Durante más de 2700 años, los mesoamericanos jugaron a su tradicional juego de pelota ("ollamaliztli" en náhuatl). Este "deporte", cuyas reglas eran similares a las del raquetbol, tenía connotaciones rituales y a menudo los perdedores (y a veces los ganadores) eran decapitados en sacrificios humanos. En muchos campos de juego mayas, como los de Tajín y Chichen Itzá, existen representaciones de estos sacrificios. Aunque sus reglas variaban según la época y el lugar, se propagó por Mesoamérica hasta llegar a lo que hoy es Nicaragua hacia el sur y a Arizona hacia el norte. Con un diseño que no sufrió apenas cambios en dos milenios, los campos de juego tenían una pista estrecha, con paredes inclinadas y zonas de anotación abiertas (posteriormente cerradas). Estos estadios pintados y con decoraciones representaban el paradigma de la civilización mesoamericana... hasta que llegaron los conquistadores a enseñar otra clase de juegos a los nativos.
Durante más de 2700 años, los mesoamericanos jugaron a su tradicional juego de pelota ("ollamaliztli" en náhuatl). Este "deporte", cuyas reglas eran similares a las del raquetbol, tenía connotaciones rituales y a menudo los perdedores (y a veces los ganadores) eran decapitados en sacrificios humanos. En muchos campos de juego mayas, como los de Tajín y Chichen Itzá, existen representaciones de estos sacrificios. Aunque sus reglas variaban según la época y el lugar, se propagó por Mesoamérica hasta llegar a lo que hoy es Nicaragua hacia el sur y a Arizona hacia el norte. Con un diseño que no sufrió apenas cambios en dos milenios, los campos de juego tenían una pista estrecha, con paredes inclinadas y zonas de anotación abiertas (posteriormente cerradas). Estos estadios pintados y con decoraciones representaban el paradigma de la civilización mesoamericana... hasta que llegaron los conquistadores a enseñar otra clase de juegos a los nativos.