El Imperio holandés de Guillermina se asienta en las llanuras donde los ríos desembocan en el mar. Impulsa su crecimiento con la creación de Pólders y el establecimiento de Rutas comerciales por todo el mundo.

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Desde que tuvo uso de razón, Guillermina siempre fue reina de los Países Bajos (o supo que iba a serlo). La persona que más tiempo se ha sentado en el trono holandés lideró a su pueblo en un periodo tumultuoso: los albores del siglo XX, la crisis económica de la década de 1930 y dos Guerras Mundiales. Y lo hizo con dignidad, aplomo y un compromiso incuestionable con los principios de la soberanía holandesa.

Hija del rey Guillermo III y su segunda esposa, Emma de Waldeck-Pyrmont, Guillermina nació en 1880 y con cuatro años se convirtió en heredera del trono de los Países Bajos tras la muerte de su hermanastro y tío abuelo. Guillermo falleció cuando Guillermina tenía diez años y Emma fue regente de la joven reina hasta su subida al trono a los dieciocho años.

Guillermina se enfrentó a sus primeros retos con aplomo y causó una grata impresión. La reina Victoria del Reino Unido describió a la joven Guillermina como hermosa, cortés e inteligente, y el káiser Guillermo II de Alemania fue testigo de su ingenio. Durante una reunión poco antes de la Primera Guerra Mundial, el káiser comentó que sus guardias medían dos metros y que sacaban una cabeza a los de la reina Guillermina, a lo que esta respondió con elegancia: "Cierto, majestad, sus guardas miden dos metros, pero cuando abrimos las presas el agua alcanza una altura de tres metros". Los Países Bajos mantuvieron una posición neutral en la Primera Guerra Mundial gracias a las negociaciones con el káiser alemán, que quizá no había olvidado las palabras de la reina.

A pesar de la neutralidad holandesa, Guillermina llevó a cabo una gran política defensiva durante la guerra. Se interesó activamente por el ejército del país e instauró un estricto protocolo de vigilancia en las fronteras, incluso cuando su marido, el príncipe Enrique, las atravesaba para visitar a su familia en Alemania. Solía recorrer el país para visitar a las tropas y hacía donaciones a fondos de ayuda. La Primera Guerra Mundial también tuvo consecuencias negativas para los Países Bajos. El bloqueo aliado afectó al comercio, elemento clave de una gran potencia mercantil como los Países Bajos. Al terminar la guerra, los aliados protestaron porque Guillermina concedió asilo político al káiser.

Las experiencias de la reina Guillermina en la Gran Guerra templaron su reinado de cara a la siguiente Guerra Mundial. Tras perder a su marido y a su madre, buscó un marido adecuado para su hija, la princesa Juliana, asegurando así el futuro de su linaje real. Entre todo esto, y en mitad del colapso de la economía mundial, se convirtió en una de las personas más ricas del mundo gracias a sus prudentes inversiones.

Alemania invadió los Países Bajos el 10 de mayo de 1940. La reina Guillermina se refugió en Inglaterra y envió a su familia a Canadá. Su marcha no fue un signo de cobardía sino algo calculado; si permanecía en los Países Bajos, el pueblo pensaría que estaba colaborando con los alemanes. La marcha de Guillermina fue un acto de resistencia. Su gobierno en el exilio permaneció en Londres hasta que finalizó la guerra y alentaba a los territorios ocupados en Radio Oranje para que se mantuviesen fuertes. Gracias a sus palabras de ánimo, la resistencia holandesa combatió hasta su regreso en 1945.

Tras dos Guerras Mundiales y cincuenta y cinco años en el trono, Guillermina abdicó en favor de su hija Juliana en 1948. Durante su reinado, tomó decisiones que ayudaron al país a superar uno de los periodos más complicados de la historia contemporánea. El pueblo holandés sigue recordándola con gran cariño.