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El mar es un lugar peligroso lleno de bancos de arena, bajíos, arrecifes y rocas que pueden hacer naufragar a los navegantes incautos. Incluso para una tripulación cautelosa puede resultar complicado llegar a salvo a puerto. Por estos motivos, poco después de que el hombre empezase a navegar, se comenzaron a usar señales de fuego para evitar los peligros y guiar a los barcos hacia el puerto. Al ser más visibles estas señales si estaban en un lugar elevado, las primeras civilizaciones navegantes construyeron "faros" en promontorios. El más famoso de la antigüedad fue el Faro de Alejandría, que guiaba a los barcos hacia uno de los puertos más transitados del mundo. Desde hace dos mil años se han levantado faros para que los marineros no se ahoguen y las mercancías no se pierdan. La piedra, la madera y los ladrillos empleados en su construcción han dado paso al acero y al hormigón, y el fuego se ha sustituido por iluminación eléctrica, pero el principio sigue siendo el mismo.