Los eslavos eran uno de tantos grupos europeos –a los que los romanos, griegos y bizantinos llamaban "bárbaros"– que aparecieron en el escenario europeo hacia el final del Imperio romano. Tras surgir al este de los germanos, se establecieron en Europa del Este y casi todos se convirtieron en múltiples estados (Rusia, Polonia y Chequia, entre otros). Wolin fue uno de sus primeros asentamientos, situado en una isla, cerca de la costa polaca.

Wolin fue un asentamiento eslavo temprano que constituyó un punto comercial clave durante los siglos X y XI y un puesto militar para diversos grupos en el mar Báltico. Cuando los barcos vikingos comenzaron a surcar el Báltico, los asentamientos como Wolin cobraron cada vez más importancia para el comercio (¡los vikingos no eran solo saqueadores!), además de convertirse en una base para incursiones militares. Con la cristianización, la ciudad mermó en poder e influencia (tampoco ayudó el saqueo repetido por parte de las fuerzas danesas), pero a finales de la Edad Media la ciudad devino una de las ciudades-estado del Sacro Imperio Romano. Constituía una parte de la importante región de Pomerania, un estado medieval que incorporó tanto a alemanes como eslavos.

La ciudad cambió de manos mediante conquistas y sucesiones y fue ocupada por Suecia, los caballeros teutones y, finalmente, por Prusia, estado predecesor de la Alemania moderna. Cuando los soviéticos derrotaron a Alemania en la Segunda Guerra Mundial, Wolin cambió de dueño una vez más y esta vez fue a parar a la actual Polonia.

Hoy en día, Wolin es famosa por su reserva natural, donde se encuentran algunos de los últimos bisontes europeos, así como por un festival vikingo anual que conmemora la historia bélica de la ciudad.