Amstelredamme, nombre original de la capital holandesa Ámsterdam, era un pequeño pueblo pesquero fundado en el siglo XII cerca de un dique ("dam" en neerlandés) del río Amstel. Sus habitantes no tardaron en percatarse de que podían obtener más dinero con los peajes de los puentes cercanos y extrayendo la turba que se formaba en el fango, empezando sin darse cuenta a apoderarse de los terrenos pantanosos alrededor del pueblo. Hacia 1300 le fue concedido el derecho oficial de ciudad por su señor feudal, el conde de Holanda y Zelanda. Cuando los holandeses se sublevaron ante el dominio de la España católica, miles de refugiados religiosos (protestantes) y económicos procedentes de zonas controladas por los españoles se trasladaron a Ámsterdam, que poco después pasó a ser la ciudad más grande de los Países Bajos y a contar con un próspero puerto.

Durante el siglo XVII se convirtió en la ciudad más rica del mundo, y lo fue hasta que los ingleses derrotaron a los Países Bajos en las guerras anglo-neerlandesas y Napoleón invadió el país durante las Guerras Napoleónicas. La ciudad sigue soñando con su "edad de oro", cuando los mercaderes holandeses comerciaban por el mundo entero y navegaban por toda Europa, Norteamérica, África y hasta el Lejano Oriente . Fue también un gran centro de las artes (los artistas se sienten atraídos por el dinero fácil). En 1602, la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales puso acciones a la venta, convirtiéndose en la primera bolsa de valores del mundo.

Tras los problemas del siglo XVIII y principios del XIX, la ciudad volvió a prosperar durante la Revolución Industrial. El comercio aumentó con los canales Ámsterdam-Rin y el del mar del Norte. Y la construcción de la estación de tren comunicó la ciudad con el centro de Europa. A pesar de los efectos de la Segunda Guerra Mundial (los Países Bajos no participaron en la Primera), Ámsterdam sigue siendo uno de los principales núcleos comerciales del mundo y su área metropolitana cuenta con una población de más de 1,5 millones.