Hay antiguas colonias que desprecian su pasado colonial y borran los nombres de los ocupantes anteriores. Singapur –aunque se enorgullece de su independencia– no es una de ellas. Esta ciudad-estado insular sigue repleta todavía de referencias al gobernador general de la Compañía de las Indias Orientales, Sir Stamford Raffles, a quien se le atribuye la fundación de la ciudad.

Por aquel entonces, el gobierno colonial no era la dominación militar que llegó a verse con una claridad meridiana en la última parte del siglo XIX. Más bien suponía una gran cantidad de status semicoloniales: podía compensarse a los sultanes (más o menos voluntariamente) por convertirse en estados títeres tranquilos, era posible que estos sintieran la tentación de unirse a una colonia de manera consentida o podían sufrir un golpe de estado o una conquista militar. A los británicos en especial les gustaba tentar a los señores locales con bienes de lujo o proyectos de infraestructuras para luego apoderarse de las tierras cuando los sultanes gastaban más de lo que podían permitirse.

Raffles era un personaje colonial típico, y su historia evoca la de un aventurero, pues fue espía y líder militar, diplomático y comerciante. Inició su singladura a bordo de un barco que zarpó de la colonia británica de Jamaica en 1781. Comenzó su carrera profesional como empleado de la compañía británica de las Indias Orientales, y de joven lo enviaron a Malasia, que era una serie de sultanatos en la península entre un Siam independiente (Tailandia) y las islas de Indonesia que controlaban los holandeses. Los británicos se morían de ganas de reducir las ganancias neerlandesas por el comercio de especias y de asegurar el paso de los barcos que iban de la India a China, pero tenían miedo de provocar una guerra que tuviera repercusiones en Europa.

Pero Napoleón tomó la iniciativa e hizo justamente eso. Cuando los franceses ocuparon los Países Bajos, las posesiones holandesas en el sudeste asiático se convirtieron de repente en presa legal, y Raffles les arrebató Java, y fue nombrado vicegobernador de las Indias Orientales Holandesas... hasta que derrotaron a Napoleón y se instauró un nuevo régimen neerlandés.

No obstante, Raffles es más conocido por Singapur. La isla estaba en un lugar perfecto, en medio del estrecho de Malaca, pero justo fuera del control holandés. Por aquel entonces, la isla no era la importante ciudad que es hoy en día, sino un pequeño pueblo de pescadores que formaba parte del sultanato de Johor (al menos de manera nominal). Pero se ponía en duda quién lo gobernaba de verdad, en especial cuando el hijo menor del sultán se hizo con el poder mientras su hermano mayor estaba de viaje. Raffles organizó un golpe de estado en Johor y, reinstaurado en el trono, el nuevo sultán dio a los británicos el control de la isla en 1819.

La isla floreció y trajo mano de obra de todo el Imperio británico, lo que llevó a la composición étnica que tiene Singapur hoy en día (descendientes de comerciantes chinos, trabajadores chinos y del sur de la India, y nativos malayos). Aunque los holandeses siguieron siendo una fuerza importante en el sudeste asiático, Singapur supuso el establecimiento del poder británico en la zona y un eslabón vital para mantener el comercio entre Hong Kong y la India bajo control británico. En la actualidad, Singapur sigue siendo fiel en cierto sentido a la visión de Raffles: es un puerto multiétnico que se encuentra en uno de los estrechos más importantes y concurridos del mundo.