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Líderes

Persia
Habilidad exclusiva

Satrapías

+1 a la capacidad de Ruta comercial con el principio de la Filosofía política. Recibe +2 de Oro y +1 a Cultura por las rutas entre tus propias ciudades. Las Carreteras construidas en tu territorio están un nivel por encima de lo habitual.

Contexto histórico
En su apogeo, el Imperio persa comprendía la mayor parte de Mesopotamia, Asia Menor, la costa del mar Negro, una región de Asia central (el actual Afganistán), parte de las montañas del Cáucaso, Egipto, Tracia y Macedonia. Durante casi dos siglos, Persia había dominado la "cuna de la civilización", hasta que un advenedizo llamado Alejandro acabó con la mayor potencia mundial en menos de cuatro años.

Su estrepitosa caída fue tan notable como sus inverosímiles comienzos. Según distintas fuentes (todas ellas dudosas), todo empezó por las desavenencias del joven Ciro II con su abuelo Astiajes. El viejo rey intentó matar a Ciro cuando nació... y, cuando Ciro se autoproclamó rey de Persia en el año 546 a. C., las tierras de su abuelo encabezaban su lista de conquistas. Hacia el año 540 a. C., invadió Lidia y, un año después, capturó Babilonia, gobernando un imperio que se expandía desde la frontera de Egipto hasta la costa del mar Negro, y que incluía toda la antigua Mesopotamia.

Ciro II, conocido ahora como "Ciro el Grande" o el "Rey de Reyes", podía considerarse un gobernante ilustrado para la época. Su Imperio persa fue el primero de la historia que gobernó una amalgama de grupos étnicos bajo la premisa de los mismos derechos y responsabilidades para todos, siempre y cuando sus súbditos pagasen impuestos y viviesen en paz. Ciro estableció un sistema de nobles locales llamados "sátrapas" para administrar cada provincia de manera autónoma y no interfirió en las costumbres, la religión y la economía de los pueblos conquistados. Construyó fortalezas a lo largo de la frontera oriental para combatir las incursiones de los bárbaros de las estepas, como los escitas, que pudieron ser (o quizá no) los responsables de su muerte en el año 530 a. C.

A Ciro lo sucedió su hijo, Cambises II, que no tardó en asesinar a su hermano, Esmerdis, para que su mandato no encontrase oposición. Como se estilaba en la época, tras el fratricidio llegó una invasión. Los ejércitos de Cambises invadieron Egipto en el año 525 a. C. y obtuvieron sendas victorias en Pelusio y Menfis, pero sus campañas en las vecinas Cartago y Nubia no corrieron la misma suerte. Aun así, Egipto y su riqueza eran una gran incorporación para el imperio. Durante estas campañas, llegó a sus oídos que su hermano Esmerdis, al que supuestamente había asesinado, estaba liderando una revuelta en su contra. Mientras regresaba para asegurarse de que su hermano estaba muerto, Cambises falleció en extrañas circunstancias.

Casualmente, un familiar lejano de Cambises llamado Darío, que era uno de los generales persas con acceso al rey en el momento de su muerte, aseguró que este se había suicidado. Las tropas de Darío se dirigieron a Media y mataron a Esmerdis, al que acusaron de impostor. Al no existir una línea de sucesión clara, Darío reclamó el trono, lo que provocó revueltas en varias provincias. Tras librar 19 batallas en un año, Darío acabó con casi todos los alzamientos.

La calma volvía a reinar en el imperio. En el año 521 a. C., Darío disponía del control suficiente para reorganizar la administración, proclamar el arameo como lengua oficial del imperio y crear un sistema monetario uniforme basado en el "dárico" (poner tu propio nombre a una moneda es una de las ventajas de ser un supuesto usurpador). Con Darío, el Imperio persa también estableció estándares de pesos y medidas; instauró un programa de construcción de carreteras en el que se incluía la finalización y remodelación del "camino real" (2500 kilómetros), que unía Susa con Sardis; y realizó numerosas obras públicas en Susa, Babilonia, Menfis, Pasargada y Persépolis.

En el año 516 a. C., su reinado era lo suficientemente estable como para invadir el lejano valle del Indo y, en menos de un año, lo había conquistado. Tras nombrar sátrapa de la ciudad de Gandhara al griego Escílax, Darío decidió reorganizar el imperio. Lo dividió en 20 provincias que pagaban un tributo fijo, cada una bajo la supervisión de un sátrapa de su elección (normalmente un familiar). Para evitar que los sátrapas acumulasen poder y se rebelasen, nombró a un comandante militar en cada satrapía que solo respondía ante él. Los espías imperiales, conocidos como los "oídos del rey", vigilaban al sátrapa y al comandante e informaban a Darío regularmente.

Tras regresar victorioso de la India, Darío, conocido ahora como "el Grande", se centró en los escitas. Los jinetes bárbaros se negaban a entrar en batallas campales, pero debido a sus constantes retiradas, los escitas abandonaron sus mejores pastos, sus rebaños se dispersaron y perdieron a varios aliados. Aun así, después de marchar durante un mes por tierras inhóspitas, la infantería persa era víctima del cansancio y la escasez de alimentos. Darío, convencido de que las arcas escitas ya habían tenido importantes pérdidas, y preocupado por sufrir más bajas en una campaña infructuosa, detuvo la marcha de su ejército a orillas del Oarus. Según Heródoto, construyó "ocho grandes fuertes, separados entre sí por una distancia considerable". Aunque el conflicto se encontraba en punto muerto, Darío se declaró victorioso y partió hacia Europa en busca de un enemigo con menor movilidad.

La expedición comenzó con Darío cruzando el Helesponto e involucrándose en los conflictivos asuntos políticos griegos, lo cual llevó a la invasión de Tracia y a la toma de varias ciudades-estado al norte del Egeo. Macedonia se rindió voluntariamente a Persia y se convirtió en un reino vasallo. Darío dejó en manos de su general Megabizo la última fase de la conquista de Tracia y se retiró a Sardis. Poco después, varias ciudades griegas en Jonia se sublevaron y, con el apoyo de Atenas y Eretria, las fuerzas jónicas tomaron y quemaron Sardis en el año 498 a. C., lo que supuestamente enfureció a Darío.

Tras poner fin a la "revuelta jónica", Darío encargó a su yerno la reconquista de Tracia y Macedonia en el año 492 a. C. y envió una expedición a Grecia para obligar a Eretria y Atenas a rendirse. Después de atacar varias islas del Egeo e invadir Naxos, los persas sitiaron, capturaron y quemaron Eretria en el año 490 a. C. A continuación, se dirigieron al sur por la costa de Ática para hacer lo propio en Atenas, pero fueron derrotados por 30 000 soldados aliados de Grecia en Maratón. Darío comenzó a realizar los preparativos para una nueva invasión, que lideraría personalmente, pero murió en el intento tres años después.

Sus sucesores, empezando por su hijo Jerjes I, tuvieron que lidiar con los advenedizos griegos y se las apañaron para destruir el mayor imperio de la historia de la humanidad.

Jerjes sofocó una revuelta en Egipto, pero, a diferencia de sus antecesores, se mostró implacable con la provincia rebelde; apartó a los líderes locales y Persia pasó a controlar directamente a los ciudadanos. La misma suerte corrieron los babilonios cuando se sublevaron en el año 482 a. C. Finalmente, un gran ejército liderado por Jerjes se dirigió al norte de Grecia con el apoyo de la poderosa armada persa. Todas las ciudades-estado que los invasores encontraban a su paso fueron cayendo fácilmente y, pese a la heroica resistencia de los espartanos y los beocios en las Termópilas, los griegos fueron incapaces de impedir que el ejército de Jerjes entrara en Atenas y saqueara la ciudad-estado más poderosa de Grecia.

No obstante, los atenienses evacuaron la ciudad antes de que llegaran los persas y conservaron así gran parte del poder de su armada. Jerjes descubriría ese poder en la batalla de Salamina (480 a. C.), cuando una flota griega de unos 370 trirremes derrotó estrepitosamente a 800 galeras persas y destruyó 300 de ellas perdiendo solo 40 naves helenas. Esta derrota retrasó los planes de la ofensiva persa contra Grecia un año, dejando a los griegos tiempo de reorganizar sus defensas contra los invasores. Jerjes se vio obligado a regresar a Persia y dejar al mando a su general Mardonio, y los griegos pronto ganaron varias batallas importantes por mar y tierra contra el nuevo líder. Con la muerte de Mardonio en la batalla de Platea, la campaña terminó y los persas supervivientes se retiraron de Grecia desordenadamente.

Jerjes nunca más volvería a organizar otra invasión de Grecia porque fue asesinado. En el año 465 a. C. fue víctima de una conspiración orquestada por el comandante de los guardaespaldas reales, que a su vez fue asesinado por Artajerjes, hijo de Jerjes.

Los tres reyes persas que sucedieron a Jerjes I (Artajerjes I, Jerjes II y Darío II) gobernaron desde el 465 a. C. al 404 a. C. con debilidad y sin ninguna inspiración. A finales del siglo V, los persas recuperaron cierto poder en el Egeo y consiguieron enfrentar a unos griegos contra otros durante la larga guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas. No obstante, en el año 405 a. C., Egipto se sublevó y Persia fue incapaz de recuperar el control de la obstinada provincia durante más de 50 años.

A Darío lo sucedió Artajerjes II, que gobernó durante 45 años. Durante su largo reinado, Artajerjes II estuvo en guerra con Esparta, una vez más por las colonias griegas de Asia Menor. Persia se alió con los atenienses (que se estaban recuperando de su desastrosa derrota en la guerra del Peloponeso) y Esparta se vio obligada a claudicar.

Pese a estos logros esporádicos, a medida que Persia se adentraba en el siglo IV a. C., crecían su debilidad y su desorganización. En el año 373 a. C. se rebeló un grupo de sátrapas. Fueron reprimidos, pero cada vez ocurrían más sublevaciones. La precariedad de la posición del rey aumentó. Artajerjes III subió al trono en el año 359 a. C. gracias a una traición y, en un intento por asegurarse el poder, asesinó a todos los miembros de su familia que pudo. En el año 338 a. C., Artajerjes III fue envenenado por orden del eunuco Bagoas, que puso al hijo pequeño del rey asesinado, Arses, en el poder. Arses intentó matar a Bagoas, pero no lo consiguió y fue ejecutado. A continuación, Bagoas puso en el trono a Darío III.

Darío III había sido el sátrapa de Armenia y, pese a que solo guardaba un parentesco lejano con el último rey, prácticamente ya no quedaba nadie más vivo con derecho a gobernar. Es difícil saber si fue un buen líder porque, cuando ocupó el trono, el Imperio persa llevaba en declive casi un siglo, y las diversas partes que lo integraban se rebelaban constantemente contra el gobierno central, que cada vez resultaba más incapaz. Las intrigas palaciegas desgastaron todavía más a la monarquía, y los líderes que querían sobrevivir dedicaban tanto tiempo a cubrirse las espaldas como a velar por los intereses del imperio. Cualquier líder que asumiera el poder en esas circunstancias lo tendría difícil.

Por mal que fueran las cosas dentro del país, palidecían ante los problemas con los que se encontró Darío III por todo el Helesponto. En el año 336 a. C., el joven rey macedonio Alejandro, posteriormente llamado el "Magno", quiso derrocar al inestable Imperio persa. Darío le presentó batalla repetidamente, muchas veces contando con la superioridad numérica, pero Alejandro no dejó de destrozar a sus ejércitos una y otra vez. La capital persa, Persépolis, cayó a manos de los ejércitos griegos en el 330 a. C., y Darío murió asesinado ese mismo año. El último "Rey de Reyes" aqueménida había caído.
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Rasgos

Líderes
icon_leader_default
Ciro
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Nader Shah
Unidades especiales
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Inmortal
Infraestructura especial
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Pairi-Daeza

Geografía y datos sociales

Ubicación
Asia y África
Tamaño
5,5 millones de kilómetros cuadrados en su apogeo
Población
35 millones en su apogeo (estimación)
Capital
Pasargada, Babilonia, Persépolis
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Geografía y datos sociales

Ubicación
Asia y África
Tamaño
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Población
35 millones en su apogeo (estimación)
Capital
Pasargada, Babilonia, Persépolis
Habilidad exclusiva

Satrapías

+1 a la capacidad de Ruta comercial con el principio de la Filosofía política. Recibe +2 de Oro y +1 a Cultura por las rutas entre tus propias ciudades. Las Carreteras construidas en tu territorio están un nivel por encima de lo habitual.

Contexto histórico
En su apogeo, el Imperio persa comprendía la mayor parte de Mesopotamia, Asia Menor, la costa del mar Negro, una región de Asia central (el actual Afganistán), parte de las montañas del Cáucaso, Egipto, Tracia y Macedonia. Durante casi dos siglos, Persia había dominado la "cuna de la civilización", hasta que un advenedizo llamado Alejandro acabó con la mayor potencia mundial en menos de cuatro años.

Su estrepitosa caída fue tan notable como sus inverosímiles comienzos. Según distintas fuentes (todas ellas dudosas), todo empezó por las desavenencias del joven Ciro II con su abuelo Astiajes. El viejo rey intentó matar a Ciro cuando nació... y, cuando Ciro se autoproclamó rey de Persia en el año 546 a. C., las tierras de su abuelo encabezaban su lista de conquistas. Hacia el año 540 a. C., invadió Lidia y, un año después, capturó Babilonia, gobernando un imperio que se expandía desde la frontera de Egipto hasta la costa del mar Negro, y que incluía toda la antigua Mesopotamia.

Ciro II, conocido ahora como "Ciro el Grande" o el "Rey de Reyes", podía considerarse un gobernante ilustrado para la época. Su Imperio persa fue el primero de la historia que gobernó una amalgama de grupos étnicos bajo la premisa de los mismos derechos y responsabilidades para todos, siempre y cuando sus súbditos pagasen impuestos y viviesen en paz. Ciro estableció un sistema de nobles locales llamados "sátrapas" para administrar cada provincia de manera autónoma y no interfirió en las costumbres, la religión y la economía de los pueblos conquistados. Construyó fortalezas a lo largo de la frontera oriental para combatir las incursiones de los bárbaros de las estepas, como los escitas, que pudieron ser (o quizá no) los responsables de su muerte en el año 530 a. C.

A Ciro lo sucedió su hijo, Cambises II, que no tardó en asesinar a su hermano, Esmerdis, para que su mandato no encontrase oposición. Como se estilaba en la época, tras el fratricidio llegó una invasión. Los ejércitos de Cambises invadieron Egipto en el año 525 a. C. y obtuvieron sendas victorias en Pelusio y Menfis, pero sus campañas en las vecinas Cartago y Nubia no corrieron la misma suerte. Aun así, Egipto y su riqueza eran una gran incorporación para el imperio. Durante estas campañas, llegó a sus oídos que su hermano Esmerdis, al que supuestamente había asesinado, estaba liderando una revuelta en su contra. Mientras regresaba para asegurarse de que su hermano estaba muerto, Cambises falleció en extrañas circunstancias.

Casualmente, un familiar lejano de Cambises llamado Darío, que era uno de los generales persas con acceso al rey en el momento de su muerte, aseguró que este se había suicidado. Las tropas de Darío se dirigieron a Media y mataron a Esmerdis, al que acusaron de impostor. Al no existir una línea de sucesión clara, Darío reclamó el trono, lo que provocó revueltas en varias provincias. Tras librar 19 batallas en un año, Darío acabó con casi todos los alzamientos.

La calma volvía a reinar en el imperio. En el año 521 a. C., Darío disponía del control suficiente para reorganizar la administración, proclamar el arameo como lengua oficial del imperio y crear un sistema monetario uniforme basado en el "dárico" (poner tu propio nombre a una moneda es una de las ventajas de ser un supuesto usurpador). Con Darío, el Imperio persa también estableció estándares de pesos y medidas; instauró un programa de construcción de carreteras en el que se incluía la finalización y remodelación del "camino real" (2500 kilómetros), que unía Susa con Sardis; y realizó numerosas obras públicas en Susa, Babilonia, Menfis, Pasargada y Persépolis.

En el año 516 a. C., su reinado era lo suficientemente estable como para invadir el lejano valle del Indo y, en menos de un año, lo había conquistado. Tras nombrar sátrapa de la ciudad de Gandhara al griego Escílax, Darío decidió reorganizar el imperio. Lo dividió en 20 provincias que pagaban un tributo fijo, cada una bajo la supervisión de un sátrapa de su elección (normalmente un familiar). Para evitar que los sátrapas acumulasen poder y se rebelasen, nombró a un comandante militar en cada satrapía que solo respondía ante él. Los espías imperiales, conocidos como los "oídos del rey", vigilaban al sátrapa y al comandante e informaban a Darío regularmente.

Tras regresar victorioso de la India, Darío, conocido ahora como "el Grande", se centró en los escitas. Los jinetes bárbaros se negaban a entrar en batallas campales, pero debido a sus constantes retiradas, los escitas abandonaron sus mejores pastos, sus rebaños se dispersaron y perdieron a varios aliados. Aun así, después de marchar durante un mes por tierras inhóspitas, la infantería persa era víctima del cansancio y la escasez de alimentos. Darío, convencido de que las arcas escitas ya habían tenido importantes pérdidas, y preocupado por sufrir más bajas en una campaña infructuosa, detuvo la marcha de su ejército a orillas del Oarus. Según Heródoto, construyó "ocho grandes fuertes, separados entre sí por una distancia considerable". Aunque el conflicto se encontraba en punto muerto, Darío se declaró victorioso y partió hacia Europa en busca de un enemigo con menor movilidad.

La expedición comenzó con Darío cruzando el Helesponto e involucrándose en los conflictivos asuntos políticos griegos, lo cual llevó a la invasión de Tracia y a la toma de varias ciudades-estado al norte del Egeo. Macedonia se rindió voluntariamente a Persia y se convirtió en un reino vasallo. Darío dejó en manos de su general Megabizo la última fase de la conquista de Tracia y se retiró a Sardis. Poco después, varias ciudades griegas en Jonia se sublevaron y, con el apoyo de Atenas y Eretria, las fuerzas jónicas tomaron y quemaron Sardis en el año 498 a. C., lo que supuestamente enfureció a Darío.

Tras poner fin a la "revuelta jónica", Darío encargó a su yerno la reconquista de Tracia y Macedonia en el año 492 a. C. y envió una expedición a Grecia para obligar a Eretria y Atenas a rendirse. Después de atacar varias islas del Egeo e invadir Naxos, los persas sitiaron, capturaron y quemaron Eretria en el año 490 a. C. A continuación, se dirigieron al sur por la costa de Ática para hacer lo propio en Atenas, pero fueron derrotados por 30 000 soldados aliados de Grecia en Maratón. Darío comenzó a realizar los preparativos para una nueva invasión, que lideraría personalmente, pero murió en el intento tres años después.

Sus sucesores, empezando por su hijo Jerjes I, tuvieron que lidiar con los advenedizos griegos y se las apañaron para destruir el mayor imperio de la historia de la humanidad.

Jerjes sofocó una revuelta en Egipto, pero, a diferencia de sus antecesores, se mostró implacable con la provincia rebelde; apartó a los líderes locales y Persia pasó a controlar directamente a los ciudadanos. La misma suerte corrieron los babilonios cuando se sublevaron en el año 482 a. C. Finalmente, un gran ejército liderado por Jerjes se dirigió al norte de Grecia con el apoyo de la poderosa armada persa. Todas las ciudades-estado que los invasores encontraban a su paso fueron cayendo fácilmente y, pese a la heroica resistencia de los espartanos y los beocios en las Termópilas, los griegos fueron incapaces de impedir que el ejército de Jerjes entrara en Atenas y saqueara la ciudad-estado más poderosa de Grecia.

No obstante, los atenienses evacuaron la ciudad antes de que llegaran los persas y conservaron así gran parte del poder de su armada. Jerjes descubriría ese poder en la batalla de Salamina (480 a. C.), cuando una flota griega de unos 370 trirremes derrotó estrepitosamente a 800 galeras persas y destruyó 300 de ellas perdiendo solo 40 naves helenas. Esta derrota retrasó los planes de la ofensiva persa contra Grecia un año, dejando a los griegos tiempo de reorganizar sus defensas contra los invasores. Jerjes se vio obligado a regresar a Persia y dejar al mando a su general Mardonio, y los griegos pronto ganaron varias batallas importantes por mar y tierra contra el nuevo líder. Con la muerte de Mardonio en la batalla de Platea, la campaña terminó y los persas supervivientes se retiraron de Grecia desordenadamente.

Jerjes nunca más volvería a organizar otra invasión de Grecia porque fue asesinado. En el año 465 a. C. fue víctima de una conspiración orquestada por el comandante de los guardaespaldas reales, que a su vez fue asesinado por Artajerjes, hijo de Jerjes.

Los tres reyes persas que sucedieron a Jerjes I (Artajerjes I, Jerjes II y Darío II) gobernaron desde el 465 a. C. al 404 a. C. con debilidad y sin ninguna inspiración. A finales del siglo V, los persas recuperaron cierto poder en el Egeo y consiguieron enfrentar a unos griegos contra otros durante la larga guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas. No obstante, en el año 405 a. C., Egipto se sublevó y Persia fue incapaz de recuperar el control de la obstinada provincia durante más de 50 años.

A Darío lo sucedió Artajerjes II, que gobernó durante 45 años. Durante su largo reinado, Artajerjes II estuvo en guerra con Esparta, una vez más por las colonias griegas de Asia Menor. Persia se alió con los atenienses (que se estaban recuperando de su desastrosa derrota en la guerra del Peloponeso) y Esparta se vio obligada a claudicar.

Pese a estos logros esporádicos, a medida que Persia se adentraba en el siglo IV a. C., crecían su debilidad y su desorganización. En el año 373 a. C. se rebeló un grupo de sátrapas. Fueron reprimidos, pero cada vez ocurrían más sublevaciones. La precariedad de la posición del rey aumentó. Artajerjes III subió al trono en el año 359 a. C. gracias a una traición y, en un intento por asegurarse el poder, asesinó a todos los miembros de su familia que pudo. En el año 338 a. C., Artajerjes III fue envenenado por orden del eunuco Bagoas, que puso al hijo pequeño del rey asesinado, Arses, en el poder. Arses intentó matar a Bagoas, pero no lo consiguió y fue ejecutado. A continuación, Bagoas puso en el trono a Darío III.

Darío III había sido el sátrapa de Armenia y, pese a que solo guardaba un parentesco lejano con el último rey, prácticamente ya no quedaba nadie más vivo con derecho a gobernar. Es difícil saber si fue un buen líder porque, cuando ocupó el trono, el Imperio persa llevaba en declive casi un siglo, y las diversas partes que lo integraban se rebelaban constantemente contra el gobierno central, que cada vez resultaba más incapaz. Las intrigas palaciegas desgastaron todavía más a la monarquía, y los líderes que querían sobrevivir dedicaban tanto tiempo a cubrirse las espaldas como a velar por los intereses del imperio. Cualquier líder que asumiera el poder en esas circunstancias lo tendría difícil.

Por mal que fueran las cosas dentro del país, palidecían ante los problemas con los que se encontró Darío III por todo el Helesponto. En el año 336 a. C., el joven rey macedonio Alejandro, posteriormente llamado el "Magno", quiso derrocar al inestable Imperio persa. Darío le presentó batalla repetidamente, muchas veces contando con la superioridad numérica, pero Alejandro no dejó de destrozar a sus ejércitos una y otra vez. La capital persa, Persépolis, cayó a manos de los ejércitos griegos en el 330 a. C., y Darío murió asesinado ese mismo año. El último "Rey de Reyes" aqueménida había caído.
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