La Atenas de Clístenes, la Roma anterior a César, Cartago, así como una serie de civilizaciones menos famosas, han seguido un modelo de gobierno republicano. En una república, un grupo electo que representa a la ciudadanía (normalmente, un sector restringido de esta) gobierna según unas leyes acordadas por todos. Una "república" generalizada podría ser la de gobiernos como el "Althing" de Islandia (un parlamento medieval) o el estado nahua de Tlaxcala (un estado libre precolombino de México que tenía una asamblea representativa que incluía una representación de los plebeyos, algo que habría desconcertado a los pensadores griegos clásicos). Pero la palabra "república" evoca claramente el Mediterráneo y, en especial, la República romana (509 a. C.-27 a. C.), con su complejo sistema de asambleas y magistrados, todo ello basado en la idea de sectores "de la ciudadanía" –representantes de poblaciones en particular–, así como cierto grado de controles para impedir el auge de la autocracia. Por supuesto, dichos controles no funcionaron muy bien para Roma.

Estas nociones de orgullo ciudadano y sociedad civil resurgieron durante el Renacimiento para influir en la teoría política de la Europa moderna. A medida que Europa incorporó ideas de la antigüedad y se relacionó con el mundo musulmán, surgieron nuevas alternativas al derecho divino de los reyes. Las ciudades-estado, en especial en Italia, abrazaron las ideas republicanas; y escritores como el teórico político Nicolás Maquiavelo pusieron el plano al día. Pero al hacerlo, las nociones de virtud cívica y las instituciones de la República Clásica cambiaron y avanzaron hacia algo nuevo.