El objetivo de los aproximadamente 300 millones de cristianos ortodoxos es acercarse a Dios mediante una vida de theosis, un peregrinaje espiritual para ser más "parecidos a Cristo". La primera aparición del término "ortodoxo" en relación al cristianismo de la que se tiene constancia se encuentra en el Código de Justiniano (alrededor del año 530 d. C.), en el que se le da el significado de "conforme al credo de la primera Iglesia".

La Iglesia ortodoxa hunde sus raíces en el Gran Cisma. Durante los siglos IX y X d. C., la Iglesia cristiana del patriarca de Constantinopla realizó conversiones importantes entre los pueblos de Europa del este, incluidos la Rus de Kiev y los Balcanes. Problemas doctrinales, como la cláusula filioque y la autoridad del papa sobre el patriarca en cuestiones religiosas, exacerbados por la rivalidad económica y política de Roma y Constantinopla, llevaron a un cisma. La Iglesia ortodoxa sostenía que solo ella practicaba la única fe verdadera, tal y como la predicó Cristo y se la transmitió a los apóstoles.

Además, tras la caída de Constantinopla ante los otomanos en 1453, la Iglesia de Oriente quedó aún más aislada de Roma, bajo la relativa tolerancia de los turcos. Pero floreció durante la Rusia de los zares y consiguió un gran número de conversos entre los eslavos. Aunque se vio un poco mermada por el comunismo y toda esa política laica, la ortodoxia oriental se aferra a la antigua creencia cristiana en el pecado, la salvación y la encarnación del espíritu.