La no injerencia económica es el santo grial del capitalismo, ya que todas las transacciones privadas quedan libres de la participación y del control gubernamental (incluidos tarifas, subsidios, regulaciones de mercado, límites a monopolios, control de precios, asuntos laborales y demás tonterías). El debate sobre la no injerencia económica se remonta incluso a las dinastías chinas Han, Tang, Song y Ming, en las que los funcionarios y los mercaderes discutieron durante siglos si la participación del gobierno era necesaria o estaba justificada. En la época moderna, el debate se intensificó mientras las multinacionales adquirían cada vez más influencia. Adam Smith reconoció profundas ambigüedades morales, y John Maynard Keynes llegó a condenar abiertamente la no injerencia.
La no injerencia económica es el santo grial del capitalismo, ya que todas las transacciones privadas quedan libres de la participación y del control gubernamental (incluidos tarifas, subsidios, regulaciones de mercado, límites a monopolios, control de precios, asuntos laborales y demás tonterías). El debate sobre la no injerencia económica se remonta incluso a las dinastías chinas Han, Tang, Song y Ming, en las que los funcionarios y los mercaderes discutieron durante siglos si la participación del gobierno era necesaria o estaba justificada. En la época moderna, el debate se intensificó mientras las multinacionales adquirían cada vez más influencia. Adam Smith reconoció profundas ambigüedades morales, y John Maynard Keynes llegó a condenar abiertamente la no injerencia.