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Platón, entre otros, recomendaba la meritocracia como la forma más sensata de administración pública. En su caso, decía que los reyes debían ser reyes filósofos cuyo derecho a gobernar proviniera de su intelecto y de su comprensión. En palabras más sencillas, una meritocracia es un sistema en el que los más aptos y capaces avanzan en la burocracia del gobierno, en lugar de, por ejemplo, los que son amigos personales del regente (o congresista) actual, o los de determinada tribu, casta o religión. La mayoría de las civilizaciones alternan entre alguna forma de meritocracia y otros métodos menos sensatos de escoger a quien ha de llevar las riendas. Este patrón se repite hasta que el sol explota y borra toda la vida de la faz del planeta.