Con la llegada de los cohetes, era preciso no desorientarse al lanzar un misil con ojiva nuclear contra el enemigo o enviar a un hombre al espacio. Ya no bastaba con una brújula y un sextante si se quería dar en el blanco. Por lo tanto, si hablamos de balística, se necesitaba un sistema de guiado. Y, puesto que los cálculos eran demasiado complicados para los simples mortales, se dejó en manos de las máquinas el conseguir que algo llegara donde y cuando se pretendía.
Los sistemas de guiado precisan tres subsistemas: de entrada, de procesamiento y de salida. Los dispositivos de entrada incluyen sensores, datos del trayecto recibidos por radio y satélite, radares, cámaras visuales y demás. El procesamiento se realiza generalmente con unidades centrales de procesamiento tanto integradas en el cohete como en tierra y determina cosas tales como el rumbo, la trayectoria, la velocidad, etc. El subsistema de salida incluye los ajustes practicados en la velocidad (mediante bombas de combustible, el manejo del motor y los sistemas de refrigeración) y el rumbo (alerones, timones, distribución del peso). Dado que, en general, el cohete no se va a recuperar, estos sistemas pueden ser bastante baratos y simples (salvo, quizá, por las CPU integradas).
El estadounidense Robert Goddard y, en paralelo, el equipo alemán que desarrolló el cohete V-2, experimentaron con sistemas simples de guiado giroscópico... que eran los que funcionaban. Después de la guerra y de hacerse con unos 500 científicos aeroespaciales alemanes dirigidos por Von Braun, la investigación estadounidense sobre sistemas de guiado autónomo se concentró en el Caltech, el MIT y el laboratorio de propulsión a chorro de la NASA. Sus esfuerzos combinados llevaron al poco fiable sistema "Delta", que evaluaba constantemente la diferencia de posición a partir de una trayectoria de referencia; los problemas se solucionaron con el "sistema Q" en 1956. Tanto éxito tuvo este sistema con los misiles atómicos que se clasificó como ultrasecreto en la década de 1960 y todavía se utiliza para muchas armas militares.
Sin embargo, fue la "carrera espacial" la que supuso una eficacia de verdad para los sistemas de guiado. En agosto de 1961, la NASA firmó con el MIT un contrato para diseñar un sistema de guiado y navegación para el programa Apolo. El resultado fue el antepasado del sistema PEG4 (acrónimo inglés de "powered explicit guidance", "guiado explícito propulsado"), que se utilizó para el programa estadounidense de transbordadores y para la mayoría de lanzamientos espaciales. Mientras tanto, se desarrolló el sistema de posicionamiento global (GPS) junto al ejército de los EE. UU. para que sus flamantes misiles balísticos intercontinentales pudieran dar en el blanco. El GPS finalmente se comercializó y ahora ayuda a que papá no se pierda cuando va al centro comercial.
"Si no cambias de dirección, probablemente termines hacia donde te diriges". – Lao Tse
"Me encanta ver a mi madre discutir con el GPS cuando volvemos a casa". – Isabelle Fuhrman
Con la llegada de los cohetes, era preciso no desorientarse al lanzar un misil con ojiva nuclear contra el enemigo o enviar a un hombre al espacio. Ya no bastaba con una brújula y un sextante si se quería dar en el blanco. Por lo tanto, si hablamos de balística, se necesitaba un sistema de guiado. Y, puesto que los cálculos eran demasiado complicados para los simples mortales, se dejó en manos de las máquinas el conseguir que algo llegara donde y cuando se pretendía.
Los sistemas de guiado precisan tres subsistemas: de entrada, de procesamiento y de salida. Los dispositivos de entrada incluyen sensores, datos del trayecto recibidos por radio y satélite, radares, cámaras visuales y demás. El procesamiento se realiza generalmente con unidades centrales de procesamiento tanto integradas en el cohete como en tierra y determina cosas tales como el rumbo, la trayectoria, la velocidad, etc. El subsistema de salida incluye los ajustes practicados en la velocidad (mediante bombas de combustible, el manejo del motor y los sistemas de refrigeración) y el rumbo (alerones, timones, distribución del peso). Dado que, en general, el cohete no se va a recuperar, estos sistemas pueden ser bastante baratos y simples (salvo, quizá, por las CPU integradas).
El estadounidense Robert Goddard y, en paralelo, el equipo alemán que desarrolló el cohete V-2, experimentaron con sistemas simples de guiado giroscópico... que eran los que funcionaban. Después de la guerra y de hacerse con unos 500 científicos aeroespaciales alemanes dirigidos por Von Braun, la investigación estadounidense sobre sistemas de guiado autónomo se concentró en el Caltech, el MIT y el laboratorio de propulsión a chorro de la NASA. Sus esfuerzos combinados llevaron al poco fiable sistema "Delta", que evaluaba constantemente la diferencia de posición a partir de una trayectoria de referencia; los problemas se solucionaron con el "sistema Q" en 1956. Tanto éxito tuvo este sistema con los misiles atómicos que se clasificó como ultrasecreto en la década de 1960 y todavía se utiliza para muchas armas militares.
Sin embargo, fue la "carrera espacial" la que supuso una eficacia de verdad para los sistemas de guiado. En agosto de 1961, la NASA firmó con el MIT un contrato para diseñar un sistema de guiado y navegación para el programa Apolo. El resultado fue el antepasado del sistema PEG4 (acrónimo inglés de "powered explicit guidance", "guiado explícito propulsado"), que se utilizó para el programa estadounidense de transbordadores y para la mayoría de lanzamientos espaciales. Mientras tanto, se desarrolló el sistema de posicionamiento global (GPS) junto al ejército de los EE. UU. para que sus flamantes misiles balísticos intercontinentales pudieran dar en el blanco. El GPS finalmente se comercializó y ahora ayuda a que papá no se pierda cuando va al centro comercial.
"Si no cambias de dirección, probablemente termines hacia donde te diriges". – Lao Tse
"Me encanta ver a mi madre discutir con el GPS cuando volvemos a casa". – Isabelle Fuhrman