia.

Después de eso, la fortuna pareció sonreírles, pues se descubrió oro en Brasil. El nuevo flujo de riqueza ayudó a que la economía de Portugal floreciera y les dio un colchón financiero, que fue muy necesario cuando un terremoto de magnitud nueve sacudió Lisboa en 1755. Sebastião José de Carvalho e Melo (o "marqués de Pombal", para abreviar) sobrevivió a la destrucción y, sin pausa, se puso a reconstruir la ciudad. Sus medidas decididas llevaron a que la ciudad se reconstruyera en un año y, en un golpe de genialidad, hizo que los nuevos edificios se diseñaran para resistir terremotos.

Napoleón invadió Portugal como parte de la conquista de Europa en el siglo XIX y, cuando tomó Lisboa, la capital portuguesa se trasladó a Brasil, en Río de Janeiro. Portugal hizo retroceder a Napoleón con la ayuda de los aliados ingleses, lo que solidificó un vínculo que había estado presente desde el principio. Pero esta maniobra supuso el final de la reivindicación de Brasil por parte de los lusos: al final de la guerra, Lisboa volvió a ser la capital, después de que las tierras brasileñas se declararan independientes.

Portugal continúa siendo hoy en día una nación muy católica y es un miembro clave de la Unión Europea. Mantiene la fama de su comida y bebida (incluido el vino verde), los melancólicos fados y su actitud cosmopolita. Portugal y Gran Bretaña conservan estrechos vínculos, aunque, en la temporada alta de turismo, a veces los portugueses se arrepienten de ello...
PortraitSquare
icon_civilization_unknown

Rasgos

Líderes
icon_leader_default
Juan III
Unidades especiales
icon_civilization_unknown
Nao
Infraestructura especial
icon_civilization_unknown
Escuela de navegación
icon_civilization_unknown
Feitoria

Geografía y datos sociales

Ubicación
Europa Suroccidental
Tamaño
92 090 kilómetros cuadrados
Población
10 302 674 (en 2020)
Capital
Lisboa
PortraitSquare
icon_civilization_unknown

Rasgos

Líderes
icon_leader_default
Juan III
Unidades especiales
icon_civilization_unknown
Nao
Infraestructura especial
icon_civilization_unknown
Escuela de navegación
icon_civilization_unknown
Feitoria

Geografía y datos sociales

Ubicación
Europa Suroccidental
Tamaño
92 090 kilómetros cuadrados
Población
10 302 674 (en 2020)
Capital
Lisboa
Habilidad exclusiva

Casa da Índia

Las Rutas comerciales internacionales deben salir de una ciudad costera y solo pueden llegar a las ciudades que estén en la costa o tengan Puerto, pero reciben +50% para todos los rendimientos. Los Comerciantes tienen un +50% al alcance por agua y pueden embarcarse en cuanto se desbloquean.

Contexto histórico
Portugal pasó de ser un pequeño reino medieval en la costa atlántica de la península ibérica a un enorme imperio marítimo. En su apogeo en el siglo XVI, controlaba partes de América del Sur, África, Asia y Oceanía. Como uno de los primeros países europeos en emprender aventuras coloniales, Portugal es responsable de la gran ola inicial de globalización: el movimiento de personas, ideas y especias por todo el mundo en una medida jamás vista hasta entonces.

Como la mayor parte de Europa, la tierra que algún día se convertiría en Portugal se vio sacudida por disputas y conquistas locales. Fue en origen parte de la Lusitania romana y, tras la caída del Imperio romano, se integró en el Al-Andalus del califato omeya. La vida en Al-Andalus durante el cambio de milenio fue un punto de luz en comparación con muchas partes de Europa Occidental, ya que –mientras Europa atravesaba el oscurantismo medieval– las artes y el aprendizaje florecieron en la península gracias a centros como Córdoba.

El gobierno omeya se alargó hasta el siglo XII, cuando Alfonso Henríquez lideró una rebelión y consiguió proclamar un reino. Por ello, a Alfonso I se le da el apelativo de "el Fundador", en reconocimiento por haber fundado el primer estado portugués independiente. Este, junto con otros reyes cristianos vecinos, continuó la llamada "Reconquista", la campaña para acabar con el dominio "moro" (musulmán) en la península. Alfonso tomó Lisboa en 1147, ayudado (sin querer) por una fuerza de cruzados ingleses que se refugiaron en Portugal para evitar el tormentoso Atlántico. Al darse cuenta de que podían luchar en una versión de las Cruzadas más cercana a su patria, se quedaron y ayudaron a expulsar a los omeyas de ahí (también se les permitió, como pago, saquear las ciudades capturadas y pedir rescate por los prisioneros). En 1249, Alfonso III capturó la ciudad septentrional de Faro, con lo que consolidó el dominio portugués en la zona. Para el siglo XIII, las fronteras de Portugal eran comparables a las actuales, y ya habían formado una alianza con los ingleses que duraría siglos.

Con la consolidación recién conseguida del país llegó una era de exploración marítima. Los portugueses pasaron a controlar poderosas ciudades portuarias, lo cual –junto a los beneficios que les daban la astronomía y las matemáticas omeyas– les permitió aprovechar sus costas para recorrer el océano conocido (e incluso el desconocido). Estos dos rasgos permitieron a Portugal embarcarse en la empresa de comerciar con Asia desafiando las peligrosas aguas, en lugar de depender de todos los intermediarios que componían la Ruta de la Seda, muchos de los cuales seguían resentidos por la derrota de los omeyas. Con este objetivo, Juan I y sus tres hijos –los príncipes Duarte, Pedro y Enrique "el Navegante"– iniciaron la Era de los Descubrimientos ("descubrimientos" para los portugueses, claro; los nativos de Malaca, Goa y Angola habrían empleado otra palabra para describir aquello). Su primera colonia real de ultramar fue la conquista de Ceuta, en el norte de África, muy cerca de la costa portuguesa. Los lusos siguieron con la exploración marítima y la fundación de asentamientos, comenzando por la costa de África y llegando hasta la India y Asia oriental. A principios del siglo XVI, ya había una serie de colonias portuguesas que se extendían casi por todo el mundo, incluidos Angola, Mozambique, Somalia, Goa (en la India), Malaca (en la actual Malasia), Timor y un puesto comercial en Japón. La institución de estas colonias y rutas comerciales hizo a Portugal muy poderosa y muy rica en un corto periodo de tiempo, puesto que los comerciantes lusos controlaban la importación y exportación de oro y especias, pero también el tráfico de esclavos, lo que condujo a un aumento de la riqueza y de la sed de nuevas conquistas, de más mercancías y más conversos al catolicismo, un empeño que supondría la perdición de las colonias portuguesas en muchos lugares: a los sultanes malayos y los daimios japoneses no les importaba comerciar, pero la conversión amenazaba con subvertir el orden político (algo de lo que los astutos holandeses tomaron debida nota).

Hasta ese momento, Portugal había mantenido una rivalidad cordial con su vecina, España, en lo relativo a esta exploración. Después de que Cristóbal Colón "descubriera" América en 1492 y solidificara sus pretensiones sobre ese territorio, Portugal supo que debía encontrar una manera de superar a sus vecinos. Los exploradores portugueses se habían topado con la costa de Brasil y, tras una disputa encarnizada con España, el papa tuvo que mediar para resolverla con el tratado de Tordesillas, que dividió los "descubrimientos" del Nuevo Mundo: los que estaban al este de una línea imaginaria serían para los portugueses; y los españoles se quedarían con los del hemisferio occidental. Ambos se mostraron bastante conformes (tampoco es que fueran a discutir con el papa) y continuaron con sus conquistas, pero –cuando los exploradores europeos comenzaron a completar el mapa– se hizo evidente que España había recibido México y Perú (ricos en oro) y la mayor parte de América del Norte, mientras que Portugal se quedaba solo con la costa de Brasil (al parecer, nadie consultó primero con los pueblos indígenas).

Sin embargo, la paz con su vecina no duraría y, tras una serie de sucesos desafortunados en Portugal que condujeron a un trono sin heredero, se encontraron con un rey español. Felipe II de España reclamó el trono por línea materna y marchó sobre Portugal. Tras varias victorias decisivas, fue coronado Felipe I de Portugal (ahí no podía ser Felipe II, ya que no había habido ningún Felipe antes). Portugal no volvería a ser independiente hasta 1640, después de la Guerra de la Restauración portuguesa, y aun así tuvo que esperar otros 28 años para que España reconociera esa independencia.

Después de eso, la fortuna pareció sonreírles, pues se descubrió oro en Brasil. El nuevo flujo de riqueza ayudó a que la economía de Portugal floreciera y les dio un colchón financiero, que fue muy necesario cuando un terremoto de magnitud nueve sacudió Lisboa en 1755. Sebastião José de Carvalho e Melo (o "marqués de Pombal", para abreviar) sobrevivió a la destrucción y, sin pausa, se puso a reconstruir la ciudad. Sus medidas decididas llevaron a que la ciudad se reconstruyera en un año y, en un golpe de genialidad, hizo que los nuevos edificios se diseñaran para resistir terremotos.

Napoleón invadió Portugal como parte de la conquista de Europa en el siglo XIX y, cuando tomó Lisboa, la capital portuguesa se trasladó a Brasil, en Río de Janeiro. Portugal hizo retroceder a Napoleón con la ayuda de los aliados ingleses, lo que solidificó un vínculo que había estado presente desde el principio. Pero esta maniobra supuso el final de la reivindicación de Brasil por parte de los lusos: al final de la guerra, Lisboa volvió a ser la capital, después de que las tierras brasileñas se declararan independientes.

Portugal continúa siendo hoy en día una nación muy católica y es un miembro clave de la Unión Europea. Mantiene la fama de su comida y bebida (incluido el vino verde), los melancólicos fados y su actitud cosmopolita. Portugal y Gran Bretaña conservan estrechos vínculos, aunque, en la temporada alta de turismo, a veces los portugueses se arrepienten de ello...
Idioma
Elegir reglamento
Get it on App StoreGet it on Google Play
Derechos de autorPolítica de privacidad