Se duplica la experiencia obtenida por las unidades de reconocimiento.

Incluso las tribus prehistóricas tenían batidores: esos individuos audaces que salían a buscar cuevas mejores, terrenos de caza y fuentes de agua. Cuando los humanos se asentaron y empezaron a agruparse en aldeas y pueblos, los individuos de pies ligeros y ojo de halcón dispuestos a viajar más allá de las colinas y a atravesar bosques vírgenes siguieron siendo de suma importancia, ya que una civilización que no sabe qué sucede a su alrededor, ignora tanto las oportunidades como los peligros. Cuando los batidores salían a explorar y regresaban con relatos de maravillas fabulosas, no solo ampliaban las posibilidades, sino también la imaginación humana.