La tecnocracia es un tipo de gobierno formado por expertos en los detalles técnicos de un tema concreto que, en principio, entienden mejor los problemas relacionados y la forma de mejorar la sociedad a través de los diversos recursos técnicos. Una tecnocracia sintética es aquella que podría incluir agentes no humanos. En la actualidad, ese puesto probablemente estuviese ocupado por una IA especialista en su campo (aunque también se podría pensar que un pulpo que escoge quién va a ganar la Copa Mundial es un ser no humano con experiencia en un subcampo muy especializado). La tecnocracia recoge el testigo de otras teorías meritocráticas y asume el control total del Estado en cuestiones políticas y económicas. En la búsqueda de sus metas finales, este sistema dice ser imparcial y racional, libre de enfrentamientos entre facciones y partidos políticos. El grado de éxito de un sistema político actual, dirigido por seres humanos reales e imperfectos, a la hora de conseguir esos objetivos tan encomiables es algo discutible.

En la segunda década del siglo XXI, la inteligencia artificial se usa de manera habitual para analizar diferentes comportamientos. Los ámbitos más estudiados probablemente sean las conductas de consumo y económicas, pero también hay IA que estudian las preferencias políticas y el cumplimiento de la ley. A medida que se vuelve más sofisticada, seguramente sea cada vez más común usarla para realizar investigaciones sociales. La IA no dicta políticas, aún.

Se cree que las IA tecnócratas tienen dos ventajas principales con respecto a los tecnócratas humanos: son más justas y tienen un punto de vista integral. La IA juzgaría problemas en los que (casi) no tiene conflictos de interés, por lo que ofrecería un resultado más justo para la gran mayoría de los seres humanos. Además, a medida que la potencia computacional fuese aumentando, las IA tecnócratas podrían tener más factores en cuenta, considerar una gama de resultados más amplia y, por tanto, mejorar el rendimiento y ofrecer mejores soluciones a más gente.

La ficción ya ha tratado el dilema que puede suponer que una IA rija el comportamiento humano y ha expuesto algunos de los problemas inherentes a esta idea: suposiciones equivocadas introducidas en el código moral de la IA, políticas imparciales que producen resultados moralmente horripilantes (como solventar el hambre mundial a través del canibalismo), falta de responsabilidad, etc. Estas son solo algunas de las posibles trabas de una tecnocracia sintética.