"Practicar" la diplomacia es una de las principales acciones defensivas de una nación y ya la empleaban las primeras ciudades-estado. En sus orígenes, los emisarios de los gobernantes eran los encargados de llevar a cabo las tareas diplomáticas, normalmente con una misión concreta, y regresaban al finalizar las negociaciones (a veces solo regresaba su cabeza). El "cuerpo diplomático" estaba formado por miembros de la familia gobernante o de la alta nobleza, y pertenecer a él podía no llegar a ser un honor si el emisario no alcanzaba un acuerdo. Hasta el Renacimiento no existían las relaciones permanentes, excepto la del papa con el emperador bizantino durante el siglo VIII. En el Lejano Oriente, la dinastía Song tuvo una serie de enviados chinos permanentes en las naciones vecinas.
Los orígenes de la "diplomacia moderna" se remontan a las ciudades del norte de Italia de principios del Renacimiento. En el siglo XV, gracias a Francesco Sforza, Milán desempeñó un papel destacado en la creación de embajadas permanentes en otras ciudades-estado para establecer relaciones comerciales, alcanzar pactos de defensa y presentar un frente unido ante la Santa Sede. Aquí comenzaron casi todas las tradiciones del cuerpo diplomático, como la presentación al jefe de estado de las credenciales de un embajador. En 1455, Milán se convirtió en el primer estado con un representante permanente en la corte de una gran potencia (Francia). La práctica se extendió y España fue la primera nación que "intercambió" embajadores con otro estado soberano (Inglaterra). A finales del siglo XVI, las embajadas permanentes eran el elemento principal de las relaciones internacionales, a no ser que los países se hubiesen declarado la guerra.
Los embajadores solían pertenecer a la nobleza y no tenían mucha experiencia negociando. Contaban con el apoyo de un amplio grupo de especialistas entre los que había abogados, lingüistas, soldados y espías. Al expandirse las potencias europeas por todo el mundo y entrar en contacto con extrañas civilizaciones de lugares remotos, la diplomacia se volvió algo demasiado importante como para dejarla en manos de aficionados. Durante el siglo XVII, licenciados universitarios en derecho y economía internacional, idiomas, historia y otras materias pasaron a formar parte del cuerpo diplomático.
"En la diplomacia existen dos clases de problemas: los pequeños y los grandes. Los pequeños se resolverán por sí solos, pero no podrás hacer nada con los grandes". – Patrick McGuinness
"El diplomático es un hombre que siempre recuerda la fecha de cumpleaños de una mujer, pero nunca su edad". – Robert Frost
"Practicar" la diplomacia es una de las principales acciones defensivas de una nación y ya la empleaban las primeras ciudades-estado. En sus orígenes, los emisarios de los gobernantes eran los encargados de llevar a cabo las tareas diplomáticas, normalmente con una misión concreta, y regresaban al finalizar las negociaciones (a veces solo regresaba su cabeza). El "cuerpo diplomático" estaba formado por miembros de la familia gobernante o de la alta nobleza, y pertenecer a él podía no llegar a ser un honor si el emisario no alcanzaba un acuerdo. Hasta el Renacimiento no existían las relaciones permanentes, excepto la del papa con el emperador bizantino durante el siglo VIII. En el Lejano Oriente, la dinastía Song tuvo una serie de enviados chinos permanentes en las naciones vecinas.
Los orígenes de la "diplomacia moderna" se remontan a las ciudades del norte de Italia de principios del Renacimiento. En el siglo XV, gracias a Francesco Sforza, Milán desempeñó un papel destacado en la creación de embajadas permanentes en otras ciudades-estado para establecer relaciones comerciales, alcanzar pactos de defensa y presentar un frente unido ante la Santa Sede. Aquí comenzaron casi todas las tradiciones del cuerpo diplomático, como la presentación al jefe de estado de las credenciales de un embajador. En 1455, Milán se convirtió en el primer estado con un representante permanente en la corte de una gran potencia (Francia). La práctica se extendió y España fue la primera nación que "intercambió" embajadores con otro estado soberano (Inglaterra). A finales del siglo XVI, las embajadas permanentes eran el elemento principal de las relaciones internacionales, a no ser que los países se hubiesen declarado la guerra.
Los embajadores solían pertenecer a la nobleza y no tenían mucha experiencia negociando. Contaban con el apoyo de un amplio grupo de especialistas entre los que había abogados, lingüistas, soldados y espías. Al expandirse las potencias europeas por todo el mundo y entrar en contacto con extrañas civilizaciones de lugares remotos, la diplomacia se volvió algo demasiado importante como para dejarla en manos de aficionados. Durante el siglo XVII, licenciados universitarios en derecho y economía internacional, idiomas, historia y otras materias pasaron a formar parte del cuerpo diplomático.
"En la diplomacia existen dos clases de problemas: los pequeños y los grandes. Los pequeños se resolverán por sí solos, pero no podrás hacer nada con los grandes". – Patrick McGuinness
"El diplomático es un hombre que siempre recuerda la fecha de cumpleaños de una mujer, pero nunca su edad". – Robert Frost