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En la Edad Media, los gremios de artesanos no solo protegían a los artesanos (y a sus clientes de los trabajos chapuceros), sino que se aseguraban de que seguiría habiendo artesanos. Los aspirantes pasaban por varios niveles de entrenamiento y responsabilidad –de aprendiz a oficial– antes de recibir el encargo de crear una "obra maestra". Si era aceptable, el candidato se convertía en maestro artesano, capaz de crear las mejores obras en su campo, ya fuera la joyería o la carpintería. Al evolucionar la artesanía en la Europa medieval, nuevos artesanos inundaron las bulliciosas ciudades: zapateros, barberos, cerveceros, curtidores, herreros, boticarios... Una lista interminable de la clase media.