El impulso globalizador del siglo XX puede considerarse como una onda expansiva de homogeneización que ha ido de lo local a lo regional, lo nacional y lo mundial, y que genera una economía unificada, una cultura unificada, un idioma unificado, un estado unificado y, quizá, una civilización unificada. Los rápidos avances en la informática han originado relaciones nuevas y virtuales que conducen a una entropía cultural. La industrialización internacional ha traído consigo la producción en masa de artículos estandarizados capaces de entrar en todos los mercados del mundo. La reducción de los aranceles, la creación de zonas de libre comercio, la eliminación de los controles de capital y la concesión de subvenciones han propiciado un aumento de las empresas multinacionales. El reconocimiento supranacional de leyes de propiedad internacionales (restricciones a patentes y derechos de autor) garantiza el dominio mundial de expresiones artísticas aceptadas, aunque a veces a costa de la diversidad nacional, las tradiciones y la idiosincrasia.
A mediados del siglo XIX se produjo un momento clave de cara a la globalización con la expansión de las economías internacionales. El Reino Unido forzó la apertura del interior de China en las Guerras del Opio y Estados Unidos obligó a Japón a abrir sus puertos al comercio con Occidente. La integración de distintas producciones agrícolas especializadas creó la primera "economía mundial": vino francés, carne de vacuno australiana, té indio, arroz japonés, pimientos sudamericanos o especias africanas. Las fábricas, el ferrocarril, el telégrafo, la ametralladora Gatling, la máquina de vapor y otras tecnologías facilitaron la propagación de normas y regulaciones similares en distintos países. Aunque durante las dos Guerras Mundiales y la Gran Depresión el proceso globalizador se vio interrumpido, retomó su marcha triunfal cuando los medios de comunicación de masas y la publicidad expandieron sus tentáculos más allá del Telón de Acero y el Telón de Bambú para llegar a todos los rincones. Los sociólogos defienden que el mundo ha entrado en una cuarta y frenética fase globalizadora que se ha extendido a los países en desarrollo, donde la renta per cápita cada vez se acerca más a la de los países desarrollados.
Un mundo nuevo y quizá más insustancial.
"Se dice que oponerse a la globalización es como oponerse a las leyes de la gravedad". – Kofi Annan
"Algún día no habrá fronteras, ni demarcaciones, ni banderas, ni países. El único pasaporte será el corazón". – Carlos Santana
El impulso globalizador del siglo XX puede considerarse como una onda expansiva de homogeneización que ha ido de lo local a lo regional, lo nacional y lo mundial, y que genera una economía unificada, una cultura unificada, un idioma unificado, un estado unificado y, quizá, una civilización unificada. Los rápidos avances en la informática han originado relaciones nuevas y virtuales que conducen a una entropía cultural. La industrialización internacional ha traído consigo la producción en masa de artículos estandarizados capaces de entrar en todos los mercados del mundo. La reducción de los aranceles, la creación de zonas de libre comercio, la eliminación de los controles de capital y la concesión de subvenciones han propiciado un aumento de las empresas multinacionales. El reconocimiento supranacional de leyes de propiedad internacionales (restricciones a patentes y derechos de autor) garantiza el dominio mundial de expresiones artísticas aceptadas, aunque a veces a costa de la diversidad nacional, las tradiciones y la idiosincrasia.
A mediados del siglo XIX se produjo un momento clave de cara a la globalización con la expansión de las economías internacionales. El Reino Unido forzó la apertura del interior de China en las Guerras del Opio y Estados Unidos obligó a Japón a abrir sus puertos al comercio con Occidente. La integración de distintas producciones agrícolas especializadas creó la primera "economía mundial": vino francés, carne de vacuno australiana, té indio, arroz japonés, pimientos sudamericanos o especias africanas. Las fábricas, el ferrocarril, el telégrafo, la ametralladora Gatling, la máquina de vapor y otras tecnologías facilitaron la propagación de normas y regulaciones similares en distintos países. Aunque durante las dos Guerras Mundiales y la Gran Depresión el proceso globalizador se vio interrumpido, retomó su marcha triunfal cuando los medios de comunicación de masas y la publicidad expandieron sus tentáculos más allá del Telón de Acero y el Telón de Bambú para llegar a todos los rincones. Los sociólogos defienden que el mundo ha entrado en una cuarta y frenética fase globalizadora que se ha extendido a los países en desarrollo, donde la renta per cápita cada vez se acerca más a la de los países desarrollados.
Un mundo nuevo y quizá más insustancial.
"Se dice que oponerse a la globalización es como oponerse a las leyes de la gravedad". – Kofi Annan
"Algún día no habrá fronteras, ni demarcaciones, ni banderas, ni países. El único pasaporte será el corazón". – Carlos Santana