Tradicionalmente, un aprendizaje o pasantía es un método que permite instruir a una nueva generación de "maestros" en un arte, artesanía u oficio, usando el entrenamiento práctico, aderezado con montones de palizas (ahora ya no tanto). Durante este periodo de entrenamiento, el aprendiz estudia con un maestro, que le enseña a cambio de que trabaje para él durante un tiempo previamente acordado (normalmente, entre 3 y 6 años), hasta alcanzar un nivel de competencia adecuado. Todo esto bajo los auspicios de un gremio o sindicato. Los que completan su aprendizaje con éxito se convierten en oficiales y, si son diligentes, llegarán a ser maestros y podrán instruir a una nueva generación de aprendices. Así, el negocio o la artesanía desarrolla un núcleo sostenible de profesionales.
El sistema evolucionó a finales de la Edad Media, cuando los maestros artesanos obtuvieron el derecho en muchas cartas pueblas a emplear a jóvenes a cambio de alojamiento, comida, un poco de dinero para gastos y entrenamiento formal. En realidad, el aprendiz estaba atado en cuerpo y alma al maestro durante todo el aprendizaje. Pero esto era mejor que la mayoría de las opciones para los jóvenes pobres y analfabetos que querían salir adelante. En la mayor parte de Europa, una vez que el aprendiz se convertía en oficial (si lo conseguía), se le consideraba una persona libre, con los mismos derechos que cualquier ciudadano. Si llegaba a ser maestro, se convertía en un miembro respetado y respetable de la sociedad.
La mayoría de los aprendices durante la Edad Media y el Renacimiento eran hombres, aunque había aprendizas de costurera, modista, zapatera o papelera. La civilización se construye mediante una renovación constante de la fuerza laboral cualificada, y aunque muchos de estas profesiones se transmitían de padres a hijos por vía familiar, la explosión tecnológica y de población que se inició en el siglo XV exigía una ampliación de la fuerza laboral. Con este panorama, el sistema de gremios y aprendices funcionaba bastante bien. Con el tiempo, las normativas gubernamentales acabaron con los gremios, y la aparición de escuelas de formación profesional ofreció a los jóvenes trabajadores otras opciones. En cualquier caso, todavía quedan vestigios del sistema de aprendices, sobre todo en las profesiones relacionadas con la construcción.
"Todos somos aprendices en un oficio del que nadie llega a convertirse en maestro". – Ernest Hemingway
"No hay un método sencillo para instruir a un aprendiz. Mis dos herramientas son poner ejemplos e incordiar". – Lemony Snicket
Tradicionalmente, un aprendizaje o pasantía es un método que permite instruir a una nueva generación de "maestros" en un arte, artesanía u oficio, usando el entrenamiento práctico, aderezado con montones de palizas (ahora ya no tanto). Durante este periodo de entrenamiento, el aprendiz estudia con un maestro, que le enseña a cambio de que trabaje para él durante un tiempo previamente acordado (normalmente, entre 3 y 6 años), hasta alcanzar un nivel de competencia adecuado. Todo esto bajo los auspicios de un gremio o sindicato. Los que completan su aprendizaje con éxito se convierten en oficiales y, si son diligentes, llegarán a ser maestros y podrán instruir a una nueva generación de aprendices. Así, el negocio o la artesanía desarrolla un núcleo sostenible de profesionales.
El sistema evolucionó a finales de la Edad Media, cuando los maestros artesanos obtuvieron el derecho en muchas cartas pueblas a emplear a jóvenes a cambio de alojamiento, comida, un poco de dinero para gastos y entrenamiento formal. En realidad, el aprendiz estaba atado en cuerpo y alma al maestro durante todo el aprendizaje. Pero esto era mejor que la mayoría de las opciones para los jóvenes pobres y analfabetos que querían salir adelante. En la mayor parte de Europa, una vez que el aprendiz se convertía en oficial (si lo conseguía), se le consideraba una persona libre, con los mismos derechos que cualquier ciudadano. Si llegaba a ser maestro, se convertía en un miembro respetado y respetable de la sociedad.
La mayoría de los aprendices durante la Edad Media y el Renacimiento eran hombres, aunque había aprendizas de costurera, modista, zapatera o papelera. La civilización se construye mediante una renovación constante de la fuerza laboral cualificada, y aunque muchos de estas profesiones se transmitían de padres a hijos por vía familiar, la explosión tecnológica y de población que se inició en el siglo XV exigía una ampliación de la fuerza laboral. Con este panorama, el sistema de gremios y aprendices funcionaba bastante bien. Con el tiempo, las normativas gubernamentales acabaron con los gremios, y la aparición de escuelas de formación profesional ofreció a los jóvenes trabajadores otras opciones. En cualquier caso, todavía quedan vestigios del sistema de aprendices, sobre todo en las profesiones relacionadas con la construcción.
"Todos somos aprendices en un oficio del que nadie llega a convertirse en maestro". – Ernest Hemingway
"No hay un método sencillo para instruir a un aprendiz. Mis dos herramientas son poner ejemplos e incordiar". – Lemony Snicket