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Un gobierno democrático (literalmente "gobierno del pueblo") es aquel en el que un gran número de personas –idealmente toda la población– participa en la toma de decisiones políticas, ya sea de manera directa o mediante representantes electos. Lo que constituye "el pueblo" es siempre un tema delicado; si bien países como Estados Unidos extienden el derecho al voto a la mayoría, esto no siempre ha sido así, ya que los afroamericanos, los nativos y las mujeres no pudieron participar en la vida civil durante mucho tiempo. La democracia es un sistema "liberal", si por liberal aquí entendemos la idea de un individuo libre movido por sus opiniones individuales, lo que lleva por tanto a un bien colectivo (y no en su uso común como antítesis de conservador). En un plano ideal, un sistema así garantiza las libertades civiles, la participación activa, los derechos humanos y el estado de derecho. Sin embargo, tal y como nos recuerda Heródoto (y los dictadores desde entonces han demostrado), puede que la mayoría no valore lo que es mejor para sus intereses. Aunque la libertad de expresión, la libertad de ideas políticas, la libertad religiosa y la libertad de prensa son conceptos maravillosos, pueden dar lugar a desavenencias, inestabilidad, apatía, parálisis y violencia. Por otro lado, todas estas libertades pueden fomentar la creatividad artística, la investigación científica, el crecimiento económico y la libre expresión.

Las primeras democracias solían ser las llamadas "directas", en las que cada asunto se votaba de manera independiente en asambleas (por aquellos que podían votar, lo que excluía generalmente a mujeres, esclavos y hombres que no poseían ninguna propiedad). A medida que aumentaba la población, este método cada vez resultaba menos práctico. Casi todas las democracias evolucionaron y, como en la República romana, los "ciudadanos" (que no eran todo el pueblo) elegían a sus representantes para que expresasen las opiniones comunes y protegiesen los intereses colectivos. Las democracias han variado desde burocracias a gran escala donde la voluntad colectiva del pueblo (es decir, el gobierno) gestiona gran parte de la sociedad hasta sistemas donde el derecho al voto se limita casi al punto de ser una oligarquía, pero cada una comparte la idea de que la expresión colectiva de la voluntad individual lleva a un bien mayor.