Los barcos se hunden. Es un hecho que todos los marineros conocen. Y también los cazatesoros, los buzos de recuperación y los arqueólogos submarimos; todos buscan hacerse famosos recuperando objetos (sobre todo de oro) de un naufragio. Un naufragio es una mina de posibilidades: los arqueólogos buscan comprender el pasado gracias a él; los buzos de recuperación intentan recuperar la mercancía o parte de ella; los cazatesoros, a pesar de cualquier idea romántica, intentan hacerse ricos... El atractivo de los tesoros perdidos en el fondo del mar ha sido alimentado por algunos hallazgos fabulosos, como los restos del buque Nuestra Señora de Atocha (valorado en unos 450 millones de dólares) o el barco pirata Whydah Gally (400 millones de dólares). Todavía se sigue buscando, entre otros naufragios menores, el portugués Flor de la Mar (con un tesoro estimado en unos 26 000 millones de dólares).
Los barcos se hunden. Es un hecho que todos los marineros conocen. Y también los cazatesoros, los buzos de recuperación y los arqueólogos submarimos; todos buscan hacerse famosos recuperando objetos (sobre todo de oro) de un naufragio. Un naufragio es una mina de posibilidades: los arqueólogos buscan comprender el pasado gracias a él; los buzos de recuperación intentan recuperar la mercancía o parte de ella; los cazatesoros, a pesar de cualquier idea romántica, intentan hacerse ricos... El atractivo de los tesoros perdidos en el fondo del mar ha sido alimentado por algunos hallazgos fabulosos, como los restos del buque Nuestra Señora de Atocha (valorado en unos 450 millones de dólares) o el barco pirata Whydah Gally (400 millones de dólares). Todavía se sigue buscando, entre otros naufragios menores, el portugués Flor de la Mar (con un tesoro estimado en unos 26 000 millones de dólares).